La noche de los Planeta es una de las cenas que más disfruto después de la de Nochevieja, y no porque adore las celebraciones navideñas sino porque siempre me quito de encima el año convencida de que el siguiente lo mejorará. Alicia Giménez Bartlett no querrá enterrar un 2015, mágico para ella. Fue verla allí arriba, no abajo, entre esas mesas donde hablamos de lo mundano o lo divino, y deducir que una mujer de sesenta y cuatro años reivindicando su edad a través de sus arrugas y de su envidiable melena canosa era un ejemplo de Happy Aging.
De hecho nunca es tarde para avivar ilusiones. O para inventárselas. Para enamorarse o escribir una novela que germina en las tripas, nace como un vómito y termina con un premio planetario. Puede que Alicia no sea consciente del modo en que el tiempo le deja un poso de belleza, que no tiene que ver con el tono de su cabello ni con cuatro brochazos sobre las mejillas. La sabiduría es hermosa. Y me encanta que a la etiqueta de “dama del crimen” con la que se la conoce ella anoche respondiera con otra en su camiseta: “Merde”.
Viva lo revolucionario de cumplir años.
Dando vueltas a esto me anime a consultar qué entendían por Happy Aging algunos amigos que pasaban por allí y el primero con quien me topé fue Leopoldo Abadía. Mira que son ganas las suyas de darle vueltas a la economía en plena crisis pero es incansable, superando en energía a Gonzalo, ese hijo encantador que le acompaña siempre. Mientras me cuenta que es seguir con la misma ilusión del primer día, algo que él consigue no convirtiéndose en el viejo de la casa sino uno más que hace la cama cuando toca y trabajando al mismo ritmo que el resto de su vida, lanza el bastón no vaya a fotografiarle con él. Guapo y coqueto. “A los 82 años yo de lo del Aging, es que ni me entero”, y me voy en busca de Max.
Cómo quiero a este ser luminoso que publica novela con nombre de canción. “Ne me quitte pas” posee visos de desgarro para el cual me he pertrechado de un cargamento de lágrimas. Que me tiene que llegar ya, asegura Maxim Huerta, a lo que le replico qué está tardando. “Happy Aging es la sensación de tranquilidad, cero problemas. Si tienes belleza interior da igual cómo estés envejeciendo. Es una luz interior que sale por los ojos; el cansancio no hay maquillaje ni ropa que lo arregle”. Por eso estás tan bello, amigo. La próxima seguiremos hablando de amor, darling.
Es girarme y toparme con esa mujer menuda para quien el calendario se aceleró desde que era niña. ¡Caramba Espido Freire, ¿cuántas vidas llevas en esta?!. “Siempre he tenido la convicción de que sería una vieja entretenida porque soy muy curiosa –esgrime- y la primera curiosidad que tengo es saber de verdad cómo seré cuando sea mayor”. Hay cierta perversión en el triunfo temprano y ella lo sabe. El camino es lo mejor del viaje, pero Espido se dio de bruces con una meta cuando apenas había empezado a andar. Riesgos de la genialidad. Me gusta ese halo que deja la otra mujer que habita dentro de ella.
Apapacho a Espido, que dirían los mexicanos, y enseguida me topo con él. Hablando que te habla ese idioma al que le saca punta como nadie. “Hola Luis Piedrahita. ¿Qué es para ti Happy Aging?”. Y me suelta “así como ahora está muy de moda querer ser joven todo el rato, agotador para cualquiera, yo estoy muy contento con la idea de cumplir años y te explico. Desde los ocho tengo la sensación de que la etapa que estoy viviendo es la mejor etapa de mi vida. “Joder, que guay -gritaba a los ocho años-, tengo a mi amigo Edu, vamos a cazar ranas… debo de aprovechar este momento”. Pero luego llegó la adolescencia, empecé a conocer a las chicas y me dije “no, no, esto es apasionante. Es la mejor etapa”. Después la universidad y me dije “no, no”, esto no puede competir con nada”. Luego Madrid, encuentro trabajo, independencia, conozco a mi pareja y me aseguro que ahora es la mejor. Conclusión, estoy deseando que lleguen las otras porque van a ser mejores. Me están saliendo canas nuevas y me encanta”
Y como lo dice tan serio, observo la cabeza de Alicia Giménez Bartlett tras las nuestras mientras recibe felicitaciones y respondo que sí, que tiene razón. “Pero, ¿tú vas a venir al teatro o no? “El castellano es un idioma loable”, se llama mi función”. Y tan loable, como que un grupo de autores lo estuvimos festejando anoche hasta las tantas.