"Si algo es fácil, es muy fácil… pero cuando es difícil, resulta imposible". Me había olvidado de su fortaleza. Puede que diseñar zapatos obligue a pisar fuerte y a disparar con puntería. Sara habla así, suavecito pero firme, y suelta cosas tan sensatas que me reprocho no coincidir más con ella.
En una de las jornadas de la Fashion Week Madrid alguien elogió esa joya que era la colección de Sara Navarro y decidí quedar a desayunar juntas. Qué ganas de verla. Tiempo atrás nos frecuentábamos, compartíamos amigos, risas y algún traspiés del destino de los que te obligan a crecer, pero la rutina nos condena a ser como el Guadiana, lo que nos ha hecho ir y venir perdiéndonos a veces la pista.
Todavía guardo una paleta de labiales con sus colores favoritos –esa gama de cerezas que usa como nadie- y cada vez que doy con ella en el maletín de maquillaje, Sara regresa a mi cabeza. Recuerdo que me la regaló en una fiesta. Ella se habrá olvidado, yo nunca.
Sara guarda el Mediterráneo en las pupilas y el emprendimiento en la sangre. Además debe de tener la filosofía de 'Happy Aging' en su ADN, lo que le lleva a inaugurar fábrica y a explicarme sus nuevos diseños con orgullo de madre primeriza. Su 'Haute Chaussure pour Sybarites' es un catálogo de esa clase de zapatos que una querría tener en su armario para calzárselos cada mañana según te tomas el zumo 'detox' y la dosis de colágeno porque, aunque luego te pongas unos mocasines para ir a la 'ofi', mientras los contemplas en tus pies te sientes "libre, poderosa y llena de energía". Esto lo sugiere ella y yo añado que te crees la reina del mambo. Zapatos como los de Sara visten muy bien las fantasías.
A mitad del café empieza a relatar las vivencias de niña en la fábrica de la familia y da cuerda a la memoria entre trozos de piel y hormas de zapatos. Desde que empezó en el negocio familiar, desde que aprendió los secretos de la antológica firma Kurhapies grabada en el imaginario de una generación, pasando por su estancia en Milán y su colaboración con Galiano, siempre ha estado obsesionada por las hormas. Insiste en que un zapato no puede provocarte dolor por alto que sea el tacón o diabólico su diseño, de ahí que emplee meses hasta lograr la perfecta. Y al final logra la cuadratura del círculo: zapatos 'sexies' y súper cómodos.
Ahora el logotipo del dragón representa el lujo en lugares como Dubai y yo me enfado porque no cuente con tienda aquí. De momento venta 'online' en su web y quizá pronto un 'corner' en un centro comercial.
El pasado para ella es un trampolín desde el cual asaltar el futuro. Lo sé cuando la miro gestionar su entusiasmo sin que se haya desgastado un ápice. Cuenta con la misma sonrisa, la piel impecable de los treinta y la ilusión de una adolescente. Hablamos de amores viejos y nuevos, de tintes a base de barros y algas –un día os contaré cómo ha cambiado mi pelo desde que utilizo barros de curri y azafrán-, de cartas astrales y de aquel maldito cáncer que llegó, hizo una visita y fue mandado al carajo, que es donde debía de estar. Comimos fresas y olfateamos el aroma a cereza porque aparte de ser color corporativo, sus zapatos llevarán ese olor. ¡Por fin un calzado que huela bien y no a deportivas sudadas!
Creo que miramos poco los zapatos de los demás, ¿no os parece? Puede que ese 'outfit' que presumíamos redondo no se hubiera arruinado de haber empezado por abajo, e incluso alguno no habría aguantado el primer asalto si en lugar de mirarle embobadas hubiéramos bajado la vista hasta sus pies.
Conclusión, me rechiflan sus zapatos. Desearía usarlos de la mañana a la noche, no obstante parte de su valor estriba en dosificarlos. Igual que una joya.