Noemí López Trujillo, autora de 'El vientre vacío': "A raíz del libro me he dado cuenta de que me da pánico quedarme embarazada"

divinity.es 11/12/2019 13:55

'El vientre vacío' (Capitán Swing) de Noemí López Trujillo nace, curiosamente, porque no hay otra cosa que pueda nacer en su vida ahora mismo. Una situación en la que se encuentran también las mujeres a las que da voz en su libro, y otras tantas a las que le gustaría ser madres pero que no pueden por culpa de la precariedad y la inseguridad que las atraviesa. El miedo a que las cosas no mejoren en el presente está retrasando la edad de maternidad de muchas mujeres que, cuando por fin se lo puedan permitir, su cuerpo igual ya no podrá. Y eso angustia, ese miedo es real y lo cuenta muy bien Noemí.

La idea del libro es muy clara: trata de la imposibilidad de tener hijos. No va ni de la maternidad, ni de la no maternidad (de la elección de no tener hijos), ni tampoco pretende ser una radiografía superprecisa de la precariedad (aunque aporte bastante datos al respecto), sino que es un relato colectivo en el que se van hilvanando las historias reales de Sandra, Adriana, Clara, Celia, Eva, Tania y Laura (algunos nombres se han cambiado para preservar su intimidad) y el testimonio de la propia autora para expresar con furia y quizás un poco de tristeza ese sentimiento común.

En Divinity nos ha hablado de esta situación precaria que afecta a muchas mujeres entre los 25 y los 35 años que están retrasando la edad de maternidad, de la inestabilidad que seguimos arrastrando aún después de haber salido de la crisis, o de la incapacidad de no poder construir un futuro porque no existen certezas para muchas en el presente ahora mismo (despidos fáciles, no poder pagar un alquiler digno, etc.). En realidad, más que entrevista, ha sido una charla entre dos mujeres de una misma generación que no se conocían (aunque sí se seguían en redes) pero que se han visto reflejadas en un mismo espejo.

Pregunta: Antes de nada me gustaría que me contases cómo "nace" ‘El vientre vacío’...

Noemí: Pues a ver, nace… ¡Nace, qué verbo para este libro! Pues nace porque no hay otra cosa que pueda nacer en mi vida ahora mismo (ríe)… Nace tras leer el libro de Silvia Nanclares ‘Quién quiere ser madre’ en el que ella habla a la Silvia de 30 años. Su libro va de otras cuestiones, pero también toca tangencialmente el retrasar la idea de la maternidad hasta el punto en el que tu cuerpo ya no puede o no te facilita el llevar a cabo ese deseo. A mí me entró miedo porque yo veía que todo se tambaleaba un poco (el trabajo, la vivienda) y que había cuestiones o variables que no dependían de mí, y como no dependían de mí, no me lo había planteado, pero la certeza que tenía era la de mi carne, mi cuerpo: la de que si yo, en un momento determinado quería procrear algo, eso iba a ser posible.

Cuando yo hago esa lectura me doy cuenta de que en realidad le estoy regalando mi tiempo y mi disponibilidad al mercado de trabajo con todo lo que eso supone, que yo lo vivo como una vejez precoz, como que me adelanto a esa imposibilidad y entonces me entra el miedo. Y de ese miedo y esa pregunta que lanza Silvia nace el explicar todo este duelo anticipado.

¿Crees que había un nicho sin cubrir sobre el tema desde esa perspectiva? No he visto muchas reflexiones como la tuya

No quiero pecar como de falta de humildad pero, cuando escribo el artículo del que nace el libro en el diario.es, en realidad ese tema no estaba explorado. El informe de fecundidad de España 2018 sale un poco más tarde y poco después, en abril de 2019, sale la encuesta de fertilidad del INE, donde las mujeres encuestadas dicen que están retrasando su maternidad por la cuestión de la precariedad, pero el relato desde lo íntimo y desde lo propio no existía. Se había enarbolado una narrativa del 'invierno demográfico', que explica que no se va a sostener el estado del bienestar porque la natalidad está bajando, pero no había una narrativa sobre cómo afecta eso a nuestro bienestar, a nuestra salud mental, el no poder llevar a cabo ese deseo.

Si acaso el mérito reside en eso, en exponer algo que es íntimo, privado y que puede resultar doloroso e incluso vergonzoso: el decir que eres pobre o que eres precaria, mostrar la debilidad y entonces otras mujeres se unen y te das cuenta de que en realidad nos afecta a muchas de nosotras.

He visto en redes que algunas personas que habían leído tu libro decían que les había "dejado sin respiración". ¿Por qué crees que se consigue ese efecto?

No lo sé, la verdad es que me sorprende un poco porque es verdad que no soy consciente. Después de publicarlo casi no lo he releído porque me daba miedo de que no me gustase el resultado... Quizás lo puedo entender porque los meses en los que lo escribo, que son como tres meses (aunque la recopilación de documentación de testimonios ha sido de casi un año), entré en un bucle clautrofóbico, estaba encerrada en una idea de que las cosas no van a ir a mejor y eso puede ser un sesgo cognitivo.

Lo vives así, desde la debilidad común puedes construir un arma para intentar derribar esa estructura que está promoviendo eso. Pero lo primero es verte en ese espejo patético, ¡y eso es jodido y no es agradable! Para mí no ha sido agradable escribir en el libro que, una vez en el trabajo dije que estaba enferma para no hacer aquello que me habían pedido...

De hecho yo cuando leí eso pensé “olé tú”, yo no sé si sería capaz de contarlo...

¡Claro que me puede penalizar! No es algo heroico, y no sé si lo volvería a hacer, pero en ese momento lo hice y me parece que, más allá de la lectura individual de cómo actúa Noemí, hay muchísima gente a la que le ha pasado exactamente lo mismo de decir: “No soporto mi trabajo”. Y ese ejercicio de patetismo es doloroso.

¿Crees que tu libro es un relato pesimista?

Sí, y creo que tenemos derecho al pesimismo y hay que apropiarse de las cosas mal vistas en esta cultura del éxito y de ‘Mr. Wonderfull’: ¡me quiero reapropiar del pesimismo y sí, me quiero reapropiar de la mediocridad e incluso de la pereza y el derecho a no hacer nada, a no tener que siempre productiva!

No quiero tener que estar pidiendo perdón por haber hecho algo pesimista. Esto no es que al final todo se arregla, Noemí tiene el hijo y todo va bien. Posiblemente tenga un hijo, pero yo quería demostrar que este miedo es real, no es un simulacro, lo digo en el libro: el miedo paga a tocateja. El miedo es eso, el impedimento de no poder ver a largo plazo porque no te están dejando centrarte en el futuro y no puedes construir nada.

Antes explicabas que te diste cuenta de que le estabas regalando tu tiempo y tu disponibilidad al mercado de trabajo, y puede que eso también haya cambiado nuestra idea con respecto a la maternidad: ¿hemos puesto al trabajo demasiado en el centro?

Claro, ¡nos han obligado a ponerlo en el centro! Como que nos tenemos que adaptar porque en torno a él gira todo. Y luego, había una cosa muy interesante que me dijo una jueza feminista, Gloria Poyatos, que es que la mujer cuando se había incorporado al mercado de trabajo no se había incorporado como trabajadora, sino que se había incorporado como mujer. Entonces ahí la cuestión de género es muy importante porque nos incorporamos a una trampa: esto de que la incorporación de la mujer al mercado de trabajo es “la liberación” no es real del todo. Por supuesto es muy importante para el progreso y que fue un antes y un después, pero también fue una trampa porque nos incorporamos con la cuestión de género añadida, como cuidadoras, y entonces claro, nosotras hemos tenido que estar todo el rato como eligiendo entre la crianza y los cuidados o el trabajo y esa carga la tenemos como algo automático y casi no tienes margen de maniobra para rebelarte contra el centro que es trabajo.

Y si encima dices que no te quieres adaptar a ese centro, parece que te quieres ir al “otro lado” que es la mujer que quiere volver a casa, que no cree en la liberación de la mujer… Se han creado como dos polos opuestos de la cuestión de género y es una trampa y una mentira, porque en medio hay un montón de cosas y de posibilidades.

En la cubierta pone que es "el relato de una generación precaria y sin hijos" y yo creo que mucha gente no entenderá lo de precaria si ya no estamos en crisis… ¿Por qué nuestra generación es precaria?

Es una buena pregunta (piensa). Claro, la cuestión es que para ser precario tienes que parecerlo y como que hay una estética de la pobreza a la que la generación millennial no se adapta porque como comemos aguacate y nos hacemos fotos en Instagram, y seleccionamos siempre las mejores y les ponemos el filtro ‘Valencia’ o el del perro parece que esa estética no acompaña a la que hay en el imaginario colectivo de precariedad o de privación económica y de recursos. Y eso es muy injusto porque la precariedad es casi como una nueva clase social donde no hay una seguridad ni vistas a que las cosas mejoren. Esto de que hemos salido de las crisis… ¿Para quién y cómo?

Luego que, por supuesto, dentro del precariado puedes estar en posiciones más arriba o más abajo, y que nosotras tenemos que repetir todo el rato que somos unas “privilegiadas” porque tenemos trabajo, vivimos en Madrid, etc. También hay unas renuncias porque se ha asumido que tener trabajo es un privilegio y, se ha bajado tanto el “techo del privilegio”, que tener un trabajo o un techo se considera un privilegio y en el momento en el que asumimos eso estamos haciendo una renuncia y cediendo ante el poder y eso es lo que ellos quieren: que lo asumamos.

En este sentido, y sobre lo que mucha gente opina de que somos bastante “ambiciosos” y que no nos conformamos: hay una parte de tu libro que dice que los jóvenes “lo queremos todo” y tú explicabas que sí lo queremos todo si ese todo hace referencia a “emanciparnos, trabajar y ser felices” que tampoco es pedir demasiado...

Claro, es que aquí hay una cuestión que no se puede medir, no hay una métrica de la ambición. Primero habría que ver qué entiende cada persona de la ambición: ¿querer formar una familia sin tener una estructura estable, un trabajo indefinido bien remunerado y con un horario flexible? ¿Eso es ambicioso o es el mínimo que puedes pedir? ¿Dónde pones el techo de la expectativa? ¡No sé si somos una generación ambiciosa! La palabra ambición recuerda un poco a la avaricia y en el imaginario colectivo es como algo malo, como que “la avaricia rompe el saco” y parece que estamos pidiendo demasiado...

Queremos mantener todo lo que hemos conseguido y conseguir más. Si esa es la idea de ambición: sí. Si es en el sentido de avaricia entonces no. Pero habría que ver cómo se entiende. A mí me da la sensación de que la caricatura de que nos están haciendo desde fuera va más en línea con la avaricia, pero para mí va más en línea con no perder los derechos que hemos logrado ni tener argumentos regresivos.

En esto de no perder derechos y avanzar, también está el hecho de cómo vemos la maternidad ahora y de cómo queremos ser madres/padres, cómo queremos tener nuestros hijos. ¿Qué condiciones se tendrían que dar para que pudieses ser madre?

Totalmente. Además es que lo digo una y otra vez. Esto es complicado porque lo que digo del sesgo cognitivo: el hábitat del que yo procedo es uno en el que las cosas nunca iban a mejor, en el que podías perder tu casa y tu empleo en cualquier momento. Hacer cualquier tipo de proyecto a medio plazo era una actividad de riesgo y yo vengo de ese sesgo.

Las condiciones aquí y ahora podría tenerlas, pero es que la maternidad no es un aquí y ahora, es un proyecto a largo plazo y es normal que yo me plantee qué va a ser de mi vida en los próximos 10 años y, como yo he visto cómo ha sido en los 10 anteriores, no confío.

Imagino que es porque no tienes una seguridad, y como no la tienes en el presente es difícil construirla en el futuro...

Esto es supercobarde, pero a veces digo, y lo he pensado a raíz del libro: ¡Ojalá quedarme embarazada sin querer porque no tendría que decidir! Creo que seguiría adelante y no me tendría que hacer responsable de ese proceso. Lo que no soporto es la idea de decidir el ponerme a tener un hijo de manera superconsciente y decidida y que mis cálculos hayan estado mal y que yo a mi hijo/a no le pueda proporcionar un mínimo de seguridades. Así que igual tiene que ser un poco impredecible para que yo le pueda quitar esa responsabilidad y eso me suena fatal, y supercobarde, pero lo pienso.

¿Ha cambiado algo en ti después de escribir 'El vientre vacío'? (Aunque sea eso)

Eso, y luego, a raíz del libro, me he dado cuenta de que me da pánico el embarazo (el proceso). Creo que me he dado cuenta de que me da mucho miedo los cambios que no puedo predecir porque siempre he intentado ser previsora en base a lo que te decían: si trabajas bien mantendrás tu trabajo pero eso no ha pasado o que si tienes un trabajo podrás pagar tu piso, lo cuál tampoco ha pasado... Y como he visto que las cosas que funcionaban no funcionaban, me he dado cuenta de que soy aversa a los cambios, a lo que no puedo predecir y no he experimentado.

¿Solo la incertidumbre del proceso?

Del proceso, porque como no sé cómo es y no lo he experimentado, no sé si voy a estar cansada, si voy a estar llorando todos los días, cuántas veces voy a vomitar… Cómo no sé hacer los cálculos y me he vuelto una persona que intenta calcularlo todo al máximo para asumir cualquier fallo o error que pueda venir, quiero predecirlo todo porque cuando no lo he sido ha sido malo (no siempre, pero muchas veces), necesito tenerlo todo calculado y eso me es imposible. Y me pasa a raíz del libro: me da pánico quedarme embarazada en realidad (silencio). ¡El titular!

Oye, ¿y con respecto a lo que nos decían antes de que nuestras abuelas o madres tenían una situación más complicada que nosotras y “salieron adelante”?

Eso me molesta mucho también porque es lo que decíamos antes del argumento regresivo y habría que ver qué es "salir adelante". Voy a poner en duda esa frase: ¿Qué es salir adelante? ¿Que no se murieron por la precariedad? ¿Fueron felices? ¿Se lo hemos preguntado a nuestras madres? ¡Es que no se lo hemos preguntado! Tú se lo preguntas a tu madre y qué te va a decir: pues sí, que te quiere, pero no sabemos el discurso íntimo que tendrán. Pues sí, la familia con dos hijos, el padre en paro, la madre trabajando en negro y en un barrio de pocos recursos también sale adelante pero: ¿de qué manera? ¿Esa es la idea de maternidad que queremos: la de salir adelante? Yo no quiero esa idea de maternidad.

Además la comparativa intergeneracional es muy tramposa: no necesito estar comparándome para saber que estoy mal. Si nadie está diciendo que estemos muchísimo peor, yo al menos. Decimos que estamos mal y a qué se debe este malestar. Si lo quieren ver bien y si no pues no puedo estar todo el día haciendo pedagogía de mi malestar, ya lo he cuestionado.

A todo esto, ¿se te han llegado a confrontar algunas ideas al escribir el libro? ¿Qué papel tiene el feminismo aquí?

El propio planteamiento del libro ya me obligaba a posicionarme o a reflexionar quién era yo como feminista, y qué aportaba yo con este discurso al feminismo. Es verdad que muchas veces lo he vivido con contradicción porque, se puede leer en clave como de idealizar la maternidad, ¡pero es que yo no la estoy idealizando porque no la he experimentado! Yo lo que quiero es poder cometer mis propios errores, si me arrepiento, quiero hacerlo porque yo lo he decidido, no porque se me ha impedido y entonces se me ha evitado una maternidad de la que luego yo me voy a arrepentir.

Parece que enunciar la queja o hablar de la precariedad desde el deseo de maternidad, y esto me lo planteaba la periodista de ‘El Salto’ que me hizo una entrevista, es un poco hacerle el discurso a la derecha. Es como cuando se casó Rita Maestre y la decían: “Sí, sí, muy de izquierdas y muy feminista pero luego te casas y apoyas esa estructura tradicional del matrimonio”. ¡Es que el feminismo no va de eso! No va de que todas las cuestiones de tu vida personal las vivas desde el posicionamiento, no solo político, sino subversivo. ¡Olé quién lo haga! Pero si yo quiero tener un hijo y no quiero casarme, no soy menos feminista por ello. Sería menos feminista si pensase qué es la estructura ideal, que no hiciese las lecturas misóginas y tradicionalistas que hay detrás del matrimonio o de la maternidad, si dijese que lo ideal para la felicidad de las mujeres es que se casen y tengan hijos… Yo rechazo todo eso, y por una cuestión cultural, patriarcal y por más cuestiones, resulta que quiero tener hijos.

¿A quién va dirigido tu libro o quién te gustaría que lo leyese?

¡Ay a nadie! (ríe). No quiero tener que decirle a nadie: “¡Toma, lee mi libro!”

¿Y por ejemplo, y a todos aquellas personas que piensan que la “culpa” de que no se fomente la maternidad es de las mujeres y que solucionaría prohibir el aborto en lugar de poner más medios? ¿Quién debería leer tu libro para tomar conciencia?

Bueno creo que iría un poco por ahí... Creo que los líderes políticos, en general no es que debieran leer mi libro, sino que deberían leer los relatos de las mujeres que estamos emitiendo o enunciando o creando porque es una mirada que van a necesitar para construir el país que dicen que quieren construir y que puedan hacer una lectura más allá de lo que ya piensan o de cómo ven este invierno demográfico (esta bajada de la natalidad).

Entonces sí: si se trata como de construir algo real, tangible, político o un cambio, los políticos. Si hablamos de construir un relato feminista, entre mujeres, una nueva verdad, entonces se lo “recomendaría” a mujeres que estén pasando por una situación similar independientemente de que quieran hijos o no, sino que sientan que sus proyectos vitales están siendo sesgados por una cuestión estructural porque al final creo que somos muchas de nosotras.