Maximizando… La chaqueta de la Merkel
"A estas horas no sé cómo estará la prima de riesgo. A punto de estallar, seguramente. Miro de reojo y la veo en 541, máximos históricos
Desde hace tiempo todos ponemos la mirada en esa señorona llamada Angela, esa alemanota que Forbes la sitúa como la mujer más poderosa del mundo: la Merkel. Mientras los países y sus gobiernos suplican clemencia, ruegan ayuda, imploran un “deme argo” o invocan de rodillas un “a mi no por favor”, ella sigue impasible como la institutriz de un colegio de pago de los Alpes. Y lo hace vestida de Merkel porque es la única manera de definirla, siempre uniformada con esa chaqueta de cuatro botones y diferente color que ya no hay modista que la arregle. Ni estilista que la defina, ni que madrina la use. No veo a mi tía Pilar pidiendo en el cortinglés: “¿tiene algo de estilo Merkel?”. No, no la veo.
Maximizo la chaqueta de Angela Merkel más allá de la prima de riesgo porque no parece una vestimenta, lo que parece es una armadura untada de aceite sobre la que le resbala Grecia, Portugal, España y cualquier presidente que se le acerque. Ese blindaje de colores no es más que un caparazón de sentimientos. Una concha dura como las lapas que sin ninguna concesión a la feminidad se pone para ir a las reuniones del G8, Bundestag, Bruselas y demás. No va vestida, va revestida con ese peto unas veces rojo, verde, marrón o negro. Sin estampados, sin rayas, sin topos, sin alegría… va a lo Merkel.
Sólo una vez se puso escote, para la inauguración de la Ópera de Oslo. La prensa seria dijo “Merkel saca pecho”, la de colorines se infló y Mariantonieta se revolvió en su tumba. Tras aquel pechamen, la alemana decidió volver al blindaje tosco con el que recorta Europa. Esa prenda será recordada como la chaqueta de los recortes, la chaqueta de la crisis. Tiempo al tiempo.
Angela se hará mayor, irá a misas luteranas con sus amigas, se relajarán las primas, supongo, los países habrán cambiado sus modos de vida para sobrevivir a la crisis, los mandatarios serán otros, etc, etc, etc… Todo habrá cambiado, todo menos las chaquetas. Allí estarán, por riguroso y germánico orden cromático, como los pilares de la T4.
De la más clara a la más oscura. Y el día menos pensado, en una parada de bus, en una marquesina iluminada, veremos a una actriz que representará su vida como ha hecho Meryl con la Thatcher. Y sabremos que va de la Merkel porque una chaqueta de botones, sin ningún adorno, manga larga y cuello cerrado será el caparazón de la actriz del momento. The Iron Lady II, The Iron Lady Reloaded, The Iron Lady returns… Y le darán el Óscar. Y ojalá entonces la crisis sea sólo un recuerdo histórico, como su chaqueta.