Maximizando...la piel que habita Guillermo
Por más que lo mire sigo imaginando que lo voy a ver sentado en una horchatería de Cullera o Salou esperando que el camarero le traiga su granizado de limón. Es el tono de piel tan rosadito lo que hace que parezca un eterno turista de sangría y veraneo. Guillermo de Inglaterra. El pequeño William, por no hablar de su díscolo hermano Harry (más pink todavía).
Me lo imagino quemado por el sol y dándose friegas de aftersun al subir al apartamento. Ese justo momento de la tarde, previo a la cena buffet, en el que la ducha quita los restos de arena pero, sobre todo, saca a relucir todo el furor solar en forma de quemadura. Ayyyyy… La piel del príncipe se pone como la del resto de turistas, rosa granizado.
Me pasa con casi todos los príncipes europeos, que nos han salido rosa palo, amedrantados, sin fuerza… a medio gas. Van al ralentí de los tacones de las novias, ya mujeres. Maximizas la piel y les falta color. “Deme otra mano de pintura, por favor”, dice la genética real. Ellas, en cambio, son de armas tomar. Ellas son enérgicas, impetuosas, dinámicas, con brío, incluso bizarras. Las princesas herederas tienen todo esa fuerza que parece que les falta a ellos. Los rosa palo. No hay más que verles la piel: Letizia, Máxima, Catalina, Carlota, Mary, Victoria… Ya sé que el maquillaje ayuda, y no es cuestión de que los muchachos salgan a la calle con pestañas postizas porque si no el desfile de la Reina de Inglaterra parecería Priscila en el Desierto.
Maximizo la piel del príncipe, el hijo de Diana, y se queda pusilánime al lado de la lozana Catalina. ¿Qué fue de los príncipes azules? ¿Son todos rosas? De piel, hablo. No hagamos lecturas equivocadas. No me extraña que todas las miradas se pongan ahora en ellas, ELLAS. Las herederas o herederas de herederos.
La piel que habitan es laxa. Temerosa a los cambios o consciente de ellos y por eso ELLOS, no terminan de coger color. Maximizo solamente la de Guillermo que se va decolorando mientras su padre también se decolora a la espera de que la reina más longeva de Palacio busque otro paraíso. El tiempo los convierte en turistas accidentales de su propio destino, tan rosas, tan apagados, tan… azules.