"Cayetana combina tan bien esa flor como un Martini seco con aceituna"
Ya sé que leído así parece una novelita de Jazmín con corazón en la que una bella dama pierde la virginidad tras caer en manos de un apuesto príncipe varonil y de manos amplias, ya se sabe. Pero no, me refiero a esa otra flor de la Duquesa, la que se ha convertido en La Flor de su Secreto. Ese pequeño souvenir, más o menos excéntrico y goyesco, que siempre lleva prendido de ese bendito cardado. Digo bendito porque resulta tan blanco como la espuma del mar mediterráneo y uno cree que pueden aparecer barcos piratas y veleros de mucha eslora cuando se gire a mirarte. Sobre esas olas blancas de temperamento y brío aristocrático nuestra Duquesa, la de Alba, siempre deja nacer una flor. No elige dos, ni siquiera diademas, ni tiaras, no. Su afición por la botánica textil es una, grande y libre. La flor que parece guardar el misterio de su vitalidad.
Miro bien las fotos y pienso: ¿se pone la flor primero? ¿se viste después? y … ¿cuándo elige la flor? ¿existe un cajón lleno de flores en el Palacio de Liria y otro en Sevilla? ¿qué vino antes, la flor o el marido? Y ahí andamos, en la duda que mortifica a fotógrafos y mortales. ¿Será esa flor el secreto de su vitalidad? Unas veces granate, otras gris –como en los premios Naranja y Limón- otras verde limón, verde agua, verde que te quiero verde. El caso es que Cayetana combina tan bien esa flor como un Martini seco con aceituna, como un vermú de mediodía, como un gin de media tarde.
La flor de la Duquesa es el microchip en el que guarda la llave de su misterio; tal vez como en la película de Ron Howard, Cocoon, esa florecilla prendida del cardado que mantiene Peque –una peluquera madrileña donde van pijas y señoras y viceversa- lleva agua bendita con la que vivir y enterrar maridos y salir indemne de nueras, sindicatos del campo y gobiernos.
Ella, la Duquesa, tiene algo de coqueta, algo que va más allá de combinar cada flor con las medias de rejilla, con los zapatos, con los collares, con las chaquetas… Maximicemos desde hoy. No perdamos de vista esa flor, tal vez esconde el Santo Grial de la Casa de Alba. El día que Cayetana pierda la flor, mal amén.