Esta gama de preciosos cristales de superlujo ha pasado de ser un icono de elegancia y distinción a pervertirse hasta el extremo de parecer choni y hortera
El refranero popular es sabio. Hartos estamos de escuchar una y otra vez frases hechas como “lo bueno si breve, dos veces bueno” o “lo poco gusta, lo mucho cansa” y esto es extrapolable al mundo de la moda, la elegancia y el estilo. Últimamente estamos asistiendo a un exceso continuo del uso, o más bien abuso, del cristal de Swarovski.
Esta gama de preciosos cristales de superlujo ha pasado de ser un icono de elegancia y distinción a pervertirse hasta el extremo de parecer choni y hortera. Para desgracia de los admiradores de esta marca tan sofisticada el mercado del lujo de los nuevos ricos, las imitaciones de mercadillo o la sobreexposición de la marca la ha alejado de la elite de la elegancia para acercarla peligrosamente al logo del conejito de Playboy o al de la discoteca Penélope.
Lo mismo le ha ocurrido al uso de la imagen de Marilyn Monroe o Marilyn MonroeAudrey Herpburn, que han sido tan pervertidas que ahora tener un cuadro de ellas en casa está al nivel de tener una bandera del Che Guevara o una pitillera con la cara Bob Marley. O sea, un horror.
El hecho de que su exceso haya jugado en contra de la marca no quita que el uso con mesura de joyas y complementos con incrsutaciones de este lujoso cristal atente contra las normas del buen gusto. Todo lo contrario: un toque de Swarovski bien elegido y mejor combinado realza cualquier belleza natural.
Sólo hace falta ver qué bien llevan complementos con incrustaciones de tan preciado cristal figuras de la talla de Dannii Minogue, la hermanísima de nuestra querida Kylie, o nuestra ambición rubia patria, Dannii MinogueKylieMarta Sánchez.
El principal problema que ha tenido el exceso del cristal de Swarovski sobre su concepto de elegancia ha sido, quizás, su excesiva presencia en los mass media. Todo empezó cuando Britney Spears Años después nuestra Soraya Arnelas hizo lo propio para su modelito de Eurovisión y la tacharon de “patinadora”.
Más recientemente Jennifer Lopez se vistió de forma semejante para restregar su trasero sobre el paquete de Pitbull en una entrega de premios. Lo opuesto a la elegancia.
Otro ejemplo del superávit mediático de la firma es que una conocida publicación dedica con frecuencia un número al lucimiento de estos cristales y no siempre consigue portadas que destilen verdadero lujo. ¿Estamos de acuerdo en que estas tres bellas actrices no tienen el guapo subido tan ceñidas y acristaladas en estas portadas? Más que embajadoras del lujo, parecen aficionadas al bodypainting...
Y es que no puede haber Swarovski por doquier. De hecho, no tenemos del todo claro donde sí debe ir, pero sí donde no debe aparecer el cristal de Swarovsky bajo ningún concepto:
En definitiva: El cristal de Swarovski puede seguir siendo 'chic' pero en su justa medida. Y es que diga lo que diga Alaska no siempre 'más es más'.