La vida actual de Carmen Martínez Bordiú: su retiro dorado junto al mar y en una mansión
Los españoles tenemos a nuestra particular Greta Garbo y no es otra que Carmen Martínez Bordiú. La icónica Carmencita, que el pasado febrero cumplió 72 años, decidió hace un tiempo retirarse de manera permanente de la escena pública y, como en el caso de la actriz sueca, su desaparición no ha hecho más que alimentar su mito. Actualmente reside en Portugal junto con su novio, 34 años menor que ella.
Vive en una mansión cerca de Lisboa
Carmen y Tim McKeague, que así se llama su pareja, viven felices en Sintra, un coqueto y exclusivo municipio situado a las afueras de Cascáis, cerca de Lisboa. La pareja disfruta de su amor y de su anonimato luso en un chalet de 600 metros cuadrados y otros 2.000 de parcela con piscina climatizada y construido cerca del mar. Allí también se dejan ver de vez en cuando en eventos de la sociedad portuguesa.
La vivienda de la pareja tiene tres habitaciones —la suite con vestidor de Carmen es de 70 metros cuadrados—, amplio jardín y está en una zona muy tranquila. Desde allí Martínez Bordiú viaja con frecuencia a Burdeos y Madrid para ver a sus hijos y nietos. En esta idílica localización ella y su novio neozelandés hacen vida de lo más vacacional: ella practica senderismo y él, surf.
Vacaciones en Vejer
“Solo pido que todo el mundo se olvide de mí. Quiero desaparecer", decía Carmen Martínez-Bordiú a la revista 'Hola' hace casi cuatro años. Tras la muerte de su madre y con todo el revuelo generado a partir de la expropiación del Pazo de Meirás, la duquesa quiso abandonar el territorio nacional.
Una de las últimas apariciones públicas de Carmen tuvo lugar en territorio portugués. La nieta del General Franco acudió el pasado verano a la boda de dos celebridades de la aristocracia lusa. Allí, entre los 200 invitados del enlace, tuvo la oportunidad de reencontrarse con viejas amigas como Nuria González, mujer de Fernando Fernández-Tapias, Miryam Abascal o Isabel Preysler. Tras el evento se le vio en Vejer de la Frontera (Cádiz) donde fue inmortalizada por el simpático taxista que la trasladó en sus trayectos.