Aunque pudiera no parecerlo, lo cierto es que la familia real es una fuente inagotable de momentos que provocan la viralidad y el chascarrillo. El último fue el peculiar saludo que la infanta Elena tuvo con su padre, don Juan Carlos, en la celebración de su 60 cumpleaños. Después de darse dos besos y de que doña Elena ejecutase la tradicional reverencia, padre e hija se realizaron mutuamente la señal de la Santa Cruz en la frente. Después chocaron manos y puños y finalmente se dieron un par de palmaditas en el hombro. Una extraña coreografía que ha corrido como la pólvora por las redes sociales. Recopilamos otros instantes también caracterizados por su viralidad.
Hace unas semanas era la complicidad de la princesa Leonor con dos de sus compañeros de la Academia Militar de Zaragoza la que pasó de whatsapp en whatsapp. El instante en el que la heredera, con una gran sonrisa, recibía a varios de sus compañeros ante la atenta mirada de sus padres, con evidentes nervios provocó sensación y las teorías sobre si había algo más que amistad con alguno de aquellos jóvenes fue tema habitual de las tertulias en todo el país.
Menos inocente fue aquella imagen de su prima Victoria Federica fumándose un piti sobre un patinete. La imagen data de 2018 y también corrió como la pólvora. La hoy influencer acababa de cumplir 18 años y se apuntó entonces que mostraba, con sus ademanes, el arquetipo de la juventud perezosa y poco saludable.
Su hermano Froilán también la ha liado parda en muchas ocasiones pero en la memoria colectiva está su patada infantil durante la boda de don Felipe y doña Letizia. Lo vio todo el mundo a través de la retransmisión en directo del enlace: en plena ceremonia, el hijo mayor de la infanta Elena propinó un puntapié a Victoria López-Quesada y Borbón-Dos Sicilias, otra de las niñas que hacía de paje. Tenía solo seis añitos, pero ya apuntaba maneras. Luego vendrían peinetas, fiestas ilegales y un largo etcétera de viralidades menos entrañables.
El rey emérito, don Juan Carlos de Borbón, pasará a la historia por su papel en el trono, por su ejemplar manejo de la transición y por la penetración en el vocabulario popular de algunas de sus frases. "Me llena de orgullo y satisfacción", "¿Por qué no te callas?" o aquel "Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir" son buen ejemplo de ello.
Los reyes Felipe y Letizia también tienen un buen arsenal de momentos de esta naturaleza. Hace unos meses protagonizaron una simpática imagen en Cádiz cuando el Jefe del Estado se animó a tocar el cajón con un grupo flamencos. Tuvo lugar en el marco del Congreso de la Lengua que la capital gaditana acogió el pasado mes de abril. Tampoco podemos olvidar el mítico "déjame terminar" que doña Letizia le soltó a su entonces novio durante su primer acto en sociedad como futura princesa de Asturias cuando comparecían ante los medios en noviembre de 2003. En el imaginario colectivo también está aquel duelo de estilo con Carla Bruni en la escalinata de Moncloa o el afectuoso encuentro de la Reina con la escritora María Bustos Góngora.