El que fuera duque de Lugo y esposo de la Infanta Elena, Jaime de Marichalar (Pamplona, 1953), reaparecía esta semana en público junto a su hija, Victoria Federica, en un desfile de la Semana de la Moda de París. Hacía ya mucho tiempo que no le veíamos el pelo al que fuera el primer yerno del Rey Juan Carlos. ¿Quieren saber cómo le va? Sigan leyendo…
Jaime de Marichalar tiene en la actualidad 60 años y, aunque mantiene secuelas de aquel ictus que padeció en las navidades de 2001, se mantiene en relativa buena forma. Continúa trabajando como comercial del sector del lujo: ejerce de consejero de varias firmas del gigante LVHM, empleo que compagina con la dirección de una marca de sastrería a medida y las relaciones públicas de otra firma dedicada al calzado de alta gama.
Alejado de la vida pública y apartado de todo lo referente a la Familia Real, no realiza declaraciones públicas desde el año 2018, fecha en la que concedió una entrevista a Vanity Fair en la que hablaba de estilo. Cuentan sus allegados que su tiempo libre se lo dedica prácticamente a sus dos hijos: Victoria Federica, de profesión influencer, y Felipe Juan Froilán, afincado en Abu Dabi con su abuelo después de protagonizar sonoros escándalos en la noche madrileña. De su vida sentimental no hay noticias: ni novias, ni novios tras su ruptura con la Infanta.
Jaime de Marichalar llegó a la vida pública cuando ya tenía 30 años. Le pusimos nombre y cara el mismo día que la Casa Real anunció su compromiso con doña Elena, el 24 de noviembre de 1994. Tras su boda en Sevilla en la primavera del 95, la primera boda real española en casi un siglo, la pareja se mudó a París donde él trabajaba en banca y vivieron con discreción.
La infanta y su entonces marido regresaron a Madrid en 1998 y ahí tuvo lugar su gran revelación como icono mediático. Jaime empezó a ejercer de estilista de su mujer y la introdujo en las marcas más ‘chic’ del lujo francés. Su inconfundible estilo también provocó sonoros tituales como aquella vez en la que se dejó ver con unos pantalones de estampados imposibles o su gusto por las pashminas de estilo Pantoja.
Su rollo elitista llegó a la cumbre después de padecer la isquemia cerebral. Fue entonces cuando los paparazzis lo fotografiaban en patinete eléctrico décadas antes de que se pusiese de moda o hablando por teléfono a través de auriculares mucho antes de que la ciudadanía implementase esa costumbre.
Su desaparición mediática (y el abandono de su trayectoria financiera para centrarse en la moda) coincide con su separación oficiosa de la Infanta Elena. Corría el año 2007 cuando el Palacio de la Zarzuela usaba eufemismos utilizando la fórmula de “cese temporal de la convivencia”. Tras la ruptura alternó tímidamente con algunos nombres de la alta sociedad como las hermanas Koplowitz o su amiga íntima Naty Abascal.