La princesa Carolina de Mónaco cumple hoy la rotunda cifra de 60 años. Durante estas seis décadas hemos conocido a una mujer polifacética, elegante, enamorada y desdichada. Oteradas radiografía hoy las seis décadas de este icono de estilo. Carolina Grimaldi, irrepetible.
Como si fuese la culminación de un cuento de hadas, Carolina llegó al mundo un 23 de enero de 1957 como fruto del amor entre una estrella de Hollywood, Grace Kelly, y el Príncipe Rainiero II de Mónaco. Desde pequeña llamó la atención por su estilo propio y en todas las fotos de su infancia destila elegancia. Era el ojito derecho de su padre, quien desde pequeña le llamaba ‘Carine’.
La impresionante belleza de su madre le generó algunos complejos en su infancia. Ella misma reconoció que, al lado de Grace, "se sentía como el patito feo". Cuentan los cronistas de la época que pese a su educación tenía un fondo travieso y que todo lo que no despuntaba como estudiante lo hacía como bailarina y amazona.
Con la adolescencia llegó la rebeldía. Aunque se matriculó en la carrera de Psicología se dejó llevar por la vida bohemia. Fue una royal pionera mostrándose en compañía de varones en actitud ‘festiva’ o en lucir ropa provocativa o recibir el verano con bañadores atrevidos. En 1976, con tan sólo 19 años, comenzó a dejarse ver con Philippe Junot, de 35, a quien en la Costa Azul, se conocía como 'Emperador de la Noche'. Este vividor, juerguista y mujeriego consiguió desposar –en contra de su familia- a su Alteza Madame Carolina Grimaldi.
El matrimonio duró un suspiro y la separación llegó en 1980. Tras este divorcio, la tragedia que llegaría a su vida de manera recurrente. Con la muerte de la princesa Gracia pudimos descubrir a la princesa doliente y abatida por la triste desaparición de su muerte. Poco después la felicidad llegaría a su vida de manera fugaz de la mano de su segundo marido Stefano Casiraghi, padre de tres de sus hijos, y que la volvería a dejar rota en septiembre de 1990 cuando fallecía a los 30 años en un accidente náutico.
El dolor fue tan grande que la princesa se retiró durante dos años de la vida pública y llegó a perder hasta el pelo. Ni siquiera aquello pudo con su belleza serena, una vez recuperada del duelo la pudimos ver, aún sin pelo, dando clases de elegancia con pañuelos y turbantes.
Tras un breve affaire con el actor Vicent Lindon, Carolina volvió a lo grande a primera línea de portada: reconvertida en Princesa de Hannover. Ernesto de Hannover, príncipe díscolo como fue ella en su adolescencia la conquistó en su madurez. En 1999, el mismo día en el que cumplía 42 años y embarazada de su hija Alexandra, se casaba en una íntima y secreta boda civil.
El matrimonio estuvo plagado de polémicas a causa del mal carácter Ernesto y su afició a la bebida. Para la historia quedará la imagen de Carolina llegando a la boda de Felipe y Letizia sola y cabizbaja mientras su marido ‘dormía la mona’ en el hotel . El matrimonio se separa de mutuo acuerdo en 2009, cuatro años después de la muerte de Rainiero, aunque a día de hoy siguen sin estar divorciados.
Los últimos diez años de la princesa han estado encomendados a ejercer de madre y abuela. Afincada en París, la princesa luce una belleza serena libre de botox y la que fuera musa de Karl Lagerfeld vive entregada a sus tres nietos: Raphaël, de tres años, hijo de Carlota; y los dos hijos de Andrea y Tatiana Santo Domingo, India y Sacha, de uno y tres años. Carolina será abuela este año por cuarta vez cuando nazca el primer hijo de Pierre y Beatrice Borromeo.