Maltrato, pobreza, armarios y pérdidas: la vida de Blas Cantó más allá de los escenarios
Blas Cantó, de 30 años, cumple este sábado un sueño. El cantante murciano representará a España en el Festival de Eurovisión. Se trata, para él, de un momento de enorme felicidad: un premio que le da la vida después de muchos palos y sinsabores. Una infancia complicada y una adolescencia en la mentira le han llevado a vivir una juventud en el que la fragilidad de su salud mental, de la que habla abiertamente, ha sido una constante.
Todas estas vivencias marcaron el carácter del artista. Sus canciones son claro reflejo de su personalidad sensible, algo de lo que Europa entera será consciente gracias a su participación en el Festival de la Canción, donde tratará de llevar a la delegación española a lo más alto de la clasificación con su tema 'Voy a quedarme'.
Una infancia en la pobreza
Su madre lo tuvo cuando tenía 19 años y su padre le daba malos tratos: “Yo era muy niño y no vi nada, pero sé que sucedieron. Cuando lo tienes cerca te conciencias más”, explicó Blas a Diez Minutos. Aquel hombre los abandonó cuando tenía pocos años y la madre lo crió sola. “Cuando mi mamá se separó éramos pobres de solemnidad, certificado con un papel que ya no existe, antes se decía así. Y las monjas nos ayudaron mucho, recuerdo que nos daban comida de Cruz Roja”, recuerda. La mujer siempre se sacrificó por él, teniendo que mudarse para comprar una casa en otro pueblo con instituto y conservatorio, para que Blas pudiese desarrollar su talento.
A la ausencia del padre que Blas hay que sumarle la discapacidad de su madre: "Me vine con 17 años a Madrid y sobrevivía con el poco dinero que mi madre me mandaba". "Es cartera y gana poco, tiene los pies mal y no le dan la invalidez", lamentaba el cantante, que también habló de sus difíciles comienzos en la capital.
Pérdidas familiares
En 2017 Blas se reencontró con su padre pero tan solo tres años después, en mayo de 2020, fallecía. Blas anunció la trágica noticia a través de su perfil de Instagram. Acompañando a una instantánea del difunto a su lado cuando era un bebé, el representante de España en Eurovisión escribió unas demoledoras palabras: “Eras bueno, y todos lo sabíamos. Pero a veces tú no eras tú".
Tan solo seis meses después, el pasado diciembre, el COVID le arrebataba otro pilar: su abuela. El cantante volvió a recurrir a la redes para desahogarse y explicó que se encontraba “roto de dolor” por la pérdida, pero que necesitaba compartir que acababa de perder “a la persona más importante” de su vida. “Nunca le gustó que la llamara abuela, por eso, hoy, sigue siendo mi madre”, añadió en una emotiva reflexión. Para él, su abuela ha sido la persona que le ha “enseñado todo”, le ha criado y ha cuidado de él “de pequeño y de grande”.
Una identidad borrada
La música ayudó a Blas a sobrellevar los problemas de su infancia: participaba en concursos de talentos infantiles y llegó a ser finalista del mítico “Veo, Veo” de Teresa Rabal. En el año 2004 estuvo a punto de ir a Eurovisión Junior, pero la niña María Isabel se impuso en la preselección con su inolvidable “Antes Muerta Que Sencilla” que terminó consiguiendo el triunfo en el Festival.
En 2009 se integró en la banda de pop Auryn, con la que alcanzó el éxito musical. Sin embargo a pesar de los premios, las fans y los éxitos el joven vivía en una mentira: la industria no le permitía ser quien realmente era. Las letras de amor y deseo de la banda estaban dedicadas a mujeres y, para mantener la maquinaria promocional, Blas tenía que mostrar una masculinidad que no iba con él.
La liberación llegó tras la disolución de la banda y el inicio de su carrera en solitario. Salió del armario en directo en el plató de Sálvame cuando presentaba sus primeros temas: “¿Esta canción es de una ex?", le preguntó entonces Lydia Lozano. "De un ex", le corrigió rápidamente Cantó para no llevar a equívocos. Elegante y directo.
Complejos y salud mental
Todo este maremagnun de sinsabores han llevado a que Blas atesore inseguridades de todo tipo. Su nariz siempre le generó complejo y ha pasado hasta dos veces por el quirófano para cambiarla y no descarta una tercera. Eso sí, se lo toma con humor: “La tercera, llegará cuando tenga que llegar. Parece la Sagrada Familia”, dice.
Blas tampoco ha ocultado que desde pequeño ha acudido al psicólogo y en 2018 explicaba en sus redes sociales que pasaba por una depresión: “Últimamente no he pasado una buena etapa. Estaba deprimido, sin muchas ganas de nada. Sentía que todo se estaba demorando demasiado, que no tenía ilusión por lo que hacía", confesaba en una intrastory.
El confinamiento, la cancelación de Eurovisión 2020 y las muertes familiares supusieron la puntilla a la salud mental del murciano. Blas confesó en “Todo Es Mentira” que la depresión volvió durante los peores días de la pandemia: “El confinamiento no me vino muy bien, tenía mucho trabajo y muchos compromisos que se vieron truncados… Además, estaba perdiendo a mi padre. La música me ha ayudado mucho en ese momento, que, además, perdí a mi abuela por el coronavirus”, explicaba el artista.
Eurovisión como catarsis
La participación de Eurovisión es para Blas un sueño cumplido que tampoco está exento de tragos amargos: su canción es muy plana e insípida según los expertos y las apuestas de pago auguran un batacazo histórico en las votaciones.
Para colmo la televisión noruega ha criticado su propuesta con mordacidad: "Ese tema fue el mejor de los dos que presentó, quizá ya te diga algo", dijo una de las comentaristas en tono irónico. "La canción es muy lineal pero al menos pone un falsete al final, así que se lleva unos pocos puntos más por mi parte", opinaba otro, también en tono despreciativo.
Todo esto no ha sentado bien a Blas que, parafraseando a Rociíto, ha dicho que ha tenido que “reconstruir su alma para seguir vivo”