Rocío Carrasco ha anunciado su boda con Fidel Albiac en la portada de 'Hola'. En una entrevista exclusiva, desgrana que será una boda íntima, probablemente civil (aunque tiene la nulidad esclesiástica) y que el vestido de novia correrá de la mano del siempre elegante Hannibal Laguna. Nada que ver con su primera boda: han pasado casi veinte años desde el anterior desposo de la que entonces era una modelo de hipermercado que conocíamos como Rociíto. Dicen los historiadores que conviene recordar el pasado para no cometer errores en el futuro; así que, en firme compromiso con la memoria histórica, quiero recordar con ustedes aquel bodorrio benemérito-folclórico que nos alegró la primavera de 1996 y, de paso, analizar cómo ha cambiado la vida (la de ella y la de todos nosotros).
Estilismos atroces: exceso de brillos y pedrería en 'Yerbabuena'
La estética de Rocío Carrasco se ha refinado considerablemente con el tiempo. La elección de Laguna como encargado de su traje de novia así lo evidencia.
Sin embargo, en los tiempos de su primer matrimonio el criterio fue diametralmente diferente: la novia llevaba encima un postizo firmado por el inefable ‘Rupert’, uñas de porcelana, lentillas de color y un vestido diseñado por un tal Antonio Ardón. Semejante dimensión de complementos, dorados y ornamentos harían palidecer a musas del barroco contemporáneo como Ylenia Padilla o Terelu Campos.
Boda de 'penalty'
Mucho ha cambiado la sociedad española en poco menos de dos décadas. La primera boda de Rocío Carrasco se precipitó “porque la niña se había quedado embarazada”, según dijo la familia. El escándalo por aquella época resultaba notable y la joven contraía matrimonio en pecado mortal. España es ahora otro país: hoy en día el estado de buena esperanza no resulta definitivo para acelerar unas nupcias, en todo caso para retrasarlas para que la novia recupere su figura y el churumbel lleve las arras.
La familia y uno más
El bodorrio noventero de Rociíto con Antonio David congregó al clan Jurado en su máxima expresión. 'La Más Grande' ejerció de gran anfitriona junto a su marido, José Ortega Cano. Junto a ellos: Pedro Carrasco, Raquel Mosquera, Rosa Benito, Amador, Chayo… Nada queda de esta estampa familiar: tras los fallecimientos de Rocío Jurado y Pedro Carrasco, el clan se ha desintegrado.
Repasando la historia un poco por encima, encontramos que Ortega Cano ha cumplido prisión por homicidio, Amador y Rosa se han divorciado 'en directo y por fascículos' y ahora ella recorre España con un espectáculo musical mientras él pone copas en Chipiona, Raquel Mosquera alterna ingresos hospitalarios con novios africanos… Habrá esta vez muchas ausencias sonadas. Por no acudir, tampoco lo hará su hija, la niña que en aquella primera boda llevaba en sus entrañas. ¡Ay! ¡Si Rocío Madre levantase la cabeza!
Exclusiva millonaria en pesetas
La economía ha cambiado radicalmente desde aquella boda. Rocío Carrasco se embolsó entonces 40 millones de pesetas por la exclusiva (240.000 euros de entonces). Era la época de la burbuja inmobiliaria y el aznarismo. Ahora que vivimos aún bajo el yugo de la crisis y el ‘low cost’ resulta improbable alcanzar esas cifras. El precio de los posados nupciales han bajado a una barbaridad: hasta una quinta parte de lo que se pagaba en los años 90, dicen los expertos.
De ‘neofamosilla’ a estrella de la Primera División
Rocío Carrasco juega en la Liga de las Estrellas de las famosas del papel cuché. Sin embargo, cuando tuvo lugar su matrimonio con Antonio David se la consideraba una celebridad de gama baja que poco menos que quería ‘vivir del cuento’ sin mayor mérito que ser la hija de una tonadillera que frecuentaba el plató de 'Tómbola'. El mercado de la prensa del corazón ha evolucionado y con él el concepto que se tiene de Rocío Carrasco y la manera de ésta de gestionar su imagen pública: dónde antes había sobreexposición, ahora hay profesionalidad y también privacidad.