De Eugenia Martínez de Irujo, se pueden decir miles de cosas, alguna tal vez no demasiado positiva. Pero jamás se le podrá tachar de incoherente. Eugenia, no miente, no vende lo que no hay y su rostro trasluce siempre lo que vive. Y últimamente, su cara no es la alegría de la huerta. Eugenia está triste ¿Qué le pasa a Eugenia?
La duquesa de Montoro, ha sido siempre la niña mimada de la casa de Alba, pero ella, como su madre, no se ha resignado jamás a su papel “florero”; se ha permitido ciertas rebeldías y ha luchado siempre por lo que ha querido. Y así lo ha hecho con todo: Desde la inclinación hacia los toreros –cosa que también comparte con la Duquesa de Alba- hasta llevar la vida que desea, sin traicionar sus creencias más personales, ni su peculiarísimo gusto a la hora de llenar el armario.
Se casó con Fran Rivera, su gran amor, en una boda multitudinaria y más propia de una princesa que de una noble. Tuvieron una niña, Cayetana, que hoy tiene 13 años y es quien da sentido a la vida de Eugenia.
Fran y ella formaban una pareja envidiable, una alianza perfecta de complicidad, amor y fama. Ambas familias participan y han participado siempre de la vida social y las páginas rosas de nuestro país, con lo que, el matrimonio se convirtió en la gran fiesta de la prensa rosa.
Todo era perfecto, o al menos lo parecía. Hasta que al poco de la separación, el propio Fran Rivera –más famoso por sus gestas sentimentales y por medir sus apariciones mediáticas, que por sus triunfos toreros- aclaró que el “problema” había sido su infidelidad. Concretamente “sus infidelidades”.
Evidentemente, no todo era tan bonito y perfecto como parecía, y si la pareja tomó la decisión de separarse, debió ser muy doloroso para ambos. En ciertas situaciones da exactamente igual la fortuna, el patrimonio o la fama. Ambos lo pasaron muy mal.
Al cabo de los años, recuperaron la cordialidad. El torero se dejó ver con unas y otras, encadenando parejas y manteniendo la amistad con su exsuegra Cayetana de Alba. Incluso llegó a tener una relación estable con la prima de su exmujer, Blanca Martínez de Irujo.
Entre tanto, a Eugenia se le conoció un solo novio: Gonzalo Miró.
Era habitual verlos en presentaciones y playas, de paseo o en embarcaciones… Durante un tiempo (la relación duro cuatro años), reinaron como la pareja de moda, y a Eugenia era habitual verla sonriendo y feliz.
Desde que la relación terminó allá por 2009, a Eugenia se le han conocido amores fugaces, pero ninguno de peso.
Si el grueso del pueblo se empeña en marcar que la felicidad de una mujer, se da sólo estando en pareja, tanto más ocurre con las famosas ¡Qué empeño en que necesite un hombre a su lado para ser feliz! Eugenia, independiente, sociable y segura de sí misma, ha demostrado que su familia y sus amigos pueden ser la compañía perfecta.
Es habitual verla rodeada de amigos en celebraciones o excursiones playeras.
Este verano, disfrutó del sol del sur con Pepón Nieto o Mariola Orellana, por ejemplo:
Sin embargo, y a pesar de tener una vida en apariencia llena y feliz, algo se ha truncado. El semblante de la duquesa de Montoro se ha vuelto más serio, incluso triste.
En efecto, ha sufrido la gran decepción de su vida. Fran Rivera ha reclamado la custodia de la pequeña Cayetana para llevársela a vivir a Sevilla con él y su actual pareja, Lourdes Montes.
Además de crear una tensión del todo innecesaria, el diestro ha provocado la ruptura total de la cordialidad que había entre los Rivera y la casa de Alba. La propia matriarca Cayetana, ha mostrado su frontal rechazo al que fuera su yerno favorito. La situación es muy tensa, y Eugenia lo acusa en su rostro. En la primera vista en el juzgado estaba descompuesta, pétrea, no se quitó siquiera las gafas de sol.
La niña, que reside en Madrid con su madre, está siendo sometida a un peritaje psicológico a petición de Fran Rivera para que se dictamine, en apenas unos días a quién corresponde la custodia.
Pongámonos en el lugar de Eugenia. Una madre que vive feliz educando a su hija, que mantiene una buena relación con su ex (y lo defiende en público con garras y dientes) y no necesita de nadie para salir adelante. De pronto se encuentra con este “marrón” a todas luces innecesario. ¿Qué persigue Fran? ¿Por qué ahora? ¿No podían hablarlo entre ellos y con la niña para organizarse?
En estos días se encuentran inmersos en pleno proceso judicial, sin duda los días más duros, y de los que ella no se hará eco en los medios. Es evidente que Eugenia lo está pasando mal. Como he dicho, podrá tener miles de defectos, pero es una mujer transparente y cercana, a la que le diferencia del resto, el haber nacido en muy alta cuna, hecho éste que ella trata de limar.
Como su madre, refleja en su atuendo la sencillez y su peculiar visión del gusto. Particularmente no me gusta nada como viste, y me molesta bastante cuando editoriales de moda, aspirantes a pijas o gente vil en general, alaban el buen gusto de la duquesa y su hija. ¿Lo harían si fueran plebeyas? Estoy segura de que no, la mayoría agasajan el dinero, el patrimonio y el poder.
Yo prefiero admirarme de la exquisitez de Eugenia, que bien podría ser una millonaria insoportable y exhibicionista, y sin embargo es una discretísima madre, que sufre y padece como las demás. Eso es clase, y no la ropa que lleve.