Los Goya o las bodas de la realeza. Cualquier lugar es bueno para lucir la tendencia
Rellenitas como las cariátides de Atenas o escuálidas como las actrices que interpretaron a estes y otros mitos griegos. Independientemente de su forma física, las famosas se han puesto de acuerdo en devolver el estilo griego al podio de las tendencias. Y nos alegramos. De verdad que sí. Para una tendencia que (a priori) sienta bien a todas...
Es cierto. Parece complicado fallar con un estilismo griego. Y aún así, llegan nuestras estrellas del cine y te sorprenden con su capacidad de afear lo inafeable. Pongamos por caso los Goya, que aún están frescos. ¿Qué demonios hacía Lucía Jiménez con ese vestido de Pedro del Hierro al que parecía que el elástico en la cintura se lo había puesto, como un remiendo de última hora, su abuela? Es más, si se fijan, todo el problema del modelito sucede desde ese punto hacia abajo. Es fascinante ver cómo la tela dorada se transforma en mesa camilla. ¿Quieren ver cómo llevar con gracia un modelo dorado? Echen la mirada a Jessica Chastain y su Oscar de la Renta en los últimos Bafta y aprenderán.
Menos mal que para contrarrestar los errores locales en los Goya estaba Elena Anaya (inserten suspiro aquí) con un Lanvin delicioso en tono hueso. Muy parecido, aunque un poco más tosco -hubo quien llegó a sospechar que era una sábana cualquiera bien colocada-, era el de Irene Visedo. Para entendernos: si el de Anaya lo hubiera llevado Angelina Jolie, el de Visedo se lo hubiera enfundado Jennifer Aniston.
Pero hay vida más allá de los Goya. A veces hasta es inteligente, como es el caso de Kelly Osbourne (podría morir por haber dicho esto), que rellenó de paillettes un divino vestido de Tony Ward. Por supuesto, y para compensar, no combinaba nada bien con su oxigenada melena. Pero eso es otra historia.
En los eventos de la realeza se encuentran más ejemplos de estilismo inteligente: la princesa Victoria de Suecia eligió un vestido en tonos maquillaje para la boda de Alberto de Mónaco (eso sí, su gran momento griego fue la noche antes de su boda) y Doña Letizia rindió honores al azul de la bandera helena en la boda de Nicolás de Grecia. Ambas con soberbios resultados.
Para que haya vida inteligente, lamentablemente es preciso que alguien ejerza de contrapeso. En el mundo de los vestidos griegos, el dedo apunta a Rosario Dawson. La mezcla de conceptos (griego, estampado de flores, rojo elegancia y lentejuelas) acabó en desastre estilístico hace tan solo unos días en el baile de la ópera de Viena. Ni la firma de Salvatore Ferragamo sobre la prenda salvó a la actriz de la hecatombe. Ya lo saben: sienta bien a todas, pero hay que saber elegir.