Si la tendencia de vestir mono era ya de por sí cuestionable, el hecho de que a muchas cantantes y actrices les haya dado por comprar la talla XXS rellena de brillantina y enfundárselo no acaba de ayudar a superar el martirio. Muy al contrario, agrava los hechos.
Por ejemplo, ¿qué necesidad tiene Katy Perry de convertirse en estrella de funda color carne y Swarovskis para sus conciertos? Además, cuando se da la vuelta se le ve una cremallera que le hace parecer una muñeca hinchable. Lo dicho: ninguna necesidad.
Quizá le copió el estilismo a otra diva del brilli-brilli. Jennifer López no presenta reticencias a la hora en convertirse en el chorizo Revilla de los escenarios, con un curioso gusto urracil por las piedras preciosas. Así, como demostrando poderío y enseñando jamón. Aunque antes de ella ya lo había hecho una lasciva Britney Spears pre-crisis psicótica.
También Lady Gaga ha hecho sus pinitos con esto de los monos ajustados y transparentes (bueno, en realidad ¿con qué no ha hecho sus pinitos estilísticos), en algunos casos ha ido a lo obvio, pero otras ha preferido ceñirlos de brocado.
Pero, si hay alguien a quien la fiebre le pasará factura cuando se vea de mayor, esa es Nicki Minaj. Con semejante pandero, ¿cómo se le ocurre? Definitivamente su estilista y ella no acaban de llevarse bien, y la revancha la va ganando la estilista. Sea como fuere, los desfalcos estéticos parece que se estan convirtiendo en la norma estos días.