El pasado 22 de abril, Simone Biles y Jonathan Owens se dieron el 'sí, quiero' en Houston, Texas, para legalizar su matrimonio. Ahora, unos días después de firmar, los deportistas han celebrado una idílica boda que en México, en el Cabo San Lucas. La medallista olímpica de gimnasia rítmica, que tiene 26 años, y el jugador de fútbol americano, que tiene 27, se conocieron hace tres años a través de una aplicación. "Lo hice. Oficialmente ya soy una Owens. Eres mi persona favorita para el resto de mi vida. Te quiero", escribía ella.

Su relación no ha sido fácil. Cuando se vieron por primera vez, Owens aseguró que "no sabía" quién era Biles, algo que gustó mucho a la deportista. Su historia de amor comenzó sin intereses y eso es lo que han demostrado a lo largo de los tres años de relación que se han sellado con una romántica boda. En los últimos años, la vida de Owens ha sufrido algún que otro revés: sus últimos JJ.OO., su retirada del mundo deportivo o los juicios contra el parón judicial frente a las acusaciones de agresiones sexuales de Larry Nassar.

Para su boda en México, Simone Biles ha lucido cuatro diseños que en los que ha trabajado personalmente Sharon Sever, director creativo de Galia Lahav. Él fue el encargado también del diseño que Beyoncé llevó cuando renovó sus votos con Jay Z en 2018. Otro de ellos, el que lució Nadia Ferreria en su boda con Marc Anthony.

"Trabajar con Simone en su día mágico ha sido absolutamente increíble y estamos muy agradecidos por la confianza que ha depositado en Galia Lahav para hacer que el día de su boda fuera tan especial como lo fue. Es un ser humano tan hermoso por dentro y por fuera. Ha sido tan increíble conocerla y ser parte de su viaje de bodas. Te amamos Simone y te deseamos una vida de felicidad y amor sin fin", dijo la firma.

La terraza Umi del Nobu Hotel de Los Cabos fue el escenario elegido para tan mágico día. Mientras que los novios narraban sus votos sobre una estructura blanca brillante, el azul del agua se fundía con el del cielo tras tres grandes arcos florales que hicieron de esta playa el lugar perfecto para la ceremonia.

Pero este escenario no tuvo nada que envidiarle al del banquete, donde el blanco y el dorado fueron los principales protagonistas. Una pista de baile de color blanco sobre la que brillaban los detalles en color oro, que combinaba a la perfección con el resto de la decoración: las mesas vestidas de telas blancas impolutas, la vajilla con detalles dorados en sus bordes, las sillas del mismo color tapizadas con terciopelo blanco o las flores blancas que adornaban el lugar, todo de una gama cromática que le aportó la elegancia y la pureza que la ceremonia merecía.

Incluso la tarta nupcial estaba expresamente pensada para continuar con la armonía de la ceremonia, pues a pesar del color rojo intenso que suele tener una tarta 'red velvet', su cobertura blanca impoluta hizo que la elección de colores siguiese intacta. Sin embargo, este no fue el único dulce del que disfrutaron los novios, pues contaron un pastel único para el novio, hecho especialmente de helado.

Una ceremonia digna de película que culminó en el momento en el que la noche se hizo sobre la cabeza de los más de cien invitados. Fue entonces, cuando la luna llena brillaba en el cielo cuando se encendió el velo de cientos de bombillas minúsculas que colgaba sobre ellos, creando una atmosfera cargada de magia y elegancia.