La boda de Donald Trump y Melania Knauss, celebrada el 22 de enero de 2005, fue cara y ostentosa. La exhibición de lujo y derroche fue constante, algo que no resulta extraño al hablar del ex presidente de EE.UU. y la modelo eslovaca. Tuvo lugar en Palm Beach, Florida, y los novios estuvieron acompañados por 400 invitados entre los que se encontraban políticos, celebridades de Hollywood, miembros de la realeza europea, modelos y millonarios amigos del magnate.
Donald y Melania se dieron el “sí, quiero” en la iglesia episcopaliana de Bethesda by the Sea, en una ceremonia que duró media hora y a la que llegaron en una limusina propia que aparcaron en un lateral del templo. Lo abandonaron convertidos en marido y mujer, bañados por una lluvia de pétalos y escoltados por policías hasta el lugar de la celebración. Los novios recibieron a sus invitados en la mansión que Trump había estrenado recientemente, Mar-a-Lago, y que cuenta con una extensión de 3.300 metros cuadrados.
El conocido chef Jean-Georges Vongerichten, que tiene un restaurante en el Hotel Internacional Trump de Manhattan, fue el encargado de elaborar un menú de 12 platos, entre los que destacaban el pastel de cangrejo con mostaza de papaya, langosta Daikin Roll con salsa de jengibre Rosemary o el caviar envuelto en saquitos. La novia se encargó de supervisar todos los detalles referentes al menú, incluyendo la tarta nupcial de siete pisos de flor de azúcar glaseada. Una de las obsesiones de Melania fue que hubiera oro por todas partes, así que Donald invirtió más de 30 millones de euros en la cubertería que se estrenó ese día y en la construcción del salón Versalles.
No podía ser un vestido de novia que pasara desapercibido. Si algo recordaremos de él, además de que se trataba de un diseño de Christian Dior, es que Melania lo llevó antes de la boda para ser portada de Vogue. Además, que pesaba 23 kilos, que se usaron casi 100 metros de satén, que la cola medía cuatro metros y que su precio rondaba los 200.000 dólares. Casi nada comparado con el anillo de compromiso, que costó un millón y medio de dolares, aunque se dijo que Trump solo pagó la mitad de su precio a la joyería Graff a cambio de publicidad. Y en lugar del tradicional ramo, la novia prefirió llevar un rosario antiguo, con la peculiaridad de que estaba hecho de diamantes.
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