Boda por sorpresa en Inglaterra. La princesa Beatriz de York y el empresario Edoardo Mapelli se daban el ‘sí, quiero’ Edoardo Mapelli se daban el ‘sí, quiero’ el pasado viernes por la mañana de una manera íntima y atípica para estar hablando de un enlace real. El plan original habría sido celebrar esta ceremonia en mayo en el palacio de St James, Londes, con alrededor de 150 invitados, pero no pudo ser a causa del coronavirus, que no ha logrado detener el deseo de los novios de pasar por el altar este mismo año. A pesar de haber sido una ceremonia muy discreta, poco a poco van saliendo a la luz fotografías, detalles, invitados y tradiciones que ha seguido la novia en último enlace de la casa real británica.
Los abuelos de la novia, Isabel II y el duque de Edimburgo, no han querido ausentarse en un día tan especial para su nieta, saliendo del castillo de Windsor, donde permanecían aislados desde el pasado mes de marzo, para desplazarse a la Capilla Real de Todos los Santos, donde se ha celebrado la boda y que se encuentra ubicada a tan solo 5 kilómetros de su residencia. Una iglesia por la que siente predilección la monarca y que es ideal para una ceremonia de estas características, ya que es un templo tan privado que en contadas ocasiones se han podido observar imágenes de su interior.
Aunque de momento los únicos invitados que se han confirmado han sido los abuelos de la novia, el comunicado enviado por palacio expresaba que “la pequeña ceremonia contó con la familia cercana”, por lo que Beatriz habría tenido a su lado a su madre Sarah Ferguson, y a su hermana, Eugenia de York, que habría ido de la mano de su marido, el empresario Jack Brooksbank. Por su parte, el novio habría estado arropado por su hijo de tres años, Christopher, y tampoco habrían faltado sus padres, Nikki Shale y Alex Mapelli, que al estar divorciados habrían acudido al enlace con sus respectivas parejas. Además, la novia había hecho todo lo posible para que su padre -el principe Andrés- estuviera presente en este bonito momento, a pesar de sus problemas con la justicia, logrando caminar del brazo de él hasta el altar, como apuntaba el comunicado de Buckingham.
Aunque las normas sanitarias del Reino Unido prohíben en la actualidad que las novias vayan agarradas del progenitor en la boda para evitar con ello nuevos posibles contagios, la princesa no estaba dispuesta a que su padre no cumpliera las funciones de padrino en este día tan importante para ella. Para ello, Beatriz decidió tomó la decisión de confinarse días antes de la celebración del enlace junto a sus padres en Royal Ladge, la casa colindante al castillo de Windsor que el duque de York sigue compartiendo con su exmujer.
Una ceremonia que ha contado con numerosos guiños a su abuela, la reina. La novia optó para este momento por un vestido con mucha historia de la monarca diseñado por Norman Hartnell, compuesto de seda de tafetán en tono marfil y un corpiño con brillantes engarzados desde el pecho a la mitad de la falda, adaptado para la ocasión por la estilista personal de Isabel II, que quiso incluir a la prenda unas mangas de organza. Isabel II lo ha usado también en distintas ocasiones, adaptándolo también a cada evento al que acudía: estrenándolo en un viaje de Estado a Roma, añadiendo unos guantes largos para el estreno de la película Lawrence de Arabia o combinándolo con la corona imperial y tradicional capa para la apertura del Parlamento de 1966.
Además, la tiara Fringe que lucía la hija del príncipe Andrés también tiene su historia en la casa real inglesa. Se trata de una corona de diamantes creada por Garrard and Co en 1919 confeccionada para la reina Mary y que tuvo su origen en un collar que la reina Victoria utilizó en el día de su boda. La joya, además, protagonizó una de las anécdotas más conocidas del enlace de la actual monarca de Inglaterra, ya que ese mismo día se rompió en la cabeza de la novia antes de partir hacia la Abadía de Westminster y el joyero tuvo que repararla de urgencia.
A pesar de haber sido una singular boda en la realeza por las circunstancias en las que se ha celebrado, Beatriz ha seguido con las tradiciones y ha depositado su ramo de flores en la tumba de ‘el soldado desconocido’ de la Abadía de Westminster, símbolo de los caídos de la Primera Guerra Mundial. El conjunto floral también ha cumplido con otra costumbre, ya que ha estado formado por flores en tono pastel e incluía ramitas de mirto cómo han llevado casi todas las mujeres de la realeza británica, representando la fertilidad, el amor y la inocencia.