La boda de Juan Carlos y Sofía, celebrada hace 59 años, supuso todo un acontecimiento dentro de la realeza europea. Por aquellos años, se intentaba mediante todo tipo de fiestas y bailes que los jóvenes casaderos de las diferentes dinastías se conocieran. Y aunque nadie en ese momento hubiera apostado por la relación entre ambos jóvenes, lo cierto es que lo suyo, como bien sabemos, acabó en boda.
En sus primeros encuentros, Juan Carlos y Sofía no parecieron prestarse mucha atención. Él se había fijado en María Gabriela de Saboya, una princesa sin trono, al igual que él. Y todo apuntaba a una posible relación entre Sofía y Harald de Noruega.
Pero ninguna de estas posibles relaciones fue adelante, y mientras tuvo lugar el enlace de los duques de Kent, en 1961. Allí, unos jóvenes Juan Carlos y Sofía, por flechazo, afinidad o diversión, decidieron comenzar una relación que culminó al año siguiente en boda.
Vamos a recordar cómo fue esa celebración y las circunstancias especiales que la rodearon, desde el visto bueno que tuvo que dar Franco, hasta que se dieron el “sí, quiero” en tres ocasiones diferentes.
Para que la boda se celebrase, no bastaba con que fueran dos jóvenes pertenecientes a dinastías europeas. Que él fuera católico y ella ortodoxa era un inconveniente. Juan XXIII, el Papa en ese momento, debía dar el visto bueno a la boda. Y lo hizo, permitiendo que se celebrasen dos ritos, con la condición de que Sofía se convirtiera al catolicismo.
El otro permiso debía venir de Franco, que en ese momento gobernaba España, y tenía a Juan Carlos como “protegido” desde hacía años. Al parecer, Franco no terminaba de ver con buenos ojos el enlace, ya que hubiera preferido que el príncipe se casara con una chica española. Pero, finalmente, mostró su conformidad Juan Carlos y Sofía pudieron casarse.
Dado que pertenecían a religiones y a países diferentes, se celebraron tres bodas distintas: una católica, una civil y una según el rito ortodoxo.
La primera de todas tuvo lugar en la catedral católica de San Dionisio, en Atenas, el 14 de mayo de 1962. Toda la ciudad salió a la calle para ver pasar a Sofía subida en una antigua carroza y dar el primer “sí, quiero” en esa catedral cubierta de flores rojas y amarillas.
Tras esta boda, los novios se desplazaron al palacio real, donde tuvo lugar el enlace civil, registrado en los libros de las autoridades españolas.
A pesar de que Sofía se había convertido al catolicismo, aún quedaba una última ceremonia en la Catedral Metropolitana de Atenas, esta vez por el rito ortodoxo. Fue muy vistosa y especial para los asistentes, porque incluía el ritual en el que diferentes personas colocan las coronas en las cabezas de los novios, y cada vez que esto ocurría Juan Carlos y Sofía repetían el “sí, quiero”.
A pesar de que Franco había dado su visto bueno a la boda, no quiso darle mucho bombo para que no se entendiera como una exaltación de la monarquía. Así que, mientras en Grecia fue todo un acontecimiento nacional, en nuestro país pasó casi desapercibida. La censura eliminó al padre del novio de las fotos, y la boda se emitió en un documental en TVE en horario de madrugada.
Con todo, el gobierno quiso tener un gesto con Sofía y se le hizo entrega de la tiara floral, que a día de hoy es una de las preferidas de la reina Letizia.
El vestido de la princesa fue concebido por Jean Dessès, diseñador de la realeza, con encajes y un velo de Gante espectacular. Sofía lució, sujetando el velo, una joya de su abuela la princesa Victoria Luisa de Prusia: la tiara prusiana. El novio llevó el traje de Teniente de infantería del ejército de tierra. Si bien no era un atuendo muy vistoso, el dictador estaba encantado con al atuendo del príncipe.
La princesa eligió ocho damas de honor. Algunas eran familiares cercanos, como su hermana la princesa Irene de Grecia o la infanta Pilar. Otras eran primas, como Tatiana Radziwill o Alexandra de Kent. Todas ellas fueron de blanco, con sencillos vestidos diseñados también por Jean Dessès, con el mismo tocado y con collares de perlas con una o dos vueltas.
Según cuenta Pilar Eyre, la noche de bodas de Juan Carlos y Sofía fue en un velero de lujo, propiedad del multimillonario Niarchos. El velero, de 65 metros, tenía un camarote reservado para los novios, con muebles de veinte tipos de madera diferentes, cuadros impresionistas en las paredes, y una moqueta blanca en el suelo cubierta de alfombrillas de ciervo. Sin duda, un lugar de lo más original para la primera noche de casados.