Bodas 'horribilis': lo que no querrás (o no deberías) copiar de las bodas vip
Victoria Beckham o ser princesa no era esto
En 1999, David Beckham y la posh girl ya eran mundialmente famosos así que el día de su boda todos los ojos estaban puestos en ellos. Quizá por eso Victoria se vino arriba y se autocoronó como la reina de corazones. Sin embargo, nada en su look funcionó: el brillo excesivo de su vestido, el escote palabra de honor nada favorecedor, el corte de pelo ni la diminuta corona que adornaba su cabeza en un intento por jugar a los contrastes... Por si pensábamos que no podía ser peor, para la segunda parte de la noche, David y Victoria aparecieron con vestidos de color púrpura en una combinación que todavía hoy nos provoca pesadillas. Seguro que a ellos, y dado el cambio radical de estilo -para bien- que han sufrido, también se las provocan.
Thalia: el tamaño sí importa (por exceso)
Estábamos saliendo de la década del minimalismo, en el 2000 todavía coleaba la tendencia, sin embargo, a Thalia pareció no importarle en absoluto cuál era la corriente predominante. Está bien salirse de lo mainstream y ser fieles a nuestro estilo pero a la cantante mexicana se le fue de las manos y se pasó por exceso. El volumen de su vestido y los metros de tela empleados en él solo era comparable al tamaño de su velo y de su ramo.
Pamela Anderson: el tamaño sí importa (por defecto)
Tan grave es pasarse por exceso como por defecto. Hablamos de Pamela Anderson y el vestido de novia más breve de la historia: un diminuto biquini blanco. Podría haber sido el outfit más apropiado dado que se casaba en una playa pero con lo que no contábamos era con los accesorios: una gorra de capitán y unas sandalias de tacón de aguja. Con ellos cualquier posibilidad de un buen estilismo acabó definitivamente.
Lourdes Montes: el DIY no siempre sale bien
La abogada sevillana dejó las leyes para dedicarse al diseño. Al diseño de novias concretamente, así que su boda con uno de los personajes más mediáticos de nuestro país, Francisco Rivera, podría ser el espaldarazo definitivo para poner a su marca en el mapa. Así que para su diseño de novia decidió ponerse en manos de... ella misma, lo que terminó por, efectivamente, poner su marca en el mapa, sí pero del mal gusto. Su vestido de novia causó tanta expectación antes del gran día como estupor después de ver esas lágrimas rescatadas, al parecer, de una lámpara, aplicadas sin sentido en un diseño que le hacía un flaco favor a su figura. El velo colocado sobre un moño de dudosa forma, terminó por demostrar que el DIY tan de moda en los últimos tiempos, no siempre es buena idea. Y que la experiencia es un grado.
Lake Bell: cuando el look Gran Gatsby te juega una mala pasada
La década de los 20 y los 30 en general, y el Gran Gatsby en particular, es una de las referencias más recurrentes para las novias que buscan un estilo de corte vintage. Y ciertamente puede resultar sofisticado, dar un plus de personalidad y ser del todo acertado. La clave es saber dónde parar. Algo que no supo la actriz norteamericana Lake Bell con su modelo de Marchesa. Un recargadísimo cuerpo de pedrería del que salían capas y capas de flecos blancos en una cascada inacabable. Se ve que le pareció poco y lo acompañó con una diadema-tiara en altura y un velo. Así que para las que piensen que apostando por lo vintage están a salvo de batacazos de estilo, tened muy presente a Lake Bell.
Lady Mary Charteris: la originalidad está sobrevalorada
Aristócrata de nacimiento, Lady Mary Charteris se codea con la jet set británica y, para desmarcarse de la herencia familiar y el rancio abolengo, decidió convertirse en it-girl y DJ para marcar su propio destino. Para el día de su boda decidió también alejarse de la clásica boda tradicional que se espera de una familia bien inglesa y lucir un diseño original y moderno. Sin embargo, Lady Mary no tuvo muy claro dónde empezaba la originalidad y acababa el mal gusto, eligiendo un diseño de transparencias imposibles que contrastaban con las capas y capas de tul de una falda que nacía más abajo de las caderas aportando un volumen del todo incomprensible. Es la prueba de que la originalidad puede ser un arma de doble filo a la que hay que tenerle el respeto que merece.