La casa real de Luxemburgo, en los últimos tiempos, no ha sido de las que más influencia tienen en Europa. Eso sí, durante varios siglos, se convirtió en el centro neurálgico de una infinidad de sucesos y, sobre todo, de gran cantidad de decisiones que marcaron el futuro de muchos de los países.
Probablemente fue Carlota de Luxemburgo la persona más conocida de la mencionada casa real. La mujer nació en enero de 1896 en el Castillo de Berg, siendo la segunda hija del Gran Duque Guillermo IV y la Gran Duquesa María Ana de Braganza, hija del rey Miguel I de Portugal.
Tras convertirse en reina, en 1919, Carlota contrajo matrimonio con el príncipe Félix de Borbón Parma, hermano de la ex emperatriz Zita de Austria. La ceremonia se celebró en la Catedral de Luxemburgo y fue la Gran duquesa viuda María Ana, quien llevó a la novia al altar, ya que su padre había fallecido unos años antes. Juntos, Carlota y Félix, fueron padres de seis niños: Juan, Isabel, María Adelaida, María Gabriela, Carlos y Alix.
El reinado de Carlota fue especialmente convulso. La mujer, una vez que juró como reina, aseguró que iba a seguir los preceptos de la Constitución. Es por eso que con este gesto se ganó la confianza del pueblo, que se sometió a un referéndum sobre la corona y apoyó a la monarca frente a la posibilidad de instaurar una república. Tras esto, sucedió uno de los momentos más complicados: la Segunda Guerra Mundial.
Luxemburgo fue invadido en mayo de 1940. La familia real tuvo que huir del país y se exilió en Francia, en el castillo de Montrastuc. Los alemanes también invadieron el país galo, por lo que Carlota y toda su familia decidieron marcharse hasta Portugal, mientras atravesaban España. Pero su recorrido no quedó solamente ahí; también pasaron por Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá. Además, Carlota se reunió en varias ocasiones con el presidente, Roosevelt, con el convencimiento de que entrara en la guerra para defender a Europa.
Al poco tiempo, Alemania propuso a Carlota que volviera a ocupar el trono. Aún así, y siguiendo lo que le dice su corazón, la monarca decidió no aceptar la propuesta y convertirse en una ferviente luchadora contra el nazismo. Y es que nadie más que ella conoce de primera mano los horrores de esa dictadura.
Su hermana, Antonia, fue deportada al campo de concentración de Dachau para, luego pasar por el de Flossenburg. Al poco tiempo murió debido a los malos tratos recibidos durante todo ese periodo. Es por eso que, en ese momento, y más que nunca, Carlota se convierte en una de los símbolos de lucha con su expresión ‘Queridos luxemburgueses’.
En abril de 1945, después de cinco años de exilio y tras haber finalizado la Segunda Guerra Mundial, la familia ducal de Luxemburgo regresó al país. Sus ciudadanos recibieron a todos los miembros con auténtica emoción y admiración.
En noviembre de 1964 fu el príncipe Juan, el hijo mayor de Carlota, quien se convirtió en Duque. Su madre abdicó tras 45 años de reinado y una vida convulsa. Eso sí, acabó falleciendo el 9 de julio de 1985, con 89 años, en el Castillo de Fischbach. A pesar del tiempo que ha pasado, los luxemburgueses siguen considerando a Carlota como un referente, tanto en la vida política, ducal y personal.
De sus hijos, en la actualidad, solamente sigue viva María Gabriela. Tanto el Gran Duque Juan como Alicia fallecieron en 2019. El Gran Duque abdicó en octubre de 2000 y fue sucedido por su hijo Enrique, el actual Gran Duque de Luxemburgo y, por tanto, jefe de Estado del país. Lo cierto es que la casa ducal de Luxemburgo es de las más ricas, monetariamente hablando, de Europa: en 2019, su fortuna se estimó en 4.000 millones de dólares.