El 22 de mayo de 2004 se vivía un momento histórico, porque fue el día que escogieron don Felipe y doña Letizia para unir sus vidas para siempre, jurarse amor eterno y casarse en la catedral de la Almudena de Madrid.
Un día especial para la pareja, que ni siquiera las lluvias intermitentes que les acompañaron pudieron empañar. Un momento que no solo fue especial para ellos, sino que es recordado por todo el mundo y que ya forma parte de la historia de nuestro país.
Puede que no se estudie en los colegios, pero es una de esas fechas en las que todo el mundo recuerda qué estaba haciendo, porque seguramente era estar pendiente de la televisión para poder ver en directo uno de los secretos mejor guardados de la jornada, el vestido de la novia.
Este es un elemento que suele causar gran curiosidad en todas las bodas en general, tal vez porque se suele guardar el misterio hasta el último momento. En el caso del vestido de la reina Letizia no fue diferente, hasta el último momento no se pudo ver el resultado final de este modelo firmado por el diseñador Manuel Pertegaz.
Pertegaz creó para la reina Letizia un diseño elegante, atemporal y sencillo, pero cargado de detalles que para muchos podrían pasar desapercibidos, pero que el tiempo y los expertos en moda y en diseño han ido desvelando con el tiempo. Su cuello chimenea con detalles bordados era la parte más llamativa de un vestido elaborado en seda natural en un sencillo blanco roto.
El vestido estaba bordado en hilo de plata y de oro, con detalles que recorrían tanto el cuello, como el bajo de la falda y la cola de cuatro metros y medio; también en el velo podían verse detalles bordados. Entre los diseños que se podían observar, destaca la flor de lis, emblema de los Borbones, la espiga de trigo, los tréboles, y los madroños, un evidente guiño a Madrid.
Fue una gran labor, una ardua tarea que el diseñador quiso hacer y entregar como un regalo a Sus Majestades, pero doña Letizia no se mostró conforme con esto y por eso fue pagado simbólicamente una cantidad de 6.000 euros. Esta no llegaba a cubrir los gastos del vestido, que se estima que podría costar unos 45.000 euros, una cantidad elevada, pero que no resulta escandalosa en comparación con otros vestidos de novia llevados en otras bodas reales.
¿Qué sucede con un vestido de novia una vez que ha cumplido con su cometido de vestir a la novia en su gran día? Esto depende de cada persona, hay quien lo intenta reutilizar o volver a llevar, pero en general, lo más habitual es guardarlo con cuidado, como recuerdo o por si en algún momento alguien lo quiere volver a llevar. En el caso del vestido de la reina Letizia, desde 2005 está expuesto en el Palacio Real de Aranjuez, en una vitrina que permite verlo completamente. En el mismo lugar se encuentran también los vestidos de novia de la reina Sofía y sus dos hijas.