Leonor, la única heredera en formación completa: "Se entrena para convencer a un país que ya no regala respeto"
Durante años, la formación de herederos fue un gesto puntual, pero con Leonor, se ha convertido en un compromiso real
El emotivo reencuentro público de Leonor con su padre, Felipe VI, en Marín: de los nervios a su abrazo
La princesa Leonor ha sumado otro hito a su formación. Y lo ha hecho como viene haciéndolo desde que empezó este ciclo: en silencio, con precisión, sin espectáculo. Acaba de completar su etapa más simbólica —y exigente— en la Armada, a bordo del buque escuela Juan Sebastián de Elcano. Litera compartida, guardias, navegación bajo órdenes. Sin tratos especiales, sin atajos.
Pero lo suyo no es solo un gesto puntual. Es un recorrido pensado al milímetro. A la formación en tierra, en la Academia General Militar de Zaragoza, se sumó la fase naval en Marín y en el Elcano, y en septiembre llegará el broche final con su ingreso en la Academia del Aire. Tres años, tres ejércitos, tres entornos distintos. Todo con un objetivo claro: preparar a la futura jefa suprema de las Fuerzas Armadas para algo más que la típica foto de uniforme.
Mientras tanto, otras herederas europeas han optado por caminos más fáciles —o directamente, por no elegir ninguno. Ingrid de Noruega probó un año en un batallón de ingenieros, sin continuidad. Amalia de Holanda, marcada por amenazas y sobreexposición, se ha refugiado en una formación de reservista a tiempo parcial. Y el resto de casas reales ha preferido no exponer a sus futuros monarcas al mundo militar. No es su prioridad. O no se atreven.
En España, sí. No por nostalgia castrense, sino por necesidad. Aquí, la legitimidad no se hereda: se construye día a día. Y si la monarquía quiere seguir siendo símbolo de unidad, lo mínimo es que quien la encarne sepa lo que cuesta obedecer antes de mandar.
No hay épica. No hay heroína. Solo una joven de 18 años en formación. Y una institución que sabe que ya no basta con estar: hay que resistir, hay que convencer.
Leonor tendrá que lidiar con algo que sus predecesores no conocieron: una sociedad que lo ve todo, que lo comenta todo, que no concede indulgencias por protocolo. Deberá aprender a manejar la imagen, el silencio, la presión y el error. Representar sin fingir, adaptarse sin perderse.
Y todo eso empieza mucho antes de llevar corona. Empieza con un casco, una orden y una brújula. En ello está.
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