María del Mar Ramón: “Siento que las que nos criamos en los 90 tenemos una relación atrofiada con la alimentación”
Hablamos con María del Mar Ramón, autora del libro 'Follar y comer sin culpa'. Una obra en la que explora estos placeres desde una perspectiva feminista
Crea así un diálogo entre lo personal y lo político para analizar temas relacionados con la violencia sexual, el deseo, la gordofobia y la mala relación con la comida, entre otros
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Comer y mantener relaciones sexuales son dos de los grandes placeres humanos. Hay más, claro, pero justo esta dupla es la que ha usado la sociedad para ejercer control sobre las mujeres sin que haya ninguna razón altruista o colectiva detrás. Por ello son los dos verbos que incluyó la autora María del Mar Ramón (1992) en el título de 'Follar y comer sin culpa' (U-tópicas). Un libro a camino entre el ensayo y la biografía que analiza cómo la sociedad censura y limita el placer de las mujeres para ponerlo en común, dialogar sobre ello y que sea así más sano.
¿Por qué defiendes que el placer es feminista?
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Creo que el placer, como la lógica de seguir los deseos y preguntarse sobre ellos, es un hecho que según las formas de crianza y la forma en la que las mujeres hemos ocupado el espacio sigue siendo subversivo. Es un estado mucho más asociado al deber que al deseo. Por eso, a lo que llamamos placer, para mí es una idea feminista.
¿Qué problemas hay entonces con el follar y el comer, dos de los grandes placeres?
A mí me resulta bastante curioso que, a pesar de ser actividades íntimas y privadas, están puestas en la esfera pública todo el momento sobre las mujeres. El mundo parece estar habilitado para hablar de cuánto follamos las mujeres y cuánto comemos. Una fiscalización que no es justificable.
¿No está enfocado esto hacia el control de las mujeres?
No hay ninguna razón altruista o colectiva que no sea el control de las vidas de las mujeres. Un sometimiento que va hacia el fin de que las mujeres estén destinadas a la reproducción y a encargarse de las tareas no remuneradas de cuidado. Y en eso el control de la sexualidad juega un rol fundamental. Lo que hay que tener claro es que más allá del consentimiento, todo es válido. Pero mientras se 'terroriza' la sexualidad de las mujeres, hay una sensación de que la única sexualidad correcta es la reproductiva. Algo que le es funcional a un sistema no solo patriarcal, sino también capitalista.
Respecto al comer, ¿qué sucede con los cuerpos?
La forma en la que los cuerpos de las mujeres son criticados es muy cruel. Hay un régimen de control muy excesivo e irreversible. Siento que las que fuimos criadas en los 90 tenemos una relación atrofiada con la alimentación. La obligación de la delgadez no es solo una cuestión estética o que preocupa a la sensibilidad de las mujeres, sino que afecta también al ámbito laboral. Leí hace un año una estadística de 'The Economist' que hablaba de cómo las mujeres gordas no acceden a puestos de alta jerarquía. Y esto es algo que también perjudica a los hombres, aunque en menor medida. La gordofobia es un régimen muy cruento que castiga y margina a las corporalidades gordas. Algo que también sucede en el sistema de salud.
Igualmente defiendes que no se puede afrontar individualmente, por mucha teoría que tengas detrás
Parece que el problema de las corporalidades y la forma en la que las discriminaciones les afectan depende solo de ellas, solo de sujetos, no de colectivos. Creo que hay voces que han dado la batalla, pero la gordofobia que sentimos en muy difícil de erradicar. Es decir, no asociarlos a valores negativos como la holgazanería y la pereza. Pensamos que son personas deprimidas y dejadas, que son gordas porque quieren, aunque estaría bien si fuera así. Pero no solo es mentira, esto es algo cruel. Una cosa es que yo me haya sentido gorda toda la vida y otra cosa es ser un cuerpo gordo. Son dos cosas diferentes. Esto es algo de lo que se tienen que preocupar y pensar las instituciones: el ministerio de salud y de educación, por ejemplo.
Y con el sexo, ¿qué sucede? ¿Ha habido falta de conversación?
Sí. Creo que hay muy poca conversación en torno a la sexualidad como un espacio de experimentación, lúdico, entretenido, donde solo prime el diálogo y demás. Solemos ver la sexualidad como un territorio donde se disputan otras muchas cosas, un espacio en el que se mide nuestro valor como mujeres. No solo si nos follan, sino si nos llaman al otro día. O el de los hombres en función de su duración. Yo obviamente no sé cómo se hace, pero creo que las preguntas de qué significa el sexo y cómo empezar a pensar la sexualidad como un espacio de cuidado, diálogo y experimentación, donde el consentimiento esté presente, creo que ayudan a tener una mejor relación con la sexualidad.
También cuentas que tu primera vez fue a los 22 y sola
Hay una concepción de la virginidad súper extraña. ¿Qué significa perderla? Obviamente nos enseñaron que era tener relaciones penetrativas con un varón. Pero a día de hoy hay otras muchas formas de tener sexo, mucho más complejas y extensas. Por eso creo que se vuelve una idea obsoleta, sobre todo esa primera vez de las mujeres ya adultas. Parte de nuestra tarea es descubrir que la sexualidad es un entramado de cuestiones complejas en las que sucede mucho más que una penetración. Una persona cisheterosexual puede fechar cuándo la perdió, pero también la primera vez que tuvo un orgasmo. Y no tengo la cifra, pero podría decir casi seguro que en todas las mujeres fue en eventos muy diferentes. No se nos hablaba del orgasmo de las mujeres, pero sí de la eyaculación. Por eso es muy difícil pensarlo de otra manera.
Defiendes que no hay una única forma de entender el sexo. Por supuesto, mientras haya consentimiento
No sé cómo se hace, pero hay que poder dialogar sobre estos temas. Y llegar al sexo sin las expectativas de cómo debe verse una relación sexual más allá de disfrutar. Sacarnos el mandato de la penetración, sobre todo los hombres, que creo que son los que más lo sufren. Poder pensar la sexualidad de manera más libre, que nos permita hacer otras cosas.
¿Qué papel juega el amor en todo esto?
El amor para mí es un misterio absoluto. Todo lo que creía sobre él ya no lo creo y me gusta que sea un territorio de constante exploración y debate. Creo que el amor no puede ser visto como el único proyecto de vida de las mujeres, lo único que nos da validez. Ese mandato de la pareja nos habla también de la soledad, del futuro, de envejecer y de cuestiones materiales como comprarnos un piso. El amor de pareja a mí me interesa, pero no lo suficiente como para escribir al respecto.
¿Y las amigas?
Este amor me interesa mucho más. La amistad como una institución amorosa que también tiene problemas y es compleja, pero como una institución amorosa para pensar el futuro. No podemos idealizarlo y es algo que requiere trabajo, esfuerzo y paciencia. Creo que hay repensarla y en vez de negar esa dificultad hay que abrazarla y poder pensar sobre ella sin renunciar a que esos vínculos a veces pueden ser dolorosos.