En la última temporada de ‘The Morning Show’, la serie que le ha devuelto el respeto como actriz mucho después de superar la categoría de estrella, su personaje cerraba su trama denunciando esa licencia que se da la gente para “escarbar haciendo preguntas sobre tu vida sexual” por el hecho de salir en televisión. En la ficción encarna a una presentadora de éxito. Pero este discurso perfectamente podría extrapolarse a lo que implica ser Jennifer Aniston en la vida real.
Desde que su Rachel en ‘Friends’ la convirtiese en un icono pop, la intérprete ha sido carne de tabloide. Mientras trataba de encontrar su lugar en una industria que parecía ver que solo servía para hacer “comedias tontas con críticas terribles”, sobrepasar la barrera de los cincuenta le ha permitido analizar su carrera mediática con perspectiva. Ahora siente que se toman en serio su trabajo, que accede a papeles para los que antes jamás habrían pensado en ella.
También es capaz de vengarse de todo lo demás, de aquellos que hicieron escarnio con sus rupturas o con su no maternidad. O como bien expresa la propia Aniston en una conversación con ‘The Hollywood Reporter’, a esos que se merecieron un: “Iros a la mierda. Salid de mi cajón de las bragas, hijos de puta. Dejadme hacer mi trabajo y dejad de estar enfadados conmigo por ello”.
En plena era de ‘ajustar cuentas’ con los grandes eventos culturales de la historia reciente, a Jen (como la llaman sus colegas del olimpo de Hollywood) también se le deben unas disculpas. “¿Voy a tener gemelos? ¿Voy a ser la madre milagrosa a los 52 años?”, ha preguntado con cierto rintintín, recordando las portadas en las que se utilizaba su nombre y rostro para vender ‘fake news’ en los quioscos.
Un ‘estar en el foco’ que le obligó a estar constantemente demostrando lo buena que era en su trabajo, a decir “vale, te mostraré de lo que soy capaz y tú decides si quieres suscribirte” a quienes estaban sentados en la butaca del cine o el salón de su casa. Al principio, en esos años en los que se define como una “joven tonta e ingenua”, escuchar frases como “ha elegido su carrera antes que los hijos”.
“Es como: ‘No tienes ni idea de lo que me pasa personalmente, médicamente, por qué no puedo... ¿puedo tener hijos?’. No sabían nada, y fue realmente hiriente y desagradable”, ha denunciado la Jennifer Aniston del presente con un discurso casi idéntico al que ya compartió Chenoa (que de esto también sabe bastante) en ‘Hablemos de nosotras’, de Carlota Corredera.
Su truco en esos tiempos turbulentos, según ha manifestado a los compañeros de ‘THR’, fue “desaparecer todo lo posible, divertirte, asumir la situación, hacer que no te importe una mierda, recordar que tienes un grupo de amigos precioso y que tu vida está bendecida y hacerlo lo mejor que puedes”.
A este juicio constante del que Jen ha sido víctima pocas veces se les somete a los hombres de la industria de Hollywood. “Una doble moral”, ha apuntado Aniston, que les permite “casarse tantas veces como quieran, con mujeres de 20 o 30 años”, mientras a ellas no.
Ahora, esos periodistas que le hicieron la vida imposible en los noventa y primeros 2000 se han convertido en usuarios anónimos (“trolls o como quieran llamarles”). “En cierto modo, ha cambiado de manos. Y no sé por qué hay una vena tan cruel en la sociedad. A menudo me pregunto qué es lo que les hace disfrutar. Pero sobre esta “molestia de tener que exponer tu mierda a todo el mundo” ya se resignó hace mucho: “Tenía que tomar la decisión de o caer en los bombones y vivir bajo mis sábanas o salir y encontrar una salida creativa y próspera. Y eso es lo que hice”.