Le sigue persiguiendo la sombra de 'El Bola'. Y mira que ha llovido desde entonces. 20 años han pasado desde que aquel crío de Parla se llevó el Goya por su papel revelación en esa película en la que daba vida a un niño de doce años que sufría abusos de parte de su padre. El tiempo le permitió romper con el mito del niño prodigio que muta a juguete roto. Y aunque le ha costado sostener una filmografía en la que destacan quince cintas y una decena de series de televisión, el éxito de Juan José Ballesta siempre ha estado en no olvidarse de su barrio, de sus orígenes, de los suyos. De ahí que a muchos nos haya ablandado volver a verle triunfar en este atípico 2020 que le ha visto renacer en lo profesional y también en lo profesional.
Estos últimos meses hemos podido conocer al Juanjo al que le chifla su vida en el campo, que disfruta cuidando de sus ovejas, recogiendo setas y meditando lejos del barullo, al que muere por la familia que ha formado junto a su mujer Verónica Rebollo y su hijo Juan José, que ya roza la adolescencia. Es más, su condición cada vez que acepta un personaje es que ambos puedan acompañarle en el rodaje. Si no, los productores de la película de turno ya saben cuál será su respuesta. No le importa afirmar que los premios le están de más y su Instagram es todo lo contrario a lo que se esperaría de un actor de su nivel. Sin embargo, la categoría de 'vip' no va con él. Y a mucha honra.
Son varios los perfiles que se han escrito sobre él desde que demostró su valía en los fogones. Nos muestran esa campechanía de este joven que nació 'sabío', descubrió la fama demasiado temprano y decidió recluírse en las afueras, cerca de la granja en la que trabaja su mujer y que se ha convertido en un salvavidas para él cuando el teléfono dejaba de ofrecer proyectos. "No cobro como en el cine, pero cobro como cualquier persona normal", ha defendido en una reciente entrevista para Lecturas.
En esta charla con la revista, Juan José Ballesta ha hablado claro de sus baches económicos, en gran parte provocados por un problema con Hacienda derivado de un impago de la declaración de la renta de 2008. "No soy el típico actor que lo hace todo por dinero, lo hago por vocación y si me gusta. Y si tengo algún problema, que me ha pasado muchas veces, pues me apunto al paro. No pasa nada", ha reivindicado. De los inconvenientes financieros siempre se ha recuperado, ya fuese "tirando de ahorro" o haciendo apaños. A él lo único que le quita el sueño es no dejarle "un sustento" a su hijo, que ya promete seguir sus pasos en la interpretación.
Estas ansias por no parar quieto aunque truene tienen una historia detrás. Y bastante complicada. Cuando era pequeño, a su madre le dijeron que sus nervios le iban a hacer "perder la cabeza", que le debía "medicar". Y durante su infancia, su hiperactividad diagnosticada le provocó un infarto en el fémur que aún hoy le trae secuelas. "Me tuvieron que operar, me quedé paralítico dos años. Cuando llueve, no puedo ni andar".