Pero bueno, volviendo a la 'cara A' de todo esto (la de los recuerdos bonitos), para el periodista Rob Sheffield, las canciones le han servido casi "de terapia" para recordar a Renée, su mujer hasta que murió de forma inesperada y fulminante tras una embolia pulmonar (no hago spoilers, la portada y el título dan ya bastantes pistas sobre esto). En esta primera novela, ‘Vives en la cintas que me grabaste’. Una historia musical de amor y pérdida (Blackie Books, traducción de Carles Andreu), este periodista musical que escribe en la Rolling Stone sobre música, tele y cultura pop cuenta, a través de diferentes cintas de cassette ('cajita' en francés), su historia con Renée y cómo aprendió después a (sobre)vivir sin ella.
El libro arranca cuando Rob se encuentra con una cinta titulada ‘Rumblefish’, grabada por Renée, y cuando se dispone a escucharla después de que esta haya muerto: "Intuyo que la noche va a ser larga. Estamos solos Renée, las canciones que ella eligió y yo". Este primer casette se corresponde con el primer capítulo del libro, que nos introducirá en su historia, y a partir de entonces, cada capítulo se corresponderá con una cinta (hay 19 en total) que irán recorriendo diferentes partes de su vida: desde que Rob era niño hasta que aprende a superar la muerte de su esposa. Y sí, imaginas bien al suponer que el grueso del libro y de las cintas, lo compone claramente su historia de amor. Rob y Renée se conocieron en 1988, se casaron y su historia terminó rápido, en 1997, cuando ella murió con 31 años. “Fue una época estupenda, y entonces se terminó, porque eso es lo que hacen las épocas”, describe Shiffield. En ese tiempo se encontraron, se conocieron, se gustaron y decidieron construir algo juntos. Además, le fueron poniendo banda sonora a cada momento a través de canciones The Beatles, Mecano, Marta & The Vandellas, Beach Boys, Yo la tengo, Nirvana, Madona, R.E.M, etc.
Para esta pareja, la música era tan importante que casi era lo principal, su nexo de unión: “No teníamos nada en común, más allá de nuestro amor por la música. Ésa había sido nuestra primera conexión y dependíamos de ella para seguir juntos. Nos lo currábamos para encontrarnos a medio camino”. Y es cierto, según vas pasando páginas te das cuenta de lo opuestos que eran: él era un chico tímido y casi un poco “antisocial” que se escondía en su habitación con sus fanzines, y ella era una “punki cañera de los Apalaches” realmente enrollada, “una chica del sur, valiente y resuelta”.
Después, y como en toda relación, Rob nos describe cómo les llegó la rutina y con ella, las cintas para “enrollarnos, bailar, dormir, lavar los platos o sacar al perro” hasta llegar al momento “clave del libro” que es la pérdida y que resume muy bien en este fragmento que para mí es el más representativo: “Sabía que iba a tener que volver a aprender a escuchar música y que nunca más podría volver a oír algunas de las canciones que nos habían gustado. Cada vez que me echaba a llorar, me acordaba de que Renée solía decir que la vida real era una canción de country mala, excepto que las canciones de country malas son creíbles, y la vida real no lo es. Todo el mundo sabe lo que es conducir mientras lloras, y también que la sensación de estar en una canción de country mala es solo uno de los motivos por los que es una mierda”.
Aunque ‘Vives en las cintas que me grabaste’ sigue un poco el patrón de ‘Crónica de una muerte anunciada’ (Gabriel García Márquez), y el lector sabe más o menos por dónde van a ir los tiros desde la portada, Sheffield consigue que el lector se vaya interesando en su vida y en la historia de su relación (que no deja de ser la típica historia de chico conoce a chica). Eso sí, es a partir de la pérdida de su mujer cuando el libro se vuelve más potente: cuando tiene que aprender a hacerle frente a una pérdida inesperada y dolorosa, cuando se acaba de acostumbrar a ser marido y de repente tiene que recalcular su hoja de ruta y aprender a ser viudo. Cuando se da cuenta de pequeñeces como que “esos conocimientos interminables e inútiles que absorbes cuando estás en una relación, sin significado ni relevancia más allá de ésta” se siguen quedando cuando la relación desaparece, cuando tiene que reaprender a escuchar canciones y se lamenta por todas las que ya no podrá escuchar con ella, los grupos nuevos no que podrán diseccionar. Las cintas (o las playlist) que se quedarán sin hacer juntos. Pero bueno, el libro también arroja esperanza en el futuro y enseña a asimilar que nada definitivo y que todas las etapas llegan a su fin (y no pasa nada porque forma parte de la vida): "He cambiado de muchas formas (soy una persona diferente, con una vida diferente), pero el pasado sigue conmigo a cada minuto".
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