Es más, son una parte perfectamente integrada de su discurso. Desde la depresión, que ha contado que padece desde niña a la confesión que hizo a finales de noviembre el pasado año explicando que padece síndrome de Tourette. "Es algo con lo que, literalmente, he vivido siempre. Fui diagnosticada cuando tenía 12 años. Y he crecido con ello. Es raro, porque es parte de lo que he sido toda mi vida", contaba a 'Garage Magazine'. En Instagram Stories explicaba con detalles por qué no había hablado de ello antes en internet y puntualizaba: "Mis tics son solo físicos y no son muy notorios para los demás si realmente no prestas atención". Se ha sumado así a una conversación cada vez más extendida entre 'centennials'.
Desde dejar clarito que las chicas buenas van al infierno y que dios es una mujer (lo canta en su tema 'All Good Girls go to Hell') a hablar de ropa gender fluid, o mejor dicho, de la falta de necesidad de ponerle etiquetas de género a aquello que vestimos. Los pantalones anchos se han convertido en una de sus señas de estilo y así explicaba por qué a través de sus redes: "Si yo fuera un chico y utilizara la misma ropa holgada nadie diría nada. Allá fuera hay gente diciendo: Vístete como chica por una vez, usa ropa ceñida y te verás mejor, te irá mucho mejor en tu carrera. Y la verdad es que no, no me iría mejor".
Lo vegano no es una moda, es una forma de vida y ha calado fuerte a los que, como Billie Eilish, representan a esta generación. Así lo recogían en un artículo de Evening Standard que habla de esta generación. Con el estilo directo y seguro que le caracteriza hablando, explicaba con claridad y un argumento más que sencillo por qué es vegana desde hace años y enseñaba todo de lo que priva: "Animales, ¿por qué iba a querer comer animales cuando puedo comer patatas fritas?", contaba.