Canapés 'healthy' en el polígono: pasamos una mañana con Pablo Alborán

divinity.es 15/02/2018 19:54

Detrás de esos muros de ladrillo visto, nada más entrar se escucha a Pablo y su ‘Saturno’. El interior demuestra que la fachada engaña. Justo lo mismo que sucede con Alborán, que confunde con ese halo de ambigüedad y misterio constante. Con la prensa arremolinada en la barra, el malagueño se prepara nervioso en el backstage para cantar ‘La llave’ y contar sus planes para lo que queda de 2018. “Su año”, tal y como lo define su equipo.

Moqueta nueva, decenas de sofás de cuero blanco, luz tenue de discoteca y mesas de diseño de cristal y acero. Arganda del Rey tiene su propia Green Room. Los más de 80 periodistas y fotógrafos convocados murmullan nerviosos. La media hora de espera da para mucho. Incluso para un tentempié de quesos y uvas. De pronto, tras un apagón, Pablo entra en escena después de un microsegundo en silencio que, luego desvelará, para él es “como una droga, algo que te eleva y te hace pisar tierra firme al mismo tiempo”.

Suena ‘La llave’, el pantallón se enciende creando figuras geométricas en blanco y negro, y 24 focos apuntan al centro del escenario, a un Pablo suelto, preparado para todo lo que le viene encima a lo largo de los próximos meses. Esto solo es un aperitivo de las más de 20 canciones que interpretará en cada uno de sus conciertos, con “versiones, adaptaciones y desnudos musicales” con los que la gente podrá meterse en su cabeza, conocerle más y “viajar con las canciones para, entre todos, parar el tiempo”.

Después de cantar, con una rápida mirada de reojo hacia su equipo deja entrever que, sin la música como cómplice, Pablo se siente algo indefenso. Tras unos minutos incómodos para reubicarse y convertir el enorme escenario en una sala de prensa, Alborán abre la veda: “Soy todo vuestro”. Y como si estuviese su madre hablándole por el pinganillo, se recoloca y pone la espalda recta.

El cambio físico de Alborán desde que lo conocimos es evidente. La prueba de que entre sus trucos ‘healthy’ hay una variación en su alimentación está en el catering. Queso, uvas, frutas, soja, almendras, sardinas, boniatos… Aunque también hay hueco para las minihamburguesas para aquellos ‘haters’ de la dieta. Pero entre tanto músculo, algo chirría. ¿Y el lunar? ¿Por qué ha desaparecido? Pablo no está dispuesto a resolver el misterio. Lo que sí confiesa es que él también "lo echa de menos".

Dicharachero al hablar de su música, comedido al tratar lo personal. Con una convocatoria un día después de San Valentín, la pregunta de si lo ha celebrado solo o acompañado era obligada. 10 segundos de tensión, un silencio incómodo y, por fin, la respuesta de Pablo. “Ayer me hinché a chocolate, eso te lo arregla todo”, contesta ambiguo.

‘Prometo’, su cuarto álbum de estudio, es “un intento de mostrar las raíces andaluzas, mezcladas con un sonido contemporáneo, pop y latino” que ha tenido muy buena acogida entre su legión de fans. Lleva siete semanas consecutivas siendo número uno en las listas de ventas. Y ahora, con la gira, Pablo ya ha tenido que convencerse de que “las canciones terminan dejando de ser tuyas”. “Quiero saborear el tour, soy una persona precavida. Y si mi público quiere más, tendrá más. Soy de ellos”, manifiesta. Espera, esto no se puede quedar aquí. Aclaración al tanto: “Bueno, yo no, mi música”.

Hace unos días, Pablo tuvo que cambiar de móvil. La culpable no fue ninguna compañía telefónica, sino su amiga Rosalía que, por torpeza, publicó su número en Instagram. "Fue muy divertido, algo que se te queda para contar a tus nietos. Te ríes, cambias de número y la vida vuelve a ser igual", cuenta entre risas.

La única respuesta que rompió el silencio perenne en la sala tiene que ver con el reggaeton, un género que, aunque no le da la espalda, le provoca sensaciones contradictorias. "La música es música siempre y cuando no haya un vocabulario obsceno y se respete a la mujer. No quiero verlo como un insulto", asevera en tono serio, provocando un aplauso unánime.

La media hora con los medios se pasa volando. Pero justo cuando Pablo parece haber ganado confianza y estar más cómodo hablando de su “nueva ilusión” por lo profesional, no queda tiempo. Al cantante le espera un día entero de promoción. “Me enrollo tela”, declara. Y, aún con su coraza puesta, Alborán abandona la sala sonriente, satisfecho y con un rumbo claro.