Joana, la hija de Buenafuente y Silvia Abril a la que no le gusta nada que sus padres hagan el ganso
Andreu Buenafuente y Silvia Abril llevan más de doce años juntos
Joana, una "niñadolescente" con mucha personalidad, es su única hija
Su relación con la paternidad podría ser un chiste de los suyos. “El colmo de dos payasos es que nos haya salido una hija seria”, apuntó Silvia en su día en una charla con XL Semanal. Porque Joana, que estuvo a punto de llamarse Abril para hacer capicúa con su segundo apellido, no ha heredado el gen gamberro de los Buenafuente, al menos de momento. Esta “niñadolescente” que está harta de suplicarle a su madre que “deje de hacer tonterías todo el rato” ya tiene ocho años. Por su carácter no los aparenta, según sus padres, que la definen como una niña “valiente, con autoestima y seguridad”. Tiene “un flequillo de Mowgli” que va muy acorde con su hiperactividad. Árbol que ve, árbol que trepa. También le pirra dibujar, montarse sus coreografías en casa y marcarse obras de teatro improvisadas. Y de esta fortísima personalidad tienen mucha culpa (para bien) sus padres.
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El primer beso con Andreu llegó tarde. Después de pasarse años correteando por su plató de El Terrat con las bragas a la vista, las gafas empañadas y el pelo graso, Abril se percató de que el que era su jefe había dejado de ver a la ‘La niña de Shrek’. Veía a “la Silvia”. Fue así cuando se fusionaron dos currículos vitales que también son historia de la tele.
Cuando Joana llegó como elefante en cacharrería a la casa de Cabrera del Mar en la que se asentaron Silvia Abril y Andreu Buenafuente antes de trasladar la mitad de su rutina a Madrid, ambos la esperaban con ansia. Ella tenía 41, él rozaba los 50. Pero el hecho de que el flechazo les pillase en la madurez no les quitó las ganas de formar una familia.
El día en el que un psiconeuroinmunólogo les ayudó a cumplir su sueño de ser padres
Andreu y ella llevaban un tiempo queriendo ser padres, pero “no había manera”. Llevaban ya cuatro años juntos y, por mucho especialista al que consultaban, Silvia no conseguía quedarse embarazada. “Yo tenía una edad, pero eso no tiene que ser un problema definitivo”, asumió la humorista sin resignación. Todo parecía estar en orden.
Fue en ese punto cuando se toparon gracias a una amiga con el psiconeuroinmunólogo Xevi Verdaguer. Él fue quien les salvó al descubrir que la actriz había visto mermado su sistema reproductivo por una intolerancia al gluten que desconocía. Lo eliminó de su dieta, ganó en salud, también en energía, y en un mes se quedó embarazada.
"Cuando seas madre, comerás marrones"
Con la maternidad, Silvia Abril se colocó en un “lugar de sombra”. Así lo definió en una entrevista con El Periódico, donde habló de ese clic que hace que los padres primerizos caigan en la cuenta de que “debes luchar por un espacio que te arrebatan los hijos”. Dejas de leer, de disfrutar del ya nulo tiempo en pareja o de tenerlo para ti misma. Algo que ahora han recuperado.
La autonomía de Joana Buenafuente les ha permitido retomar, con ciertas concesiones, esa vida de la que gozaban antes de ser padres. Ambos se tienen que forzar para estar en forma y mantener el nivel de energía de la niña, un peaje que han tenido que pagar pero que se niegan a que les pase excesiva factura. Ahora, con la calma que da el paso del tiempo, los dos están satisfechos del equilibrio que han logrado en una familia de clowns en la que es casi imposible conciliar: "Cuando vivíamos en Barcelona, y Andreu en Madrid, la dejaba en el cole, cogía el puente aéreo y volvía para ducharla y explicarle el cuento. De locos".
Joana o cómo fusionar la hiperactividad de mamá y el mundo interior de papá
Juntos han educado a su hija sin miedos, sin mucha pantalla delante pero con bastante permisividad, para así construir a una personita que ha aprendido a "explorar sus límites" y de la que tanto Andreu como Silvia se sienten orgullosos. Abril, la Rottenmeier del clan, un "culo inquieto" con muchas manías ha aprendido a respetar el mundo interior de un 'showman' que se desinfla cuando sale de plató.
De estos dos universos que nacen cuando ya no hay cámaras que les graben haciendo el ganso ha ido aprendiendo Joana, en la que Abril se inspiró para su último libro de cuentos infantiles y que quizá, cuando desaparezca el pavo propio de la edad, aprenda de sus padres a no tomarse tan en serio, que de eso en casa son expertos.