Su mujer Mariví, sus tres hijos e Illescas: el entorno de Pepe Rodríguez fuera de las cocinas
¿Quién forma parte del entorno íntimo del chef Pepe Rodríguez? Ponemos cara a su familia
Siempre repite la misma historia. Que nació en la barra de un bar. Que cada vez que subía a hacer los deberes escuchaba el chup chup del menú del día y el barullo de las comandas. Y que como las notas no iban como debían, no le quedó otra que echar una mano en cocinas. Aquel 'mozo' de Toledo empezó como camarero los fines de semana. Se ganaba un dinero ayudando a la familia con ese mesón que fundaron en los años 30, cerraron en la posguerra y reabrieron en el 71. Su nombre, El Bohío. Su ubicación, Illescas. Dos conceptos que, cuatro décadas después, es inevitable no relacionar con el Pepe Rodríguez que hoy reivindica lo tradicional sin desdeñar la vanguardia.
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Aunque con el tiempo fuese él quien se llevase la fama, su hermano Diego comenzó el mismo camino que él. Ambos entraron en los fogones "por obligación". Y en cuanto vieron que ese era su lugar, su padre se hizo a un lado. "Fue un visionario", ha contado alguna vez con cierta ironía. Ya por entonces empezaba a ebullir la alta cocina. Adriá y Berasategui comenzaban a sonar fuera del sector. Y tras acudir a unas jornadas en Vitoria, Pepe cayó en la cuenta de que ahí estaba el futuro. Su futuro.
Costó fusionar la cuchara con esos aires modernos de los que tanto se hablaba a finales de los noventa. Una vez diseñada la fórmula, lo demás fue rodado: El Bohío se convirtió en un templo y las estrellas michelín lo demostraron. Pero el cambio de verdad vino con la tele. ¿Quién es este chef que tanto habla de Illescas? ¿Qué hace cuando se quita la chaquetilla? Repasamos el entorno personal del que es considerado uno de los mejores cocineros de España. También de los más queridos. Y puede que para alguno que otro sea el más odiado.
La familia numerosa de Pepe Rodríguez junto a su mujer Mariví
Precisamente fue un bar (en Illescas, obvio) donde conoció a Mariví, su compañera de vida. Ella llegaba acalorada con unas amigas tras jugar un partido de tenis cuando se lo topó por primera vez. Mientras pedía una Coca-Cola y charloteaba con su pandilla, se percató de que había un joven que no le quitaba ojo. Era Pepe. Desde entonces, cada vez que se dejaba ver por el pueblo se lo encontraba. Años después caería en que aquel camarero se convertiría en su marido y en el padre de sus tres hijos.
Lo que le enamoró de él no fue su insistencia, aunque algo ayudó. "Es una persona muy elegante, es un señor", contó hace unos meses. El amor de verdad (y su relación de varias décadas) se inició cuando descubrió su talento para la cocina. Estuvo a su lado durante el despegue de El Bohío. Y también cuando media España comenzó a reconocerle por la calle.
Al principio les costó pasar de ser una familia discreta a que no diesen un paso sin pararse a hacerse un selfie. Pero ya están acostumbrados. Desde hace unos años es habitual que el chef pose en photocalls junto a su esposa. Incluso más de una vez se han sumado sus hijos María, Jesús y Manuela.
A la mayor al principio le costaba más esto de la fama. Al mediano le gustaba eso de que papá saliese en la tele. Y la pequeña ya se ha enterado de por qué todo el mundo sabe quién es Pepe Rodríguez. Los tres saben que no siempre van a contar con la presencia de su padre en casa, algo que a él le pesa cada vez más. Así se lo confesó a Bertín Osborne, que de esto también sabe un trecho.
Ya le tocó estar separado de su madre cuando murió por asistir a una grabación "a la que no podía faltar". Así que desde que se convirtió en padre, sus 30 días de agosto son intocables. "Ese mes quiero que me cansen, que me aburran, desayunar, comer y cenar con ellos, saber qué les gusta, qué no, echarnos la siesta todos juntos. Para mí eso es lo mejor del mundo". Esos pequeños grandes momentos con los suyos lo curan todo. También las ausencias. Porque si algo tiene claro Pepe es que, como se suele decir, los cargos tienen sus cargas.