Luis Enrique, su mujer y su familia vivieron hace un año y medio uno de los golpes más duros. Xana, su hija de nueve años, perdió la vida a causa de un osteosarcoma, un cáncer de huesos contra el que luchó durante cinco meses. “Damos las gracias por todas las muestras de cariño recibidas durante estos meses y agradecemos la discreción y comprensión”, comunicó el entrenador en aquel momento. A raíz de esta tragedia, el de Gijón abandonó su puesto como seleccionador y se centró en su familia y sus otros dos hijos, Pacho, de 22 años, y Sira, que tiene 20.
En noviembre de 2019, Luis Enrique retomaba sus compromisos profesionales. “Tenía ganas de volver a recuperar mi vida y hacer lo que más me gusta. Quiero demostrar a mi familia que la vida continúa”, aseguró meses después de la muerte de su hija. Ahora ha sido su hija Sira, que acaba de convertirse en campeona de España de saltos en la categoría de jóvenes jinetes, quien ha concedido una entrevista a la revista Vanity Fair en la que habla de cómo vivió la pérdida de su hermana pequeña.
“Soy muy sensible, pero cuando tengo que ser fuerte también lo soy”, reconoce a sus 20 años. Sira, la mediana de los tres hijos del seleccionador, recuerda que lo que ha vivido con su hermana le ha hecho “ver la vida de otra manera”. “Antes me agobiaba ante el mínimo problema. Ahora me paro a pensar que hay que vivir y disfrutar de cada momento. No se sabe cuándo va a ser nuestro final. Intento sobrellevarlo bien y sacarle el lado positivo a todo”, ha contado un año y medio después de aquella tragedia.
El deporte ha sido una de las cosas que más han vivido dentro de su familia. Desde pequeños, los hijos del seleccionador han vivido cada partido de fútbol con gran emoción, y siguen haciéndolo a día de hoy. Pero cada uno ha tomado un camino profesional en su vida. Pacho, que tiene 22 años, trabaja en una auditoría en Barcelona y Sira, la mediana, acaba de convertirse en campeona de España de saltos en la categoría de jóvenes jinetes.
Su pasión por los caballos comenzó a los cinco años y cuando cumplió 13 sus padres le regalaron un poni. “Al principio no les gustaba este universo, no lo entendían. Fue un proceso. Ahora disfrutan y me apoyan, pero si no apruebo me puedo despedir de todo”, ha contado al medio citado anteriormente.