Cuando verbalizó que le habían diagnosticado depresión, Tamara Gorro se apresuró en aclarar que su separación de Ezequiel Garay no había sido el motivo por el que había "tocado fondo". Romper con su matrimonio, aunque no fuese una decisión definitiva, tan solo era una piedra más de las muchas que cargaban esa mochila vital que utilizó como metáfora para describir su situación actual. Esa por la que se vio obligada a parar, a ponerse en manos de una terapeuta y de un psiquiatra para trabajar ciertos traumas del pasado que nunca se había atrevido a afrontar.
Uno de ellos salió a la luz a través de 'Cuando el corazón llora', un libro autobiográfico en el que ahondaba en los capítulos más duros de su vida. Este, enmarcado en su infancia, fue un episodio de abuso sexual que su instinto de supervivencia le hizo olvidar. O eso creía. En un campamento, con apenas nueve años, un hombre de su confianza se acercó a ella, le cogió con las manos por los dos mofletes y le acercó la cara hacia su boca.
"Yo no pestañeaba, vi que sus ojos se cerraban y que su boca se abría, sentí como su lengua entraba en mi boca. Una de sus manos comenzó a bajar por mi cuerpo, pasando mi pecho y llegando hasta mis partes, y ahí apretó fuerte", narraba en este diario que ha supuesto una liberación para Tamara.
Sin embargo, otro de los temas que ha tratado en terapia en estos intensos meses de recuperación ha sido la relación con su padre, del que se quedó huérfana cuando tenía ocho años. Así lo cuenta en otro de los episodios de 'Cuando el corazón llora', concretamente en el primero, donde desvela cómo las drogas entraron en su casa, provocando una grieta familiar insalvable que marcó su niñez.
Aunque su entorno (y su propio padre, que se llamaba Javi) se encargaron de que la de Móstoles le viese como "un hombre elegante, guapísimo, con educación, culto y trabajador", en el mundo de los adultos la realidad era totalmente distinta. Su madre, que por su trabajo tuvo que delegar gran parte de la crianza de la Gorro en sus "yayos", se separó cuando su única hija en común apenas tenía tres meses.
"Mi madre conoció a mi padre enfermo por culpa de las drogas. Estaba en un momento muy débil", relata en su libro. Fue entonces, con apenas 19 años, cuando su madre optó por ayudarle a salir de aquel pozo y formar una familia junto a él. Javier Gorro se desintoxicó al nacer Tamara, pero "una recaída bastante grave" marcó un punto de inflexión en su relación. "Mi madre incluso le vio un día pincharse delante de mí", desvela.
Su padre volvió a intentar terminar con esa enfermedad, se unió a Proyecto Hombre para recuperar a su familia, pero ya era tarde. Al recibir el alta, recuperar la confianza de esa niña de la que había estado separado tanto tiempo fue difícil, pero la rama materna de la colaboradora de televisión hizo todo lo posible por mantener una relación cordial con él. "Sin embargo, desde entonces mi padre nunca llegó a levantar cabeza, su hija y su mujer eran para él lo más importante, y como no nos tenía todo lo que deseaba, se refugió aún más en las drogas, que lo enfermaron tanto que acabaron con él", explica.