'El chico de las musarañas', capítulo a capítulo: desentrañamos el contenido del libro de Aless Lequio y Ana Obregón
Ya ha salido a la venta 'El chico de las musarañas', el testimonio de Aless Lequio sobre su enfermedad que Ana Obregón decidió terminar
Analizamos capítulo a capítulo el contenido de este esperado libro
Ana Obregón narra el día que intentó suicidarse y Alessandro Lequio la salvó: "Tenía todo planeado al milímetro"
‘El chico de las musarañas’ ya está fuera. Y nosotros por fin lo tenemos en nuestras manos. 312 páginas (72 de ellas escritas del puño y letra del difunto Aless Lequio) en las que Ana Obregón hace un recorrido por los últimos años de existencia del que ella siempre ha considerado que fue el amor de su vida.
Esos en los que le tocó vivir la tragedia de perder a un hijo por cáncer y en los que se entremezcla su testimonio con el del joven, que fue plasmando su realidad en papel con el objetivo de que, quizás, pudiese ser publicada algún día. Desentrañamos capítulo a capítulo el contenido del libro más esperado del año.
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Capítulo 1: Puto 23 de marzo
“Todo empezó un 23 de marzo hace cuatro años. Pero no era un 23 de marzo cualquiera. Era un «puto 23 de marzo de 2018»”. Este capítulo se traslada al día en el que sus vidas dejaron de ser las mismas y los dos “empezaron a morir”. Ella se había vestido “de Ana Obregón” para acudir a la fiesta de fin de rodaje de ‘Paquita Salas’, donde había hecho un cameo, cuando vio una llamada entrante de Aless: “Mamá, me muero de dolor, me voy a urgencias”.
Llevaban tres meses de pruebas médicas. “Que si gastroenteritis, hemorroides, una cremita y a casa”. Pero esa tarde, en urgencias, el doctor encontró en un tacto rectal un absceso que debían intervenir de forma inmediata. Aless, para tranquilizarla, intentó convencerla de que era “una idiotez”, el motivo de que todo le doliese “de cojones”. Pero su madre quiso que Alessandro Lequio, “il capo”, estuviese con ellos acompañándoles.
Trataron de hacerle varias pruebas previas, pero “no se podía esperar al resultado de la prueba de coagulación, había que operar ya, en la analítica los leucocitos estaban demasiado altos y era necesario extirpar el absceso”. Fue en quirófano, de madrugada, donde el cirujano descubrió que no era un absceso, sino un tumor “grande, de diez centímetros”, por el que le realizaron una biopsia.
Ana entró en cólera, no le entraba la cabeza que a su hijo le hubiesen detectado un cáncer. Y Alessandro, desde la frialdad, le aconsejó que esperasen a la mañana siguiente para compartirlo con su hijo.
Capítulo 2: Prohibido llorar
Este segundo capítulo (como todo 'El chico de las musarañas', en realidad) va de duelos. Aquí Ana hace un parón en su relato cronológico para detallar cómo vivió el antes, durante y después de ese azote vital que es sobrevivir a un hijo. Y después prosigue con el resultado de esa biopsia. "Lo lamento muchísimo, Ana, el tumor de tu hijo es maligno, es un tipo de cáncer raro y muy agresivo. Tiene muy mal pronóstico", le comunicó su doctor. Obregón se desplomó.
Su siguiente llamada fue a "Dado", que se trasladó a su casa de inmediato. Aless aún no conocía el resultado, pero la llamada de una periodista preguntándole "si tenía un cáncer terminal" se adelantó. Una vez se reunieron los tres, empezaron las preguntas. "¿Es verdad lo que me ha dicho?", les planteó. Ambos, Alessandro y Ana, le juraron que se iba a curar y le explicaron por qué ese tipo de cáncer contra el que le tocaba enfrentarse no iba a terminar con su vida.
Una vez comunicada la malísima noticia, tocaba hablar con su entorno. Por orden expresa de Obregón nadie podía llorar delante de su hijo. "Si necesitáis hacerlo, llorad en vuestro dormitorio y con la puerta bien cerrada", les pidió. Mientras tanto, tanto ella como el padre de Aless Lequio se pusieron en marcha para dar con los mejores oncólogos, esos que iban a "curarle". Los encontraron en Nueva York, a donde se trasladaron los tres. Allí, tras varias jornadas de hospitales, Ana entendió que no le iba a ser tan fácil cumplir su promesa. También fue la primera vez que su hio le preguntó: "Mamá, ¿me voy a morir?"
Capítulo 3: Fuck cáncer
Aless Lequio nunca se quejó. De camino a Estados Unidos, "antes de que la quimio hiciera que se le cayeran los mechones", Aless animó a que "Fuck cáncer" fuese su grito de guerra ante la enfermedad. Una actitud optimista que mantuvo hasta el final. Allí, en ese país en el que el joven recibió la mejor de las formaciones, el humor siempre fue una constante durante esos primeros (y durísimos meses) de tratamiento que se narran en 'El chico de las musarañas'.
El tumor era tan agresivo que implica "diez horas diarias durante durante nueve meses". Y la pregunta volvió a repetirse, esta vez ante los especialistas: "¿Qué índice de supervivencia tengo?". Él les confirmó que le iba a "salvar". A eso se aferraron como un clavo ardiendo.
Capítulo 4: Mamá, quiero vivir
Aquí se menciona por primera vez la última voluntad de Aless Lequio: la de traer descendencia al mundo. Esto, junto a esa admirable actitud que demostró su hijo durante sus tres años de enfermedad (y que tan bien se detalla en el libro), cambió su incertidumbre ante la muerto por el "mamá, quiero vivir". Además, los resultados médicos ayudaban a pensar que así sería y, gracias al esfuerzo del paciente, el tumor se redujo un 85%.
Capítulo 5: Aless escritor
En el primer capítulo escrito por Aless, titulado 'Valientes cabrones', Lequio Junior relata cómo vivió (junto a su primera novia oficial) aquel 23 de marzo en el que, después de que varios médicos le diagnosticasen hemorroides, tuvo que volver al hospital tras semanas con fuertes dolores en el recto que no le dejaban dormir. Es la otra versión de la historia. La del verdadero protagonista.
Aquel día le dijeron que le tendría que operar porque le habían encontrado "hemorroide trombosa", y fue entonces cuando tuvo que hacer frente a comunicarle la noticia a su madre. "He ido al médico y me han dicho que probablemente me tengan que operar", le confesó a Ana Obregón. "¿Que qué?" ¿Operar de qué? ¿Qué te ha pasado? ¿De la pierna?", respondió su madre. "Dicen que han encontrado algo raro en el recto, pero ¡no te asustes! No es la primera vez que vamos al médico, ¿vale? Primero me dijeron que eran hemorroides, ahora la sospecha es que son hemorroides trombosadas y tienen que hacer una colonoscopia, posiblemente operar", le explicó Lequio.
"Ni se te ocurrar hacerte nada serio en el nacional, ¡a tu padre casi lo matan! Voy a buscar al mejor colonoscopista y que te hagan la prueba internacional. Las ocurrencias de improvisto son las que luego te dejan huella, mejor todo despacito y con buena letra".
En el segundo capítulo escrito por Aless, titulado 'Nalgas y más nalgas', el joven relata cómo se enteró no se trataba de un diganóstico de hemorroides, tal y como le habían dicho en el hospital anterior. A Aless Lequio le habían detectado "la presencia alargada e invasiva" de algo más grande. Y había que operar de inmediato.
Un mes antes de morir, Aless Lequio escribió una carta al amor de su vida, un amor que, según su madre, "nunca existió" porque el cáncer le quitó "el tiempo para encontrarlo": "Vivo anclaro en la posibilidad de conocerte, pero ya no sé si lo haré en lo que me queda de vida (...) Tengo cáncer, pero lo peor de todo, tengo miedo (...)".
Capítulo 6: "Estás curado"
En todos los hospitales de oncología de Estados Unidos hay una campana colgada en la pared y, al acabar el tratamiento, los pacientes tocan tres veces la campana y repiten "misión cumplida, mi tratamiento ha acabado y estoy en mi camino". Eso fue lo que hizo Aless Lequio en 2018 después de que los médicos le confirmases que había terminado la radioterapia y podía regresar a España y terminar allí los tres meses de quimioterapia que le quedaban.
En diciembre de 2018 tenía que someterse a la prueba definitiva, la que le diría si realmente se iba a curar. "Aless, estás limpio, no queda ni una sola célula maligna en tu cuerpo ¡Te has curado!".
Capítulo 7: La última batalla
Nueve meses después, los médicos le confirmaron que habían vuelto a encontrar un tumor. Ana Obregón decidió trasladar a su hijo a Barcelona para que le tratase uno de los mejores oncólogos, que poco después le dio la peor de las noticias: el tumor había crecido y había metástasis. Alessandro Lequio se trasladó a Barcelona y pasó los últimos días de la vida de su hijo junto a la actriz.
"Mamá, papá... Si me pasa algo, acordaos de la muestra que dejé en el laboratorio en Nueva York. Quiero tener hijos, aunque ya no esté. Es mi deseo, prometedme que lo vais a hacer, por favor", les pidió Aless Lequio. "No digas eso, tú tendrás tus cinco hijos cuando estés bien. Pero si es lo que quieres oir, ¡te lo juro!", le respondió Ana. "Yo también te lo juro", le dijo Alessandro en la habitación de aquel hospital.
El 11 de mayo, dos días antes de su muerte, el médico les dijo que "no había nada que hacer" y que esa noche debían iniciar la sedación. "Me desplomé como una frágil muñeca de porcelana, cuyos pedazos rotos chocaron con el suelo a pesar de que Alessandro me sujetara fuerte. El doctor me acababa de arrancar con sus manos el corazón", recuerda Obregón.
Aquella noche, Alessandro y Ana se sentaron a ambos lados de la cama cogiéndola la mano a su hijo sin soltarle en toda la noche. Obregón se metió con él en la cama y le abrazó contra su pecho: "Una paloma blanca se posó en la ventana, en ese momento, en ese preciso instante, mi hijo dejó de respirar. Sus manos apretaron muy levemente las mías y una levísima sornisa se dibujó en sus labios. Un resplandor mágico iluminó toda la habitación (...) Nuestros corazones dejaron de latir al mismo tiempo y me morí contigo".
Epílogo
Ana Obregón ha guardado en secreto el testamento de su hijo, el pacto que hicieron en el hospital y que solo sabía su padre y las hermanas de Ana. "Pronto tendré en mis brazos a tu hija, mi nieta. Se llamará Ana Sandra. Será el milagro único jamás contado, fruto del amor infinito de una madre y un hijo, de un amor que traspasa todos los límites, uniendo el cielo y la tierra", dice la actriz en este libro.
"Ya no continuaré agonizando en esta muerte lenta, ahora me vaciaré de paisajes dolorosos porque tu hija prestará tu sonrisa y tu corazón. Ahora quiero vivirme. Por tu hija. Por mi nieta. Por ti", termina la historia de 'El chico de las musarañas', el relato en el que Obregón habla de la muerte que vivió con su hijo y de cómo ha vuelto a la vida con el nacimiento de su nieta.