Ángel Gabilondo fue fraile, tiene dos hijos y comparte su vida con una filóloga que huye de la fama
Nos colamos en la vida privada del candidato a la presidencia de la comunidad de Madrid por el PSOE
Sus 14 años como fraile, los nueve hermanos Gabilondo (incluido Iñaki), sus dos hijos, su exmujer y su actual compañera de vida
¿Quién es quién en el entorno íntimo de Ángel Gabilondo?
Antes de ser rector de la Autónoma, de fichar por el gobierno de Zapatero para llevar la cartera de Educación o de su triple candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Ángel Gabilondo fue fraile. De los del voto de castidad, pobreza y obediencia. De los de la orden del Sagrado Corazón de Jesús. De los que toman el hábito con 17 años. Y en esas estuvo 14 años más. Ahora, el cabeza de lista del PSOE madrileño ya no va a misa, se ha casado, se ha divorciado, tiene dos hijos y ya ha celebrado las bodas de plata con su segunda pareja estable, la doctora en Filología Clásica Carmen Gallardo, que ya le tiene advertido de que, de ganar en las urnas, no piensa ejercer de primera dama.
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Pero para entender la trayectoria vital de este filósofo que se reivindica como un tipo "soso, serio y formal" debemos irnos a San Sebastián, a la calle Churruca, donde fue el quinto hijo de los nueve que tuvieron Joxe Ignacio y María Luisa, 'los de la carnicería del mercado de la Brecha'. En este clan hipernumeroso nació Ángel un 1 de marzo de 1949, en una casa donde ya estaban acostumbrados a decir eso de "shhh, de eso no se habla" cuando alguien trataba de sacar en las sobremesas ese tabú que era en dictadura la política.
Fue así como esos críos, los Gabilondo, construyeron su madurez a través del silencio. La mezcla de nacionalismo, comunismo y anarquía que se palpaba entre los integrantes de esta familia les hizo aprender a convivir en la "concordia", en el no enfrentamiento, en el saber que "no hace falta hablar tanto para intentar tener la razón". Y en eso está basando su última campaña.
Los nueve hermanos Gabilondo
De esos nueve, cada uno fue forjándose una identidad. Javier heredó el negocio familiar, ese que después de setenta años ya ha cerrado la verja. Iñaki se convirtió en una eminencia del periodismo, igual que Pedro, que trabajó como subdirector del Diario Vasco. Ramón también tiró por la comunicación y ocupó un cargo directivo de la Cadena Ser, templo que hizo de su apellido una leyenda de las ondas. Luis y Arantxa hicieron carrera en la medicina. Jesús se llevó el título de benjamín. Y Lourdes primero y Ángel después apostaron por la religión.
Era 1966 cuando el ahora portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en la Asamblea de Madrid siguió la estela de su hermana mayor y vio en la fe su futuro. Entró en el Sagrado Corazón, congregación que descubrió durante su etapa escolar, en el colegio de Mundaiz. Primero le destinaron a Vitoria, donde se estrenó como profesor. Luego pasó por Madrid. Pero una crisis de fe que nada tuvo que ver con amoríos le obligó a empezar de cero.
Hacer carrera en la política siendo un exfraile
Acabábamos de entrar en los ochenta cuando un Ángel Gabilondo ya asentado en la capital se licenció en Filosofía y Letras por la segunda universidad pública más cotizada de Madrid. Después se ganó el título de doctor por una tesis sobre Georg Wilhelm Friedrich Hegel, sobre el que profundizó viajando a las ciudades alemanas de Bremen y Bochum. Lo siguiente fue convertirse en catedrático en Metafísica. Y por este currículo, que adquirió durante su treintena y parte de la cuarentena, le eligieron como rector de la Autónoma.
Ya tenía 60 cuando recibió una llamada de José Luis Rodríguez Zapatero. Le quería como ministro de Educación para su segunda legislatura, sustituyendo a María Jesús San Segundo y Mercedes Cabrera, sus predecesoras. Aceptó la cartera. Y también un futuro en la política. Con el inicio de una nueva era por la entrada del PP de Rajoy a la Moncloa, Ángel se hizo un hueco en la Asamblea de Madrid, donde ejerció de diputado. Luego, en 2015, se convirtió en cabeza de lista, en el representante del PSOE para la comunidad, un papel por el que percibe 69.000 euros netos anuales. Y en ese brete se ha mantenido hasta hoy. Pero en esta intensa etapa laboral también hubo mucho zarandeo personal.
Una boda, dos hijos y Carmen Gallardo
Desde que abandonó a los corazonistas, pasaron unos años hasta que Gabilondo se topó con Paloma Olmedo, madre de sus dos hijos. De aquel matrimonio, roto desde hace tres décadas, nacieron Román, un emprendedor en el diseño industrial, y Hugo, que tras formarse en la neurobiología colabora con la farmacéutica Lilly. Ninguno de los dos recomendó a su padre responder a Zapatero con un 'sí'. Sabían la que se avecinaba. Ahora, el segundo ya es un 'crush' para aquellos que analizan la campaña de Ángel por Madrid desde la frivolidad.
Tras el divorcio, Gabilondo conoció a Carmen Gallardo. Y de eso han pasado ya más de 25 años. Ambos eran profesores en la Autónoma cuando iniciaron esta relación sentimental que hoy supone estabilidad. Ella, filóloga latina, continúa compaginando sus labores de docencia e investigación en la facultad con su rol como responsable del Centro Cultural La Corrala, un centro ligado a la universidad que pretende ser un lugar de intercambio cultural de ida y vuelta en pleno barrio de Lavapiés.
¿A qué dedica el tiempo libre (cuando lo tiene)?
Desde que Hugo y Román se emanciparon, Ángel y Carmen residen en la madrileña zona de Pinar de Chamartín, colindante con la calle Arturo Soria, en una casa que adquirieron a medias en 1998. Tienen otra, su segunda residencia, en Cádiz, concretamente en Zahara de los Atunes, su refugio vacacional. Ambas viviendas están hipotecadas.
Gabilondo no tiene carné de coche. Tampoco del PSOE. Le chifla escaparse a París, la tortilla de patata, tiene maña con los cardos con almejas, cuando toca festejar frecuenta La Castela, es asiduo a los museos, a las canciones de The Beatles, Caléxico y de Madjo, al cine español y al deporte. Siempre que puede sale a hacer running. En su día se enganchó a 'House of Cards'. Y si tuviese que afiliarse a algo, sería a la Real Sociedad. De eso tampoco tiene carné.