El de Pilar Eyre es un nombre que suena familiar, por lo menos para toda una generación que ha madurado leyendo sus textos, escuchando sus historias y descubriendo la locura que es en ocasiones la vida de la periodista y escritora. Su vida privada es suya, pero gracias a su pluma, de algunos de sus pasajes son conocedores todos sus lectores, su novela Mi color preferido es verte, finalista al premio Planeta, es prueba de ello, una novela autobiográfica en la que cuenta una historia de amor de tres días con sus noches. 

Una historia de amor que, en el caso de Pilar, no le llevó al altar, ni mucho menos, pero que pone de manifiesto que es una mujer pasional y enamorada del amor. Casada en tres ocasiones, aunque dos de ellas con el mismo hombre, ha sido madre una vez y es una apasionada de los perros, sus mascotas son sus grandes compañeros y protagonistas de algunas desternillantes historias. 

Junto a Marc Giró revelaba la historia de cómo habían secuestrado a su perro Bakunin y por él le pidieron 3000 pesetas como rescate. Durante el intercambió se llevó la sorpresa, "Bakunin no se quería venir conmigo, se quería quedar con ellos", contaba haciendo reír a los presentes. Un amor que fue mutuo porque tal y como continuó contando, más adelante volvió a saber de los secuestradores, "llamaban de vez en cuando para preguntar cómo estaba".

Historias que no dejan de sorprender, tampoco a ella, quien hace unos años compartía a través de Twitter (ahora X) una nueva sorpresa, esta vez con relación a su salud. Desde los 20 años vive con un solo pulmón, debido a una tuberculosis, hace vida normal, pero solo con el pulmón derecho que es el que le dio la sorpresa, porque según le contó el médico tras una revisión, "Ha pasado por encima de tu esternón, ha empujado tu corazón hacia la axila y está ocupando el lado izquierdo". 

Una de las primeras historias de amor de Pilar Eyre que se conocen fue con un compañero de la facultad con quien llegó a casarse. Un matrimonio que no fue demasiado duradero, pues pasado un año la pareja tomaba caminos separados. 

Fue Ferran Llisterri, padre de su hijo, quien consiguió llevarla de nuevo al altar. Con él se casó, tuvo a su hijo (que nació en 1988 y al que cariñosamente llaman Ferri) y tras varios años, se divorciaron. “Llevábamos muchos años casados, nos separamos por nada, pensábamos que había llegado el momento de separar nuestras vidas”, le explicó a Risto Mejide durante una entrevista. 

Poco después, Llisterri enfermaba, lo que hacía que volvieran a encontrarse. “Él dijo que quería morir siendo mi marido”, recodaba la escritora, por lo que poco antes de que falleciera en 2007 volvían a casarse y lo hacían en el hospital. Llisterri fallecía dos semanas después. 

Este no fue el último amor de la escritora, de hecho, en 2016, hablaba para Vanitatis de su relación con el también periodista Enrique Badía. “Que yo no soy Isabel Preysler. Somos una pareja normal y corriente que se quiere y punto”, decía al citado medio.

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