El viernes 29 de abril Kate Middleton cumplirá el sueño de muchas niñas: convertirse en princesa. Igual que lo hicieran antes otras 'plebeyas', Kate ha encontrado en Guillermo de Inglaterra a su príncipe azul. Sin embargo, esto no es siempre un sueño dorado. La presión de los medios y el yugo de las normas palaciegas han hecho que algunas como Lady Diana, Matilde Solís o la princesa Masako viviesen un cuento sin final feliz. ¿Soportará Kate, una jovencita estudiante de Historia, el peso de la rígida corona británica?
Ahora que las bodas reales concertadas se han pasado de moda, es cada vez más frecuente que los nobles europeos busquen pareja en cualquier lugar corriente y moliente como una rueda de prensa, un campus universitario o en un festival de rock. Pero, ¿están preparados estos ciudadanos de a pie para asumir las leyes imperturbables de la realeza y el acoso de los medios ? Hay algunas que han caído en el intento.
La historia de Diana de Gales conmovió a ricos y pobres. La inmensa mayoría del pueblo británico se enamoró de una princesa que se había ganado, con su simpatía, bondad y cercanía, el corazón de todos los ingleses, con una sola excepción: el de su marido.
La misma Diana confesó, a raíz de unas conversaciones que fueron grabadas en 1993 y que terminaron en manos de Andrew Morton, el autor de su biografía, el malestar físico y psicológico que estaba sufriendo a causa de los desprecios conyugales y de la soledad de los largos pasillos de la Casa de Windsor.
Diana aseguró que, tras conocer la aventura de Carlos y Camila, recayó en la bulimia, una enfermedad que venía arrastrando desde la infancia. "Yo estaba todo el día recorriendo el país, tratando de confortar a gente que estaba muy enferma y cuando volvía a casa no había nadie que me confortara a mí. Entonces iba a la heladera, me llenaba el estómago y después vomitaba todo. La gente quiere una princesa de cuento de hadas que venga, los toque y haga que todos sus problemas desaparezcan por arte de magia. No se dan cuenta de que, por dentro, esta persona se está crucificando porque piensa que no es lo suficientemente buena", explicaba la princesa en dichas grabaciones, reconociendo que el miedo a no estar a la altura de sus labores públicas y privadas era superior a sus fuerzas.
Diana también repitió en varias ocasiones que se sentía "cazada por la prensa". Es lógico llamar su atención siendo una princesa, sin embrago, su título no era lo que más le interesaba a los medios, sino sus secretos, sus sentimientos y todo lo que tuviese que ver con su vida privada. Fue perseguida por los paparazzi de forma constante, incluso, hasta el día de su propia muerte
El caso de Matilde Solís es muy parecido al de Diana de Gales, pero en menor escala. También se casó con un Carlos, en este caso, el hijo mayor de Cayetana de Alba y el Duque de Húescar, en una boda acordada por la Casa de Alba que la convertiría en la sucesora de la gran dama de la nobleza de España.
A diferencia de Diana, Matilde sí era noble de cuna, hija de los marqueses de la Motilla. Sin embargo, eso no impidió que fuese ignorada por su marido, o por lo menos, eso era lo contaba la prensa española de los años noventa. La misma prensa fue la que dio constancia de las continuas crisis matrimoniales de la pareja con la poca información que se obtenía, pues la reputación de los Alba estaba protegida hasta el extremo y pocos eran los datos que se conocían.
El escándalo mayor saltó con la noticia del supuesto intento de suicidio de Matilde Solís, que algunos medios achacaron aun "incidente doméstico con una escopeta de caza" y otros a la desesperación de las exigencias del Palacio de Liria. El ingreso hospitalario sí que consta y fue real y también el hecho de que, a la salida del mismo y después de 12 años de matrimonio y dos hijos en común , Matilde pidió y consiguió su deseado divorcio de Carlos Fitz-James Stuart.
Desde el año 2004, la princesa Masako, esposa de Nahurito, heredero al trono japonés, se mantiene apartada de todo tipo de actos reales por estar sufriendo una larga depresión inducida la presión que le causan sus dificultades para tener un hijo varón que pueda ponerse al frente del Imperio el día que sea necesario.
Son ya seis años los que Masako lleva sin acudir a las citas de protocolo y sin acompañar a su marido en los viajes oficiales debido a la ansiedad que sufre a causa de sus responsabilidades como esposa del príncipe. En el año 2004 fue ingresada con uno de los síntomas más claros de estrés, la aparición de un herpes, y desde entonces prefiere estar retirada de sus labores por, como explicó ella misma en un comunicado "acumulación de fatiga mental y física".
En el último año sí que ha habido alguna mejoría; la princesa Masako acudió el pasado 17 de enero al homenaje de los caídos en el terremoto de Kobe de 1995, pero los médicos siguen recomendando que no se amplíen demasiados sus compromisos para no cargar un "excesivo peso sobre sus hombros". Por su parte, el príncipe Nahurito, aún conociendo la urgencia de tener un sucesor, sólo se preocupa por la recuperación de su mujer.
La Casa Real española ha insistido mucho en explicar que Letizia Ortiz "come de todo" pero que lo quema en seguida porque es "puro nervio". ¿Es que no lo era ya cuando trabajaba como periodista en jornadas de sol a sol y pesaba por lo menos diez kilos más de lo que pesa ahora?
La pérdida de peso que ha sufrido Letizia desde que se casó con el príncipe Felipe ha sido lo suficientemente notable como para que toda la prensa internacional se haya preguntado si está experimentando algún tipo de trastorno alimenticio. Es lógico pensar que pasar de ser una mujer totalmente independiente a vivir dentro de los protoclos propios de la Zarzuela y bajo el asedio de los medios de comunicación, haya podido provocar que Letizia se preocupe de más por su apariencia física.
Volviendo al clan de los Alba, una saga imperecedera, encontramos también otra figura relevante, en esta caso un hombre destronado y no una mujer, a quien Manuel Vicent dedicó uno de sus libros. Mucho se ha especulado sobre el carácter venido a más de Jesús Aguirre, un sacerdote que se convirtió contra todo pronóstico en el décimoctavo Duque de Alba.
En 'Aguirre, el magnífico', Manuel Vicent define al segundo marido de Cayetana de Alba como un hombre inteligente, de respuesta agil y lengua hiriente. Pasó a ser Duque sin haber tenido ni de lejos un mínimo contacto con la aristrocracia y, aunque a Vicent siempre le dijo que llevaba el lujo "con toda naturalidad" lo cierto es que el autor sentencia que su amigo "trató de vivir, comer y respirar como un Alba pero no lo consiguió, y por ello entró en una locura circular que minó su salud y terminó con su vida".