Cinco motivos convincentes para no ingerir alimentos ultraprocesados
Desde hace años se habla de los riesgos que tiene para nuestra salud el consumo de alimentos ultraprocesados
Aunque siempre hay quien tacha estos argumentos de exagerados, los expertos en salud y nutrición no tienen ninguna duda de cómo nos perjudican
Estos son los motivos indiscutibles para apartarlos de tu alimentación
Los alimentos ultraprocesados llevan décadas llenando nuestras neveras y despensas. Lo que en su día parecía toda una revolución alimentaria que mejoraba nuestra forma de comer, se ha demostrado científicamente que no es así. Diferentes movimientos, sobre todo a través de redes sociales, se esfuerzan en mostrarnos el engaño en el que hemos vivido durante años.
¿Que quieres comer ultraprocesados? Perfecto, pero es esencial que lo hagas sabiendo que en realidad no son comida auténtica, sino unos preparados en los que la sal, el azúcar, las grasas trans y todo tipo de aditivos son los ingredientes principales. En cambio, una alimentación variada, basada en alimentos reales, te aporta de verdad todo los nutrientes que tu organismo necesita. ¿Tienes dudas? Pues aquí tienes los motivos convincentes para no comer alimentos ultraprocesados y cuidar de tu salud.
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Aceleran el envejecimiento
Esta es una de las conclusiones a las que llegó la Universidad de Navarra tras una investigación que se publicó en la American Journal of Clinical Nutrition. El consumo habitual de alimentos ultraprocesados acelera el envejecimiento celular, lo que aumenta el riesgo de padecer de forma prematura enfermedades relacionadas con la edad. En cambio, una alimentación saludable puede evitar y retrasar ese riesgo.
Crean adicción
No solo son adictivos por su precio, su presentación y su sabor apetitoso. Su alto contenido en sal, grasa y azúcar es una auténtica bomba para el cerebro, que comienza a segregar todo tipo de hormonas relacionadas con el placer adictivo: serotonina, dopamina, cabanoides… Si comes ultraprocesados, tu cerebro estará encantado, pero solo durante un corto espacio de tiempo. Luego vendrá “el mono” y la necesidad de comer más y más. Y como la variedad de ultraprocesados es enorme, podrías estar tomándolos desde la mañana hasta la noche: cereales de desayuno, barritas, platos congelados, patatas fritas, salsas de aderezo, dulces, yogures de sabores…
Sí, engordan
Y lo hacen por un doble motivo. Por un lado contienen muchísimas calorías, grasas y azúcares. También sal, que favorece la retención de líquidos. Con pocas cantidades ya estarías dándole a tu cuerpo más calorías de las que te aportaría una carne asada con verduras y patatas al horno. Y por el otro, al ser adictivos, como te decíamos, es muy difícil controlar la cantidad que tomas, y lo más sencillo es caer en el exceso.
Afectan a tu estado de ánimo
Nuestra forma de alimentarnos repercute en la actividad del cerebro, y los ultraprocesados no son precisamente sus mejores amigos. Además de llevarle a picos extremos de placer, esta sensación neuronal desaparece a la misma velocidad a la que llegó, afectando a nuestro estado de ánimo. Aunque apenas lo percibas o no lo asocies a lo que hayas comido, es fácil que poco después de ingerir ultraprocesados te sientas cansada, triste o desanimada.
Aumentan el riesgo de mortalidad
Los daños que se producen en tu organismo si tu consumo de ultraprocesados es alto, favorecen el riesgo de mortalidad. Así, sin paños calientes. La dura realidad es que perjudican a tu flora intestinal, aumentan el riesgo de enfermedades a corto, medio y largo plazo, aumentan la tensión arterial, los niveles de azúcar en sangre, y un largo etcétera. Nos encantaría que no fuera así, pero la comunidad científica no niega la evidencia, y ahora queda en nuestras manos elegir una forma de alimentarnos que nos cuide en el presente y en el futuro.