Si comenzamos a estornudar de manera compulsiva en primavera, lo primero que vamos a pensar es que la causa es una alergia. En cambio, si nos ocurre lo mismo en otoño es posible que pensemos que se trata de un resfriado. Pero no tiene por qué ser así. Aunque las alergias se han asociado siempre a la primavera, en los últimos años se ha detectado que cada vez hay más personas que padecen alergia a determinadas plantas en otoño. Confundir un resfriado con una alergia es bastante fácil, por lo que no debes descartar la segunda opción y consultar con tu médico siempre que lo creas necesario.
Los cambios de hábitos con respecto a los meses de calor pueden provocar que nos veamos expuestos a padecer una alergia inesperada. Las casas y los espacios de trabajo están menos ventilados, y se empieza a usar la calefacción. Esto hace que, además de las alergias causadas por las plantas, afloren también las causadas por los ácaros. Te contamos cuáles son las alergias más comunes del otoño y qué las produce.
Durante los meses de septiembre y octubre, la polinización de algunas plantas y árboles pueden causarnos alergia y hacer que suframos la dichosa rinitis. Entre ellos se encuentras los cipreses o las artemisas. Estas últimas no desplazan el polen a mucha distancia, por lo que es más fácil que te den alergia si paseas por el campo o eres aficionada al senderismo.
Las arizónicas pueden dar alergia desde el mes de septiembre, y cada vez afectan a más personas. A ellas pertenecen los cipreses que hemos mencionado, pero también la sabina, el enebro y la tuya, habituales en los setos de las zonas ajardinadas.
El otoño es época de lluvias y, por lo tanto, de un aumento significativo de humedad en el ambiente. Esto provoca la proliferación de muchos tipos de hongos microscópicos que se escapan a nuestra vista. Estos hongos liberan esporas que, al respirarse nos pueden causar rinitis y otros síntomas relacionados con la alergia.
Los ácaros no son exclusivos del otoño, pero en esta época están más presentes que en el resto del año. Se trata de unos arácnidos tan pequeños que no somos capaces de ver, y que habitan en el polvo de nuestros hogares. La falta de ventilación, la humedad y el uso de la calefacción hace que se reproduzcan y que te causen alergia. Para minimizar su efecto, ventila siempre que puedas y procura que tu casa esté libre de polvo.