"No puedo más": por qué llegamos a las vacaciones al borde del colapso
Entre quienes están a punto de irse de vacaciones se escuchará la alegría por la inminente partida y los días libres, pero también una sensación de agotamiento y hartazgo
¿Es posible cambiar algo las cosas y evitar llegar a las vacaciones con la lengua fuera? Fernández Suárez, profesor del Máster en Prevención de Riesgos Laborales de la UNIR, nos da las claves
Cuando el turismo actual genera más estrés que descanso: "Diseñamos las vacaciones como una yincana"
Este es un experimento sencillo. Solo hay que situarse al lado de la cafetera o del microondas en el que se calientan los tuppers en el trabajo y prestar atención a las conversaciones. Entre quienes están a punto de irse de vacaciones se escuchará la alegría por la inminente partida y los días libres, pero también una sensación de agotamiento y hartazgo. El “estoy deseando irme” y el “ya no puedo más” se repiten. Da la sensación de que llegamos a las vacaciones sin poder más.
Que esto ocurra tiene una explicación. Iván Fernández Suárez, profesor del Máster en Prevención de Riesgos Laborales de Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), señala que “se juntan varias cosas”. Por un lado, está la anticipación, apunta el profesor y también investigador del grupo ‘Trabajo líquido y riesgos emergentes en la Sociedad de la Información’ de la universidad riojana. Saber que las vacaciones están a la vuelta de la esquina hace que les tengamos más ganas. Es un poco lo que pasa en la infancia cuando se acerca el día de Reyes.
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Por otro lado, nuestro propio comportamiento pre-vacacional no ayuda. “Cuando nos vamos a ir queremos dejarlo todo cerrado para irnos con tranquilidad”, indica Fernández Suárez. Puede que sea porque te sientes mejor dejando todo bien atado o porque no quieres que te llamen tus compañeros para preguntarte cosas durante esos días. Sea por lo que sea, estarás trabajando contrarreloj, lo que suma estrés. Para entenderlo, “siempre pongo el mismo ejemplo, el de los exámenes”, señala el profesor. Si se hacía cuesta arriba estudiar en la recta final antes del examen, lo mismo pasa con este sprint.
Una sociedad acelerada
Paralelo a todo esto, está el hecho de que vivimos en una sociedad acelerada. “Vamos a mil”, reconoce Fernández Suárez. Esto nos pasa factura. El profesor lo confirma echando mano de las estadísticas, que dicen que nuestra salud mental se está resintiendo.
No nos ayuda que todo esté conectado y que todo funcione en todo momento y a todas horas. La desconexión digital es un derecho, pero sin embargo somos incapaces muchas veces de ejercerlo. A veces es porque en el trabajo se olvidan de que la posibilidad de conexión no necesariamente implica que se deba estarlo. Otras, es porque no somos capaces de apagar nuestros dispositivos, que es también una de las razones por las que las vacaciones estresan.
En este entorno, “ha aumentado la carga mental”, apunta el profesor. En los últimos 20 a 15 años, el mundo ha cambiado por completo. La digitalización, los nuevos modelos de trabajo, las redes sociales… “Están apareciendo cosas nuevas, es el reto al que nos enfrentamos”, señala Fernández Suárez. Todo resulta difícil de gestionar, para las empresas y para las personas. “Ya actualizas porque tienes la costumbre”, ejemplifica. Con eso olvidamos que “igual que nuestro cuerpo necesita descanso también lo necesita la mente”.
La era del agotamiento
Y todo esto lleva a vivir de forma casi hiperactiva y un tanto agotadora. De hecho, hoy vivimos en una suerte de mayor cansancio generalizado. Un estudio reciente de Cigna 360-Vitality concluye que, si 2022 fue el año de la Gran Renuncia, 2024 va a ser el del Gran Agotamiento.
En líneas generales, la población está más cansada y menos motivada en el trabajo. El 60% de las personas encuestadas reconoce que no es capaz de desconectar del trabajo y un abrumador 96% cree que está quemado. Se va acumulando fatiga, lo que lleva a un ciclo de dormir mal, tener poca energía y sentir cada vez más hartazgo, lo que enquista ese agotamiento.
El incremento de los niveles de estrés y ansiedad de la población o el estar constantemente en ‘modo on’ son dos de las causas que explican esta sensación colectiva. También lo son el que la cantidad de trabajo sea “desmesurada” y que se afronten todas estas tareas como algo inmediato —cuando no siempre lo es— y el hecho de que las empresas no prioricen dar apoyo y aportar recursos y herramientas para abordar todo esto.
Cómo no llegar a vacaciones con la lengua fuera
¿Es posible cambiar algo las cosas y evitar llegar a las vacaciones con la lengua fuera? La respuesta clave está en pensar qué vamos a hacer y cuándo. “Es una cuestión de planificación”, apunta Fernández Suárez, de no dejar todo para el último día y no obligarnos a hacer un sobreesfuerzo.
No menos importante es entender que puede que no dé tiempo a todo y no pasa nada. Las empresas también deberían tener un papel en esto, ayudando a planificar y entendiendo que el trabajo en el siglo XXI no puede seguir siendo como en el XX. Este es un punto complejo, como demuestra la complicada relación que mantienen con el teletrabajo. Todavía se sigue premiando el presentismo. “A veces se valora más que estés ahí 10 horas, que que lo hagas bien en 5”, indica el experto.
Tampoco está de más recordar la importancia del ocio y del descanso y saber que es un proceso de desaceleración que requiere un poco de tiempo. “No voy a pasar de 1000 a 0 en un día”, afirma Fernández Suárez. Igual que el cuerpo no vuelve a la normalidad tras hacer ejercicio de forma intensa, la mente necesita ir desconectándose poco a poco.
No descansar es peligroso. Entendemos la carga que supone para el cuerpo, pero nos cuesta todavía comprender lo que supone para la mente. Si tienes el ligamento roto, recuerda el experto, poco importa que hagas reposo, seguirá estando roto. Y, si tienes 'burnout', no te va a curar un día de descanso en la montaña.
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