Si preguntásemos en una sala cuántas de las personas presentes han tenido, en algún punto de su vida, un diario, lo más probable es que cerca de la mitad levantasen la mano. Si, a continuación, preguntásemos cuántas de esas personas lo siguen escribiendo, quedarían muchas menos manos alzadas. Un 16%, según una encuesta llevada a cabo en 1996. Datos algo más recientes, ya de la era post-covid, con smartphones y redes sociales robando -aquí cinco señales que confirman una adicción a ellas- tiempo que a lo mejor en el pasado podíamos haber dedicado a escribir, muestran que la práctica no ha quedado obsoleta, al menos entre los jóvenes ingleses: en 2022, casi el 30% de los niños y jóvenes de entre 5 y 18 años tenía un diario. Era además una actividad bastante feminizada: el porcentaje de niñas diaristas era del 41,5% y el de niños del 16,5%.
¿Qué pasa al llegar a la edad adulta? Muchas personas habrán abandonado su hábito hace tiempo, otras volverán de vez en cuando y quizá pasen a llamarlo journaling (Google Trends muestra un aumento de la búsqueda de esa palabra en España desde 2018). Y habrá también quien no haya parado nunca, como Isabel, que escribe un diario desde que puede recordar. “Es cierto que he tenido muchas épocas de no escribir mucho, pero siempre tenía un diario por ahí. Desde 2016 prácticamente ya de continuo”, asegura.
Utiliza una agenda de página por día y la rellena a diario. Cuando quiere escribir más, se pasa a un cuaderno separado. ¿Por qué lo hace? No lo tiene claro. “Simplemente es una cosa que hago, como leer libros o hacer bizcochos. No es que me haya levantado un día y haya decidido que quiero tener un diario. Como que siempre ha estado ahí”, reflexiona. En cuanto a lo que escribe, normalmente anota, a grandes rasgos, lo que ha hecho ese día, aunque también ha habido épocas en las que lo ha utilizado para ver cómo se sentía. “Por ejemplo, desde que empecé a trabajar noches, apuntaba las horas que dormía y lo que hacía, para ver qué me sentaba mejor y peor; ahí sí miraba lo que había escrito”, señala. Porque normalmente no los vuelve a leer.
“En general, se trata de una práctica muy recomendable y beneficiosa para cualquier persona, si se realiza adecuadamente”, asegura la doctora en Psicología de la Salud Clara I. Morgades Bamba. Escribir un diario ayuda porque nos permite dedicar tiempo a lo que hay en nuestro interior, “tomando conciencia de cosas que son importantes para nosotros y que, de otro modo, con las exigencias de nuestro día a día, no llegaríamos a plantearnos o a tener tan presentes”. Además, al plasmarlo por escrito, “y no solamente pensarlo o reflexionar sobre ello”, eso que estamos descubriendo toma una forma “concreta y operativizada, por lo que estaremos más cerca de que nuestra vida experimente cambios en positivo”, señala.
La también psicóloga Pepa Sánchez, que además imparte talleres de escritura terapéutica, coincide. “Poder expresarse, aunque sea en el papel, ayuda a procesar las vivencias de una forma saludable. Conocerse más ayuda a identificar patrones y dinámicas que nos generan malestar, detectarlas cuando suceden y poder cambiarlas”, explica.
Hay ya multitud de estudios que han relacionado la escritura con beneficios para la salud mental: mejoras en la ansiedad, en personas con depresión, para tratar el estrés post-traumático… Sin embargo, como concluía una revisión sistemática publicada en 2022 de la literatura científica sobre el tema, es necesario investigar mucho más. La relación parece existir, pero los estudios tienen bastantes limitaciones, como una muestra pequeña. Aun así, los autores de la revisión indicaban que, teniendo en cuenta que los riesgos de la escritura son bajos y que es algo muy accesible y asequible, los profesionales de la salud pueden recomendar la práctica del journaling como complemento (no sustituto) a las terapias respaldadas por una evidencia científica más robusta.
Por otra parte, una serie de estudios muy curiosos también han relacionado la escritura con mejoras en la salud física: es bueno para nuestro sistema inmunitario, para dormir mejor e incluso para una curación más rápida de las heridas. Como ocurre con la salud mental, son estudios pequeños y muy concretos, pero está bien pensar mientras escribes que, a lo mejor, gracias a esa práctica, pillas menos catarros.
Escribir en un cuaderno (o en un soporte digital, para quien se sienta más cómoda ahí) tiene muchos nombres, pero ¿hay algo que los diferencie? ¿Es lo mismo un diario, que el journaling o que practicar la escritura terapéutica? Mientras que Pepa Sánchez considera que los dos primeros términos son sinónimos (“journaling es la palabra inglesa equivalente a llevar un diario por lo que no hay ninguna diferencia. Solo se está empezando a popularizar el nombre inglés”, señala), Morgades Bamba sí los ve como algo distinto, pensando más en lo que era un diario tradicional.
“En el diario, por lo general, uno escribía sus pensamientos y sentimientos de manera directa en un texto y lo solía hacer una vez al día, como un hábito que normalmente se realizaba a la misma hora y en la intimidad. El journaling, sin embargo, es mucho más flexible”, explica. Esta flexibilidad se da en el cuándo (no tiene por qué ser todos los días ni siempre a la misma hora), en el qué (“podemos y es habitual incluir listados, esquemas, dibujos, mapas conceptuales y todo elemento que ayude a la expresión y asimilación de la información recogida”) y en el cómo (podemos compartimentalizar, con zonas del cuaderno dedicadas a "analizar nuestras experiencias” y otras a explorar objetivos, por ejemplo).
En lo que sí coinciden ambas psicólogas es en que la escritura terapéutica es algo totalmente distinto. Clara I. Morgades Bamba lo compara con subir escaleras, correr o ir en bici. “Aunque en principio siempre será beneficioso para nuestra salud (si lo hacemos adecuadamente) no se le denominaría terapéutico porque no estaría enmarcado en un trabajo sistematizado, resultante de un análisis profesional de las necesidades de la persona”, sostiene. Con la escritura ocurre lo mismo: es beneficiosa, pero solo cuando sigue unas pautas indicadas por un profesional de la salud puede ser denominada terapéutica.
Pepa Sánchez explica que, para ella, “la escritura terapéutica tiene el objetivo específico de llevar al bienestar o cambiar patrones". Así, serán siempre propuestas específicas. “En terapia uso la escritura terapéutica como una herramienta más en la que tener en cuenta el momento del proceso y las necesidades del paciente. Va más allá de escribir sobre X, muchas veces hay una manera concreta de escribir sobre ello para que sea terapéutico”, relata.
Quien tras leer esto esté deseando coger papel y cuaderno para empezar a beneficiarse de todo lo bueno de la escritura íntima no tiene más que ponerse manos a la obra. Pero ¿cómo asegurarse de que lo hacemos bien y de verdad logramos cambios? ¿Y si no sabemos por dónde empezar? Las psicólogas dan algunos consejos: