Elena Galán, investigadora y pastora profesional: "Este oficio son muchas más cosas que hacer siestas con las ovejas"
En Divinity.es charlamos con Elena, una pastora que trabaja en el Pirineo francés que nos cuenta con detalle cómo es su vida en la montaña y cómo se formó para ello
Aunque es una ocupación casi desaparecida en España, su papel ha sido y sigue siendo fundamental: seguimos comiendo cordero o usando lana y las ovejas o cabras son cruciales para mantener el monte sano
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Si intentamos imaginarnos un pastor, lo más probable es que nuestra mente conjure al abuelo de Heidi o que visualice una figura del pasado. Cierto es que esta es una ocupación casi desaparecida en España, aunque ha sido fundamental a lo largo de la historia y sigue siendo muy importante ahora, aunque nos hayamos olvidado un tanto de ello. Seguir seguimos comiendo cordero o usando lana, pero además las ovejas o las cabras son cruciales para mantener el monte sano (se habla mucho ahora de “ovejas bomberas”) o una pieza básica de la actividad económica del mundo rural.
Y pastores sigue habiendo: Elena Galán es una de ellas. Trabaja en el Pirineo francés, como pastora de un rebaño de ovejas. Además, Galán es también investigadora en el BC3, el Instituto Vasco para la Investigación del Cambio Climático. Son dos ocupaciones que pueden parecer muy diferentes, pero que están bastante conectadas. En Divinity.es te contamos su interesante historia.
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¿Cómo se hace una pastora?
Pero ¿cómo logra una hacerse pastora? Galán nos cuenta, al otro lado del teléfono, que todo empezó con sus investigaciones. “He estudiado ciencias ambientales y luego he hecho investigación en sistemas agroalimentarios, porque me gusta el tema”, señala. Sin embargo, apunta que la investigación puede resultar frustrante, “porque intuyes que hay otro conocimiento que no estás adquiriendo, que es el que se adquiere cuando pones el cuerpo ahí y no solo la mente”.
En un primer momento, Galán buscó ese conocimiento de primera mano haciendo voluntariados en granjas a través de la WWOOF. “Tú ofreces tu fuerza de trabajo y tu motivación”, explica, y a cambio recibes el alojamiento y te enseñan “los clásicos del oficio” y el día a día del campo. Hizo varios voluntariados durante las vacaciones o en los tiempos que quedaban entre contratos de investigación. “Eso poco a poco me fue cambiando y me fue dando muchas ganas de juntar las dos cosas”, apunta, sumar investigación y trabajo práctico.
Gracias a una ayuda postdoctoral pudo colaborar con la Escuela de Pastores del País Vasco, investigando más en profundidad cuestiones conectadas con el pastoreo. Cuando ese período terminó, ella misma se apuntó en la escuela para aprender a ser pastora. Hizo sus prácticas en el País Vasco francés, “porque me parece que en Francia tienen un modelo muy interesante que permite que existan ganaderías de tamaño más pequeño”. De ahí dio el salto a ser ya pastora profesional. Ahora trabaja en las montañas durante la temporada de pastoreo (que viene a ser en líneas generales los meses de verano) y luego en el centro de investigación durante el resto del año.
La parte de pastoreo la sigue haciendo en Francia, gracias a ese modelo que probó ya en prácticas y que “es humanamente más interesante”. En Francia, explica esta investigadora pastora, se usan los fondos europeos para mantener el pastoreo en lugar de dejar a las ovejas pastar solas atendidas por sistemas electrónicos. “Las condiciones para mí están muy bien, son suficientes y me permiten compaginarlo con parte del trabajo de investigación”, cuenta sin entrar en detalles del salario.
En la vida en la montaña es verdad que luego hay cosas que tienes que quitarles drama
Así es su vida en la montaña
¿Cómo se vive en la montaña? Si pensamos en el abuelo de Heidi como ejemplo de pastor también visualizamos así la vida con los rebaños, algo aislado. Galán me explica que “hay relación con otros pastores”, que intentan verse y que “eso es fundamental”. “Yo es verdad que soy una persona bastante solitaria”, apunta, “y disfruto mucho de la soledad”.
No es muy exigente con las comodidades materiales, pero en su alojamiento en la montaña tiene un colchón bien aislado de la humedad, leña para calentarse, gas para hacer fuego y alimentar una pequeña nevera, agua caliente con un pequeño termo y baño. “Yo ya con esto estoy bastante contenta, tengo suficiente”, dice. La vivienda es parte del pago que se le hace durante ese período a la persona que ejerce el pastoreo.
“Sí que es verdad que luego hay cosas que tienes que quitarles drama”, dice. Viviendo con animales hay que aceptar sus olores, alguna que otra garrapata o pulga y muchas moscas si no llueve. Estando en la montaña, no queda más remedio que lavar la ropa a mano. “No pasa nada y se secara al sol, más o menos”, explica. También debes tener presente las peculiaridades de los vecinos: a los caballos les encanta rascarse con el coche de Galán, que tiene que vigilar que no se lo rompa. Y, por supuesto, no hay super a la vuelta de la esquina en medio de los Pirineos, pero la pastora hace la compra el fin de semana como tanta otra gente.
Unir dos trabajos: ciéntifica y pastora
Desde fuera, compaginar dos trabajos que parecen tan diferentes no parece sencillo. Galán cuenta que se lleva a la montaña también un poco del trabajo de su vida como investigadora, que aprovecha las horas de pausa del pastoreo para hacer estas otras cosas. Es duro, pero “sarna con gusto no pica”, bromea.
Hay un desprecio, una ignorancia, hacia el conocimiento que se necesita para ejercer este oficio
“A nivel de motivación de la investigación sí que es poner el cuerpo ahí. Me ha cambiado mi visión, pero no de la manera que una podría esperar”, dice. No es que ahora se dedique a investigar el sistema ganadero, pero sí que se ha centrado mucho más en los vínculos entre las personas con el medioambiente. De hecho, al final, su propio trabajo como pastora es uno que asegura una conexión muy fuerte con el campo y uno que se ha quedado un tanto difuminado para la población en general.
Cuando le pregunto si se ha borrado nuestra memoria colectiva de que esto existía y que los animales se iban acompañados al campo, me explica que en efecto. “Hay una especie de olvido de memoria colectiva generalizado y eso se plasma de diferentes maneras”, señala. Lo ve cuando se cruza con los turistas, que “te miran a veces directamente a través del vídeo que están haciendo y se pierden el contacto real”. También lo nota con algunas reacciones cuando dice que es pastora. “Hay un desprecio, una ignorancia, hacia el conocimiento que se necesita para ejercer este oficio”, apunta. “Uno se cree que ser pastor es solo hacer siestas mientras las ovejas están por ahí y no, son muchas más cosas”, señala.
Por supuesto, estar con el rebaño le está enseñando muchas cosas sobre sus ovejas. Me cuenta que no son tontas, por mucho que eso se diga. “Tienen criterios y lo que hacen no es casual”, explica. Además de su propia individualidad desarrollan estrategias colectivas para enfrentarse a las cosas. Que se lo digan si no a la oveja con cojera que se quedó atrás cuando estaba moviendo el rebaño y que Galán se encontró esperándola pacientemente al lado de su coche, para que la recogiera. “Dijo ‘yo me quedo aquí’”, bromea.
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