Leonor y el 'mal de tierra': el problema que podría sufrir tras estar 22 días sin pisar suelo firme
Este conjunto de síntomas que se sufren al llegar a tierra pueden llegar a ser muy desagradables
Dos médicos nos explican en qué consiste, cuáles son los síntomas y qué se puede hacer para evitar la cinetosis o el también llamado 'mal del desembarco'
La princesa Leonor, con un moratón en el brazo once días después de embarcar en el Juan Sebastián Elcano
El buque-escuela Juan Sebastián Elcano, en el que se encuentra actualmente la princesa Leonor haciendo su crucero de instrucción de guardamarinas, ya ha puesto rumbo a América, tras zarpar del puerto de Las Palmas de Gran Canaria, muy sonriente y entre aplausos. Se trata de una instrucción que ya realizaron su padre y su abuelo en el pasado, y que la tendrá durante varios meses recorriendo aquel continente. Para las personas que pasan mucho tiempo navegando existe un problema relativamente común, llamado 'mal de tierra' o 'mal del desembarco', y Leonor no está exenta de padecerlo. ¿En qué consiste, cuáles son los síntomas y, sobre todo, qué se puede hacer para evitarlo o para mejorar esta condición?
¿Qué es exactamente el mal de tierra?
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David Sampériz, médico residente de medicina de familia en Barcelona, nos da algunas claves: “El nombre más adecuado sería cinetosis, es un tipo de vértigo periférico causado por un conflicto entre los patrones visuales y los somatosensoriales, principalmente a nivel vestibular, la parte del oído que nos informa sobre nuestra posición en el espacio. Los síntomas que producen son sensación de giro de objetos, náusea, sudores fríos…".
¿Qué es ese conflicto de patrones del que habla Sampériz? Iago López, del Centro Médico Pontevedra, nos lo explica: “Un individuo sano se sostiene de pie sin caerse cuando encuentra un terreno irregular, porque hay unos detectores de equilibrio que reaccionan a una gran velocidad para corregir cualquier cambio que amenace nuestra estabilidad”.
Estos detectores, nos cuenta, son lo que se conoce como el trípode del equilibrio, que está basado en tres sistemas: el propioceptivo, que nos permiten saber, por ejemplo, si tenemos el brazo extendido o encogido con los ojos cerrados; el visual, que nos informan de si estamos en movimiento o en una posición fija, y el vestibular (el vestíbulo está alojado en el oído y nos da información de si aceleramos en línea o damos vueltas).
La información de este trípode se integra en el tronco cerebral y el cerebelo “de un modo bastante parecido al que lo haría un sistema electrónico como un dron”. Cuando el sistema envía información errónea o incoherente, o la interpreta mal, surgen síndromes como el vértigo. El doctor Iago López pone un ejemplo que todos conocemos: “Estamos en el asiento trasero de un coche, mirando al frente o leyendo. Mi sistema propioceptivo me dice que estoy quieto, mi sistema visual me dice que estoy quieto... Pero mi sistema vestibular me informa de que acelero a un lado u otro cuando tomo curvas. El resultado de esta incoherencia es la sensación de mareo que todos hemos tenido alguna vez”.
Origen del mal de tierra
Y ¿a qué se debe? Pues, al parecer, no se conoce realmente el origen, aunque hay hipótesis. “La más plausible puede ser una forma de los animales de protegerse frente a las intoxicaciones, porque los tóxicos impiden al sistema nervioso hacer estas operaciones de cálculo. Tal vez por eso vomitamos al estar muy mareados”.
Sin embargo, el tiempo y la costumbre mejoran estas condiciones, motivo por el cual se marea mucho más quien sube a un coche por primera vez que quien lo hace a menudo. Y eso mismo ocurre con la gente embarcada por largos periodos: “Los primeros días pueden ser horribles”, indica el doctor López. “Estás quieto en el barco, tus ojos te dicen que estás quieto pero tu oído te dice que estás en un columpio. Llega un momento en que el cerebro se acostumbra a ese balanceo, y después de muchos días... ¡Es como si lo echases de menos!”. El cerebro ha normalizado ese balanceo y se ha acostumbrado a compensar estas ilusiones de movimiento creando la información opuesta, y ahora crea ilusiones de movimiento estando en tierra”. Esto, en definitiva, sería lo que define el mal del desembarco.
“La mejor analogía que se me ocurre para esto”, prosigue, “es algo todos hemos hecho de niños de girar a gran velocidad y detenerse de golpe: seguimos sintiendo que todo gira aunque ahora estamos quietos”. Esta es, para el experto, la hipótesis biológicamente más plausible de por qué surge el mal de tierra o mal del desembarco, que añade que “no afecta a todo el mundo por igual, lo que hace pensar que podría haber factores hormonales o genéticos que afecten a quienes lo padecen”.
Estrategias para mejorar los síntomas
¿Qué se puede hacer para poner freno a este conjunto de síntomas como los vértigos, náuseas y sensación de que todo gira a nuestro alrededor? David Sampériz nos explica: “Además de los fármacos como el dimenhidrinato [conocido comercialmente como biodramina], que es el de mayor evidencia científica, existen estrategias no farmacológicas. La más urgente, evitar movimientos bruscos. Pero también podemos tratar de realizar ejercicios de rehabilitación vestibular”. Estos ejercicios son los mismos que suele prescribir un médico ante el vértigo común.
El doctor Iago López, por su parte, indica: “No existe ningún tratamiento perfecto, pero los antidepresivos y las benzodiazepinas han logrado éxito en los casos de muy larga duración del síndrome. Pero también los tradicionales fármacos que se usan en el vértigo periférico clásico, como la betahistina, la sulpirida o ciertos antihistamínicos como el que contiene la biodramina mitigan bastante bien los síntomas, sobre todo para los pacientes en los que cursa con náuseas”. Como terapia no química, indica que “ciertas técnicas de fisioterapia y educación postural también pueden mejorar mucho la readaptación a tierra firme”. Y, por supuesto, concluye, el paso del tiempo: cuanto más tiempo estemos en tierra firme, más nos acostumbraremos.
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La princesa Leonor y sus compañeros guardiamarinas emprenden su mayor desafío tras zarpar dejar territorio español: pasarán 22 días en alta mar, asumiendo los correspondientes retos de navegación hasta que el 14 de febrero lleguen a Salvador de Bahía, donde están 5 días para continuar después con su ruta hacia Montevideo (Uruguay), Punta Arenas (Chile), Valparaíso (Chile), El Callao (Perú), Panamá, Cartagena de Indias/Santa Marta (Colombia), Santo Domingo (República Dominicana) y Nueva York (Estados Unidos).
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