Nuestra conciencia sobre la importancia de la higiene personal ha aumentado en los últimos años. La pandemia nos ha llevado a lavarnos las manos más que nunca y a que no falte un bote de gel hidroalcohólico en nuestro bolso. Y es que, aunque ya lo sabíamos, hemos podido comprobar que mantener una correcta higiene es clave para cuidar nuestra salud. Por eso, aunque pensemos que seguimos unas pautas correctas en este sentido, no está de más revisar los hábitos de higiene personal que necesitamos en nuestra vida.
Sabemos que hay que ducharse, pero la frecuencia con que hacerlo es un tema que siempre parece estar a debate. Sin entrar a hablar del pelo (lo haremos luego), todo apunta a que una ducha al día, que no supere los 5 minutos, es más que suficiente. Lo de ducharse varias veces al día no nos hace más limpios y, además, es perjudicial para la salud de nuestra piel. La razón es que la barrera que la cubre para protegerla de manera natural, llamada manto lípido, se desgasta y altera si nos duchamos con demasiada frecuencia o usamos jabones agresivos. La piel está preparada para una ducha diaria, y excederse puede causar, entre otras cosas, dermatitis y alergias.
La salud de nuestro pelo y del cuero cabelludo también depende de la frecuencia de lavado. Y si nos preguntamos cada cuánto debería hacerse, la respuesta de los expertos es tan acertada como confusa: cuando el pelo lo pida. ¿Y esto qué significa? Parece ser que nuestro pelo pide una higiene que a veces no entendemos. Lo ideal es lavarlo cada 24-48 horas, de tal manera que la frecuencia semanal de lavado sea de 5-6 veces y, por supuesto, utilizando productos respetuosos para tu cabello. Si tu pelo está castigado por la decoloración u otros tratamientos con productos químicos, puedes reducir los lavados a 3-4 por semana.
Con la pandemia vimos con claridad cómo lavarse las manos con frecuencia podía evitar la transmisión de microorganismos entre las personas. Y más allá del dichoso virus, este hábito de lavado constante deberíamos tenerlo grabado para siempre, al menos en estas situaciones:
Cortar las uñas con frecuencia es otra forma de evitar la transmisión de microorganismos, y además hay que cortarlas bien: las de la mano siguiendo la curva natural y las de los pies en línea recta. Es importante que las uñas de los pies se corten así para evitar que se produzca la dolorosa “uña encarnada”, que aparece cuando un borde de la misma se entierra en la piel del dedo.
Debe realizarse, a ser posible, después de cada comida para evitar la aparición de bacterias causante de la caries, la inflamación de las encías y otras enfermedades. Nunca te saltes el cepillado antes de acostarte, porque mientras dormimos producimos menor cantidad de saliva, que es la encargada de protegernos de las bacterias. Aprovecha el cepillado nocturno para utilizar un hilo dental que te asegure que no hay restos de comida entre los dientes y, si quieres, completa la acción realizando un enjuague bucal con un colutorio. ¡Ah! y no utilices el mismo cepillo de dientes más de tres meses seguidos.