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Hace unos días, en la gala ELLExHope, Sara Carbonero habló por primera vez públicamente sobre su experiencia como paciente de cáncer. Lo hizo de forma transparente y clara, echando luz sobre algunos de los aspectos de los que no siempre se habla en los medios. “Me ha costado tiempo aceptar que esto es una carrera de fondo, que yo voy a ser siempre una paciente oncológica y que conviviré con la incertidumbre, he aprendido a abrazarla”, reconocía. “Hay que normalizar el cáncer, que mostrarnos vulnerables no es malo, nadie es perfecto ni lo pretendemos”, insistió. Para llegar hasta aquí, sumaba, le había ayudado hablar con otras mujeres diagnosticadas de cáncer. También, le habían recomendado ir a un psicooncólogo. Pero ¿qué es exactamente la psicooncología y para qué sirve?
La psicooncología empieza como “disciplina formal” a mediados de los 70. Lo hace, nos cuenta Blanca Matalobos, psicóloga especializada en oncología y miembro del Colegio Oficial de Psicología de Madrid, cuando “se empieza a valorar la importancia de que el paciente esté bien informado y participe activamente en su proceso oncológico”.
Era también un momento en el que, y tras los avances en investigación, se estaba empezando a tener en cuenta otras disciplinas médicas en el tratamiento del cáncer. “A medida que se fue comprendiendo mejor el impacto integral del cáncer, tanto en el cuerpo como en la mente, la psicooncología se consolidó como una disciplina que busca atender todas esas dimensiones”, suma Olga Albaladejo, también psicóloga especializada en oncología y miembro de Top Doctors.
“La doctora Jimmie C. Holland es considerada la fundadora de esta especialidad”, explica Matalobos. En 1977, apareció la primera unidad especializada hospitalaria y en 1984 la Sociedad Internacional de Psicooncología (IPOS). Desde entonces se ha integrado en el tratamiento médico.
En la actualidad, la psicooncología va más allá de un acompañamiento durante el tratamiento y abarca áreas como la prevención o la comunicación médico-paciente y la formación del personal sanitario. “El psicooncólogo se incorpora como parte fundamental del equipo de profesionales para informar, acompañar y tratar tanto al propio paciente, como a sus familiares en cada una de las etapas del cáncer”, apunta Albaladejo.
Las funciones del psicooncólogo tocan varias áreas y abarcan de un modo “integral” a la persona. “Su objetivo principal es reducir el impacto psicosocial que provoca el cáncer, ayudando a los pacientes a adaptarse a la nueva realidad”, indica Matalobos. Así, por ejemplo, no solo ayuda a afrontar los efectos que la enfermedad tiene en la salud mental o sus desafíos cognitivos, sino también a encontrar herramientas para gestionar el día a día o mejorar la calidad de vida. Hasta puede ayudar a mejorar la adherencia a la pauta de tratamiento.
“El psicooncólogo tiene un papel muy amplio, que abarca tanto los aspectos emocionales como los cognitivos, sociales, espirituales y de la vida cotidiana”, explica Albaladejo. Trabaja para “reducir el sufrimiento emocional y cognitivo, mejorar el bienestar general y ofrecer herramientas que permitan al paciente vivir mejor, incluso en medio de la enfermedad”.
Por eso, su trabajo no solo implica a la persona diagnosticada de cáncer, sino también a su familia o el personal médico (y aquí, como señalan las expertas, puede ayudar a reducir el 'burnout'). Como recuerda Albadalejo, “la familia, los amigos y los cuidadores también se ven profundamente afectados por la enfermedad y muchas veces no saben cómo gestionar sus emociones o cómo apoyar al paciente”. “La llegada del cáncer a una familia representa un gran impacto emocional, no solo por el miedo al sufrimiento, sino también por los cambios que genera en la dinámica y roles familiares”, suma Matalobos.
La psicooncología crea “un espacio seguro” para hablar de todas estas cuestiones —y, especialmente, de los miedos que genera el diagnóstico— y encontrar las respuestas que se necesitan. Sus beneficios son muy amplios: ayuda a afrontar el malestar emocional o los miedos que causa la enfermedad, a mitigar efectos secundarios como las dificultades cognitivas o la fatiga o a fortalecer la relación con el entorno.
Psicooncología para el cáncer de mama
El 73% de las mujeres encuestadas por el estudio ‘Necesidades y calidad de vida en supervivientes de cáncer de mama’, realizado por el Observatorio del Cáncer, de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), reconoce que teme que alguien en su familia pueda tener cáncer. A un 67% le da miedo vivir una recaída. “Las pacientes viven con la incertidumbre de que el cáncer pueda volver, lo que genera mucha ansiedad”, apunta Albadalejo. La salud mental durante el tratamiento y después de la recuperación es, por tanto, bastante importante. Un 64% de las pacientes de cáncer de mama que atendió en el último año la AECC necesitaba atención psicológica.
Para estas pacientes, las expertas señalan que los cambios físicos derivados del tratamiento tienen un impacto en su autoestima. “La pérdida de cabello, las cicatrices de las cirugías y otros cambios físicos afectan no solo su forma de verse a sí mismas, sino también sus relaciones personales y de pareja”, explica la psicóloga. “Muchas mujeres experimentan sentimientos de culpa o frustración por ‘hacer sufrir’ a sus seres queridos o por no poder seguir desempeñando sus roles familiares como antes”, añade Matalobos. Los efectos secundarios también afectan al desempeño laboral, a la capacidad mental o hasta a la sexualidad. A la hora de afrontar todo esto, la psicooncología tiene un papel muy importante.
Aunque el cáncer de mama tiene una prevalencia más alta entre las mujeres, Albadalejo recuerda igualmente al 1% de casos que se diagnostica al año en hombres. El estigma de que se vea como una enfermedad femenina puede tener un impacto negativo para ellos, apunta, y la psicooncología debe llegar hasta ellos de una manera diferente.
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