Niños dictadores: cómo atajar el 'síndrome del emperador' con éxito
Los niños con el síndrome del emperador se convierten en unos tiranos que tienen sometidos a sus padres y hermanos a su voluntad, gritan, no aceptan las normas y ageden
Algunos expertos aseguran que la culpa de que el niño se haya convertido en un tirano va más allá de unos padres que han aplicado una educación demasiado permisiva
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Es muy habitual que cuando se ha recibido una educación muy estricta, con carencias afectivas o necesidades materiales que nunca se cubrieron, se actúe como padres de forma totalmente contraria. El problema es que si se es demasiado permisivo los hijos terminan convirtiéndose en los reyes de la casa y aplican su mandato como auténticos tiranos. Según los expertos, haciendo referencia a los gobernantes de la antigua Roma, desarrollan el síndrome del niño emperador que incluso llegan a maltratar a nivel físico y psicológico a sus progenitores.
Qué es el síndrome del niño emperador
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Esta patología de conducta infantil basada en un comportamiento déspota bajo el que los niños, con el consentimiento de sus padres, les tiranizan y someten a sus caprichos, los especialistas también la denominan trastorno de oposición desafiante (TOD). Además, se extiende a todos los miembros de la familia, de modo que los hermanos y en ocasiones hasta los abuelos se ven afectados.
No obstante, es la madre o aquella persona que pasa más horas con el pequeño la que sufre la tiranía con faltas de respeto continuas, gritos, rabietas, insultos, desobediencia y malos modos. Es más, este pequeño que ha desarrollado el síndrome del niño emperador pueden traspasar todas las barreras y agredir físicamente a sus padres o cuidadores.
En realidad, no son situaciones que se presentan de repente, sino que el niño va “ganando terreno” poco a poco cada día aprovechándose de esas buenas intenciones de sus padres y que él ha ido transformando en sus debilidades. Al niño le ponen la cena en la mesa y como no le gusta se le cocina otra cosa, se adueña del salón y del mando de la tele, se va a la cama cuando quiere, impone las actividades en el tiempo libre y hasta los lugares de vacaciones. Van pasando los años y los padres, con tal de que no sufra ni padezca, le consienten absolutamente todo.
Monta rabietas en el supermercado y se le compra lo que quiere para que no siga montando ese número en público. Además, los horarios laborales de los padres suelen ser eternos y a cambio de no pasar tiempo con él por culpa del trabajo, le regalan el mejor móvil, el último modelo de la consola y así un largo etcétera. El niño deja de ser un niño. Se convierte en un adolescente sin ningún tipo de norma que ni siquiera tiene hora para llegar a casa. Hace lo que quiere cuando quiere y ante sus familiares insulta, grita e impone. También agrede en el colegio a sus compañeros y a sus profesores y después se enfrenta a cualquiera en la calle.
Los padres ya se han dado cuenta de que viven con un tirano que les hace el día a día imposible. A base de rabietas, claudicaron hace mucho tiempo y se rindieron agotados a la voluntad y autoridad de su pequeño. Durante años han sido demasiado permisivos y la verdad es que solo pretendían que su hijo “creciera feliz” con una educación que creían mejor que la que ellos vivieron, que era demasiado autoritaria y en la que tal vez recibieron más que un bofetón. Además, son padres que tuvieron que esforzarse para conseguir sus deseos o que no los alcanzaron, con lo cual quieren que sus hijos tengas todo eso y más, sin que tengan que ganárselo.
Las causas del síndrome del 'niño emperador'
Sin embargo, según Vicente Garrido Genovés, catedrático acreditado de Criminología en la Universidad de Valencia no todo es culpa de los padres. Así lo explica en su libro Los hijos tiranos. Asegura que es una teoría muy simplista creer que un niño que se ha transformado en un tirano y maltrata a su familia se debe a crecer en un entorno educativo demasiado permisivo. Hace un paréntesis al desarrollar su teoría y deja al margen a los chicos que crecen en hogares desestructurados cuyos padres tienen verdaderos problemas de adicciones o viven situaciones muy difíciles.
Garrido Genovés apunta que “los padres lo hicieron lo mejor que supieron, y objetivamente eso que hicieron hubiera bastado en una gran mayoría de niños para que su formación hubiera estado libre de esos problemas”. La causa va más allá. Este especialista asegura que hay otros aspectos que favorecen que un pequeño desarrolle el síndrome del niño emperador.
Desde hace unas décadas la infancia se encuentra con acceso fácil a prácticas insanas y hedonistas como la pornografía, la violencia, el alcohol o las drogas; el consumo se ha exacerbado y se tiene que obtener todo lo que se quiere y además pronto; no se dan responsabilidades a los jóvenes; los padres están sometidos a un gran estrés ante una sociedad competitiva y la inseguridad laboral; muchos progenitores asumen solos el papel de padre y madre; y no se está educando en la conciencia y en distinguir lo que está bien de lo que está mal.
También se dan casos de niños tiranos que se supone que han recibido la misma educación que sus hermanos y estos no muestran esos comportamientos. De este modo, en este síndrome también influye una carga genética predeterminada. Suelen ser niños con dificultades para sentir cariño, con baja empatía y que no tienen sentimientos de culpabilidad. No se ponen en lugar de los demás, se creen por encima de ellos y no son compasivos.
Con todo ello, no asumen reglas, no respetan las normas y pasan por encima de los derechos de sus padres y de sus hermanos. De pequeños buscan discutir con los mayores, desobedecen y mienten, no aceptan las imposiciones ni las normas del profesor, tienen mucha rabia dentro, culpan a los demás de sus errores, son vengativos, rencorosos y egocéntricos, no toleran la frustración, tienen pocos amigos y son incapaces de controlar sus rabietas por lo que “los padres ceden de puro agotamiento”.
Cómo reconducir a un niño tirano
Los expertos recomiendan acudir a la consulta de un especialista que ayude a reconducir la situación y a abrir puentes para canalizar esos comportamientos. También insisten en que hay que empezar por establecer límites claros y normas, al igual que castigos razonables y que se puedan cumplir cuando se trasgredan esos límites y esas reglas.
Ayuda la propuesta de objetivos alcanzables que favorezcan la autoestima, la responsabilidad, la autonomía y el cumplimiento de tareas acordes a la edad. Además, hay que elogiar los éxitos y nunca descalificar cuando se cometen errores, ayudarles a hacer amigos y a su integración, jugar con ellos y compartir el tiempo libre.