Los primeros días tras nacer un bebé están repletos de emoción, pero también de dudas y preguntas, sobre todo si hablamos de padres primerizos. Una de las primeras cosas que hay que hacer nada más salir del hospital es concertar una cita con el pediatra en la que hacerle preguntas necesarias para afrontar el día a día con nuestro hijo.
De hecho, esta cita debería darse en la primera semana, y es muy probable que antes de volver a casa ya la hayas podido concertar. Durante los primeros meses de vida del bebé, las visitas al pediatra son muy frecuentes para hacer un buen seguimiento del desarrollo del pequeño. En esas visitas irás resolviendo las nuevas dudas que te vayan surgiendo. Pero como lo mejor es empezar por el principio, estos son los temas que querrás hablar en esa primera visita.
Esta es una de las principales preocupaciones de los padres y es muy lógica. En la consulta, pesarán al bebé para comprobar que evoluciona correctamente. Algunos bebés pierden peso tras nacer, pero lo habitual es que lo recuperen en las dos primeras semanas.
Es lógico tener un poco de lío con esto, pero a la vez es esencial que quede muy claro cuál es la forma segura para que duerma el bebé. La muerte súbita del lactante, que se da en menores de un año y es repentina, aunque el bebé esté sano, suele darse mientras duermen. Por eso hay que dormirle siguiendo las pautas del médico. Te anticipamos que debe estar en un colchón firme y siempre boca arriba. Si hay colecho, nunca debe ser con padres fumadores, que consuman alcohol o que tomen medicación para dormir. Es importante no abrigar al bebé en exceso y que no hay objetos a su alrededor, como peluches o mantas.
En los recién nacidos las causas para ir a Urgencias son mayores que en niños de más edad y hay que tenerlas presentes:
A veces vemos como los recién nacidos se pelan, y es normal porque están mudando la piel. Lo importante es que seamos rigurosos con su higiene: hay que bañarlos desde que nacen, con agua templada y el baño debe durar poco, lo justo para realizar el aseo. Después hay que secarles muy bien, sin frotar, pero garantizando que no hay humedad en los pliegues de piel. Y, por último, hay que hidratar la piel con una loción o aceite especial para bebés.