Nuestro bebé ya se ha hecho grande y ha llegado el momento en el que puede comer de todo, siempre que no sea alérgico o intolerante a algún alimento. La dieta mediterránea o seguir la propuesta del plato de Harvard son las mejores opciones, sin embargo, los niños a veces se niegan a probar ciertas cosas y la situación puede torcerse tanto que el rato en la mesa se convierte en una pesadilla. Desde Uppers hemos consultado a nuestro pediatra de referencia cómo mejorar la relación de los niños con la comida.
En primer lugar, hay un punto de partida que expone el profesional: son los adultos los que tienen en su mano el que la relación de los niños con la comida sea totalmente sana y también son los adultos los que, sin ser conscientes, a la larga pueden provocar que los más pequeños desarrollen problemas alimentarios serios.
Es decir, los niños imitan a sus adultos de referencia, de modo que si en casa no se le da importancia a la alimentación, ni ese rato de sentarse a la mesa en familia se considera como algo placentero, tampoco lo harán los niños. Por otra parte, querrán comer lo mismo que los mayores, con lo cual, si éstos cenan ultraprocesados fritos no se puede pretender que los niños se coman sin chistar unas verduras cocinadas con poca gracia.
A su vez, aunque parece que la población está empezando a tomar conciencia del papel fundamental de la alimentación para la salud, es incesante el bombardeo de señales que empujan a consumir productos que no son nada recomendables (refrescos, galletas y bollos industriales, precocinados, aperitivos cargados de grasas insanas y azúcares…). Su publicidad es constante e incluso engañosa, a todos los niveles y en cualquier ámbito, a través de las redes sociales, en la televisión, en los medios digitales, en la calle y hasta en el mismo supermercado.
Aquellas familias en las que ya se come saludablemente, los niños lo harán de la misma forma lo que no quita que muestren gustos y preferencias por unos ingredientes o recetas más que por otras. Al contrario, cuando los adultos no comen bien, no hay planificación ni orden será imprescindible cambiar los hábitos desde los cimientos, por tanto, serán esos adultos los que primero tienen que aprender a relacionarse de forma sana con la comida.
Ya hay suficiente literatura sobre cómo debe ser una alimentación sana. Lo ideal es que los platos se presenten en la mesa de forma atractiva visualmente y por supuesto que estén ricos. Deben contener tanto macronutrientes (carbohidratos, proteínas y grasas) que aportan energía, como micronutrientes (vitaminas y minerales), que posibilitan los procesos metabólicos.
Como guía básica se trata de dividir cada plato en tres partes: una mitad para vegetales (verduras) y frutas (entera o a rodajas); un cuarto para proteínas vegetales (legumbres), semillas y frutos secos o proteínas saludables (pescado, huevo o carne de ave); y el segundo cuarto para patatas o cereales de grano entero o integrales (como por ejemplo pasta y arroz integral). En cuanto a la grasa, apostar siempre por el aceite de oliva virgen extra, evitar las frituras y elegir el rehogado, el horneado, el vapor, la plancha y el papillote como métodos de cocinado, al igual que descartar los refrescos y los zumos industriales por la excesiva carga de azúcar y edulcorantes. En cuanto a los lácteos se recomiendan los quesos suaves o los yogures normales y rechazar los postres industriales como flanes o natillas y los embutidos, además, de limitar las carnes rojas. En relación con la bebida, lo que mejor quita la sed e hidrata es el agua.
Tras estas pautas básicas sobre la alimentación diaria, hay una serie de consejos para que los más pequeños se relacionen de forma saludable con la comida:
Muchas veces los niños quieren desayunar o merendar siempre lo mismo y coincide con que lo que proponen no es muy recomendable, como por ejemplo magdalenas industriales. Será necesario explicarles con palabras que ellos entiendan cómo su organismo necesita alimentos que van a favorecer su crecimiento y su desarrollo. El abanico donde elegir cada día es inmenso.
También sucede que en una fiesta o en un cumpleaños se atiborran de chucherías y aperitivos con grasas trans. La reacción de los padres suele ser regañarles por haber abusado de esos alimentos cuando con quien se debe hablar es con los adultos que se los han dado. Otro aspecto es el vocabulario empleado. Se deben suprimir palabras como “siempre”, “nunca” o “nada” porque un niño entiende mejor la frase: “hoy no quiero que meriendes unas galletas” en vez de “nunca debes comer galletas porque tienen mucha azúcar”.
Igual que los mayores, el hambre de los niños no siempre es la misma. Ellos tienen la capacidad de reconocer si quieren comer más o menos siempre y cuando realmente estén prestando atención a la comida. Es decir, el adulto elige el tipo de comida, pero no la cantidad. No hay que obligarles a terminarse el plato ni distraerles para que se lo coman todo. Aquí también entra el juego el vocabulario, ya que no es aconsejable elogiarles que se hayan comido todo o al contrario regañarles o castigarles si no han comido nada. Otra cosa es cuando nunca quieren comer donde sí que habría que consultar a su pediatra.
Sentarse a comer en familia genera conversación y los niños lo valoran desde muy pequeños. Es el mejor momento para contar lo que ha ocurrido en el colegio, cómo se ha pasado el día, qué cosas han sido divertidas y cuáles aburridas o desagradables… Si los niños tienen la distracción de los dibujos animados o están jugando con un móvil muchas veces comen más cantidad de la que realmente necesitan porque no perciben que ya están saciados.
Se tiende a premiar a los niños con una bolsa de chucherías o con comida basura, por ejemplo, si se portan bien en una consulta médica. Los alimentos nunca deben transformarse en un premio o en un castigo. Esa costumbre genera que se produzcan conexiones inadecuadas entre las emociones y la alimentación y de lo que se trata es de que disfruten de las comidas sin miedo ni culpa.
Confeccionar el menú entre todos es una fórmula perfecta para hacer partícipes a los niños y que vean reconocido su papel. Así cada uno puede elegir unos platos semanales en función de su edad. También les gustará implicarse en todo lo relacionado con el alimento: hacer la lista de la compra, ir al supermercado, guardar en la nevera, colocar en el frutero y en la despensa, preparar los ingredientes, lavar las verduras para cocinar, poner la mesa… son acciones que naturalizan la relación con la comida.
Cuando se deja el frutero a la vista o un cuenco con fruta fresca a rodajas los niños podrán escogerlas como snack. Otra propuesta es preparar una ensalada o un hummus con unos dips para compartir en la comida de lo que puedan ir picando.