Los niños son revoltosos, es normal, crecen y se desarrollan jugando, haciendo travesuras, investigando y probando. Al mismo tiempo, los padres van aprendiendo qué límites no deben traspasar y “sufriendo en sus carnes” cuándo sus hijos se alteran en exceso. Demasiadas veces nos aprovechamos de su inocencia, más aún en Navidad, cuando les amenazamos con no tener regalos si desobedecen. Muchos expertos en psicología infantil avisan de que este recurso es un error, aunque se lleve utilizando generación tras generación. Nos explican por qué hay que dejar de decir “si te portas mal, los Reyes te traerán carbón” o “pórtate bien que Papá Noel te está vigilando”.
El problema es que con este tipo de afirmaciones estamos dando a entender a los más pequeños dos cosas totalmente equivocadas en lo que respecta a su educación y crecimiento personal. Por un lado, se les informa de que deben tener un buen comportamiento antes de que llegue a casa Papá Noel o los Reyes Magos con los regalos. Es decir, se está condicionando la celebración de la fiesta familiar y anual más importante a su forma de comportarse. Por otro lado, se les está dando a entender que una vez que pase la Navidad ya no importa qué hagan o cómo actúen.
Es evidente que los padres pretenden que sus hijos se porten bien durante todo el año y no exclusivamente en navidades. De este modo, las amenazas puntuales con no recibir regalos se transforman en un sometimiento y no cumplen la función de enseñarles, sobre todo, a que sean independientes.
Más importante aún es que amenazas de tal calibre son realmente difíciles de cumplir. Además, no solo saldría perjudicado el niño sino la familia al completo. Aunque el regalo que pueda recibir el día de los Reyes Magos sea pequeño, con un coste económico simbólico o insignificante, los mayores se perderían la magia de verle disfrutar de su asombro y de su sorpresa ante el hecho de pensar en cómo han entrado los Reyes en su casa y la alegría que le genera comprobar que han leído la carta, pues le han traído lo que él quería.
Los psicólogos insisten en que, por norma general, las amenazas no funcionan a la hora de educar y que, si se considera efectivo castigar el comportamiento de un niño, ha de ser a su medida y con la intención de enseñar; cinco minutos sentado pensando en que no se puede pintar en el sillón porque no hay que estropear las cosas sin motivo, por ejemplo, y mostrarle que tiene papel, una pizarra y cuadernos para expresarse libremente con sus pinturas.
Con los comportamientos inadecuados como gritos, lloros o rompiendo algo los pequeños están llamando la atención de los mayores porque algo les sucede, pero no tienen otros recursos ni otras herramientas para expresarlo. Lo aconsejable sería encontrar esa razón por la que actúan así y se “portan mal”. Es probable que sientan celos de sus hermanos o de sus primos; que tengan sueño -son las 10 de la noche y no se pueden ir a la cama porque los hemos llevado a cenar a un restaurante-; les duele la garganta y no saben cómo explicarlo; les incomoda el ruido excesivo del centro comercial; o se marean en el coche y por eso montan el lío para no subirse.
Los expertos subrayan que a los niños se les puede explicar por qué queremos que actúen de un modo u otro y por qué no es adecuado romper un juguete para llamar la atención. Será mejor darles a entender que nos pueden pedir ayuda o que les hagamos caso en vez de ponerse a chillar. Ellos son capaces de comprender que sus actos tienen consecuencias en todo momento, ante la diferencia de que su comportamiento dependa de un premio o de un castigo.
Por ejemplo, a medida que vayan creciendo habrá que inculcarles la importancia de llevar al día sus tareas del colegio y de que sean responsables. Lo contraproducente es que se les acostumbre a que saquen buenas notas por el simple hecho de obtener un premio a cambio. Serán mayores y solo querrán estudiar ante la posibilidad de recibir un regalo y no porque entiendan que su desarrollo personal y profesional futuro en parte dependerá de ello.
Además, los regalos se deben entender como un acto de amor. Se entregan a los hijos porque se les quiere y no por portarse bien. Con todo ello, en realidad, no sirve de nada amenazarles con que los Reyes Magos los ven en todas partes y les van a traer carbón si se portan mal. Es mucho mejor ponerles límites y establecer reglas claras que deben cumplir por su bienestar.
Otra cosa distinta es que entre sus regalos los niños se encuentren con que Papá Noel les ha traído carbón dulce. Sería como una llamada de atención, pero en tono de humor. Sin embargo, también lo debe recibir el resto de integrantes de la familia pues no hay padre, ni madre, ni hermano, ni perro, ni gato perfecto que igualmente meta la pata de vez en cuando.